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Galán sale por la puerta grande de La Glorieta. ALMEIDA
Rejoneo para paladear

Rejoneo para paladear

Sergio Galán firma una memorable actuación en una tarde soberbia. Fiasco de Pablo Hermoso y gran encierro de Herederos de Ángel Sánchez y Sánchez

Javier Lorenzo

Salamanca

Sábado, 9 de septiembre 2023

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La Ficha

  • LA GLORIETA Un cuarto de entrada. Tarde entoldada y de buena temperatura. Llovizna en el 6º.

  • GANADERÍA 6 toros de Herederos de Ángel Sánchez y Sánchez, de poca presencia, demasiado terciados y anovillados. Noble y con calidad el bondadoso 1º; excelente el bravo 2º; con calidad pero apagado el 3º; con temperamento el 4º; manso y huidizo el 5º que acabó entregado, manejable el 6º.

  • REJONEADORES

  • Pablo Hermoso de Mendoza Dos pinchazos y rejonazo (silencio); y metisaca, nueve pinchazos y tres descabellos (sonora bronca).

  • Sergio Galán Rejonazo (dos orejas); y rejonazo trasero y defectuoso con cuatro descabellos (ovación tras leve petición).

  • Guillermo Hermoso de Mendoza Rejonazo (silencio); y dos pinchazos y rejonazo sin puntilla (oreja).

Un momento estelar se coló de repente en la historia de La Glorieta como una de las faenas memorables del arte del rejoneo. Sergio Galán, como protagonista estelar, cuajó de manera fantástica a un Zapatero bravísimo, el segundo. Excelso el rejoneador, rápido se hizo el dueño de la tarde para acaparar todo el protagonismo.

El pupilo de los Herederos de Ángel Sánchez y Sánchez salió alegre y con muchos pies de chiqueros. Un torbellino que parecía querer comerse el mundo. En un palmo de terreno, entre los medios y el tercio del 3, le metió el caballo en la misma cara, giró sobre los posteriores y le hizo un ovillo de vueltas con las que rápido le bajó los humos, lo atemperó y lo dejó fijado de manera maravillosa en un detalle de maestro de alta escuela. Fue la primera perla de una actuación colosal.

Zapatero mantuvo el ritmo siempre en las alegres embestidas, la codicia efervescente de la bravura y una fijeza que no dejaba escapar un detalle. Toro bravo, que aguantó siempre los envites en la misma boca de riego, para desafiar arrogante las embestidas. Sergio Galán lo enfiló siempre desde las tablas camino de ese lugar de la gloria y solo de los elegidos.

A lomos de Capricho clavó las banderillas con majestad en lo alto, con ajuste en los quiebros y llegando mucho a la cara de su oponente. Subió aún más la intensidad con Bambino, con el que además toreó por la cara con arrogancia en pasajes de suma elegancia;para poner la rúbrica con tres rehiletes cortos en carrusel clavados en una perra gorda, que escribían los revisteros clásicos. La plaza contemplaba ensimismada. Enfiló el fielato del rejón de muerte y lo clavó en todo lo alto. Todo el cogollo de la faena en los medios.Del mismo embroque pareció salir muerto el toro que, sin embargo, defendió su muerte delante del burladero del tendido 8. Y, en esa agonía, Sergio Galán, ya pie a tierra, clavó una rodilla en el suelo y, prácticamente encunado entre los pitones, blandió palmas para reconocer el soberbio juego de quien le entregó la vida.

Y, con ese gesto, los aficionados siguieron su estela para entrar en plena efervescencia. La faena fue de una pureza majestuosa. Dos orejas de ley. Pablo Hermoso cortó un rabo en esta plaza a un toro de esta ganadería en 2010 por una actuación más espectacular pero menos pura, menos clásica, menos excelsa y brillante que la que ayer firmó Galán, que no tiene ningún caballo que dé mordiscos. Tiene caballos que torean como toreó ayer una cuadra prodigiosa.

El mal uso del descabello tras un rejonazo defectuoso ante el quinto difuminó la importancia de otra obra de gran mérito, la del quinto. Fue este un toro huidizo, que no ocultó su mansedumbre de salida, que buscó las puertas y se quiso marchar por donde salió. No lo logró porque Galán rápido lo desengañó y lo embelesó de nuevo con una arrogancia abrumadora. Con maestría, poder y ciencia. Esa fue una faena de gran fondo, sobre la base del clasicismo que imperan en sus formas, con la que se impuso con autoridad y belleza. El toro acabó entregado y noble, tenía de nuevo el triunfo en la mano, pero se atascó a la hora clave de quitarle las penas. Hubiera sido el broche de una tarde para el recuerdo.

Quien no la querrá recordar ni mucho ni poco será Pablo Hermoso que firmó una de las peores actuaciones en esta plaza de la que salió abroncado. Apático y desacertado con el buen primero, con el que no acertó a conectar con la parroquia en una actuación fría y distante; no pasó de esos límites con el quinto, otro noble astado con el que estuvo más atinado en banderillas pero mucho peor aún con el rejón de muerte. Mató a la última. O se murió de desesperación el toro tras un rosario interminable de pinchazos, que no pareció importarle mucho al veterano rejoneador navarro que en su ocaso se atrevió a pedir una fiesta incruenta para el futuro de la tauromaquia mientras diluye en el ruedo la estela de quien fue una figura histórica que no ha sabido marcharse a tiempo y le van a terminar echando.

Resuelto y fácil, Guillermo Hermoso tiró de festivos ademanes para poner intensidad en el tercero que encontró el rumbo pese a que sacó y tiró de todo su repertorio. Jaleó más él a los tendidos que a la inversa en una faena con el toro agonizante. Le costó encontrar el rumbo acertado con el sexto después de pasadas en falso y apuros a lomos de Ecuador, que le plantó renunció. De mitad de faena en adelante se embaló tras un cambiado por los adentros. Puso las rosas con facilidad y un par de cortas a dos manos. La oreja tras los dos pinchazos pareció un exceso. Quedará en anécdota, más si se comparan con la categoría con la que desorejó Galán al segundo, que fue una obra para el recuerdo eterno.

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