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Diego Urdiales, a hombros en Vista Alegre. FOTO: @torosenbilbao / VÍDEO: JAVIER LORENZO

El toreo que sueñan los toreros

Diego Urdiales rinde Bilbao con una majestuosa faena de dos orejas a un manso y soberbio toro del hierro salmantino de Garcigrande que se entregó con una categoría mayúscula en la muleta del maestro de Arnedo.

Viernes, 22 de agosto 2025, 21:47

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LA FICHA

  • Bilbao. Viernes, 22 de agosto. Plaza de toros de Vista Alegre. Casi lleno en los tendidos. Tarde soleada y de buena temperatura.

  • GANADERÍA 6 toros de Garcigrande (Justo Hernández), geniudo el 1º; noble el 2º, con calidad el flojo y protestado 3º; manso que rompió a embestir con categoría en la muleta; noble en sus medias embestidas el 5º; extraordinario el 6º.

  • DIESTROS

  • DIEGO URDIALES Tabaco y oro Gran estocada (vuelta al ruedo); y excelente estocada (dos orejas).

  • ALEJANDRO TALAVANTE Verde oliva y oro Estocada chalequera que hace guardia y estocada (silencio tras aviso); y extraordinaria estocada (oreja).

  • BORJA JIMÉNEZ Verde esmeralda y oro Verde esmeralda y oroPinchazo hondo y dos descabellos (silencio); y pinchazo hondo (silencio).

Cómo sería el toreo de Urdiales que hasta resucitó al mejor Talavante y le espoleó para volver a pasarse los toros cerca. Se comprometió como no se le recordaba en busca de su mejor versión. Cómo sería el toreo de Urdiales que puso Bilbao en efervescencia con la pureza y la hondura de la interpretación más exquisita. En una faena de maestro, con poso, ciencia y misterio. No solo fueron los naturales de oro que gozó, sino la forma y la manera de llegar a ellos. Urdiales es un gran reserva del toreo. Guapetón, que así se llamó el cuarto, lo hizo todo de manso en los primeros tercios, sin embargo en esos pasajes mostró también su gran virtud: la humillación. No lo vio la mayoría abrumada por la mansedumbre de cuatro picotazos de los que salió escupido. En todos conservó su fortaleza intacta. Y ahí estuvo otra clave para hacer explotar luego las formidables embestidas que escondía. No solo la vio Diego sino que se aferró a aquella humillación y apostó por imponerse también a la entereza del toro, apaciguada de inmediato con una poderosa apertura de muleta que permitió gozarlo después. Urdiales confió en su fondo… y brindó al público antes de poner las cosas en su sitio con doblones de látigo y seda.

Para someter, para ahormar y para poner a punto al toro que terminó entregándose con una categoría mayor según lo fue moldeando Urdiales. Tres tandas en las que se fue barruntando y cociendo todo con las que arrancó la música. Con el concierto en marcha, la sinfonía de Urdiales, que se echó la muleta a la izquierda para ralentizar aún más las embestidas, profundas, rítmicas, poderosas, entregadas. Deliciosas. Como delicioso fue el toreo de Urdiales. Enfrontilado, ajustado, embrocado y curvo, rematando en la cadera y haciendo de cada muletazo un acontecimiento que hacía sentir aún mayor el siguiente. Se sentían antes de interpretarlos. Media docena en cada una de las dos portentosas series, que abrochó con una inmensa torería. El toreo que sueñan los toreros. La estocada fue para enseñar en las escuelas. Talavante no se acomodó con el noble segundo, y con el quinto, tras la lección de Urdiales, brotaron por momentos naturales fantásticos antes de meterse entre pitones de los que salió por los aires sin mermar su ánimo. La estocada fue monumental y la oreja de ley. Borja Jiménez confió en el bravo y flojo segundo para consentirle y paladearlo con intermitencia; y le costó más entenderse y pulsar las teclas exactas del formidable sexto que cerraba una tarde en la que Bilbao resucitó a Urdiales y en la que Justo Hernández refrendó su categoría ganadera.

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