Regino, el jubilado que da cobijo a los toreros
Hace un par de años este agricultor jubilado de Mozodiel decidió ceder la nave en la que guardaba la maquinaria y los aperos de labranza para que entrenasen los toreros; y se ha convertido en lugar de encuentro de gran parte de la torería charra y de los que hacen parada en Salamanca para preparar sus temporadas
A Regino Ávila se le cayeron las lágrimas cuando el día de San Pedro del año pasado vio desde el tendido del Coliseum de ... Burgos como Ismael Martín amarraba con fuerza las dos orejas del toro de su alternativa. Este agricultor, en el retiro ya, de Mozodiel de Sanchíñigo, lo ve como entrena cada día en su pueblo. A él y a otro porrón de toreros... Aficionado de siempre, abonado a La Glorieta, un buen día, cuando le llegó la jubilación, decidió sacar de su nave toda la maquinaria y aperos de trabajo que allí guardaba, limpiarla a fondo y cedérsela a los toreros para que fueran allí a entrenar.
La iniciativa surgió hace dos años de Andrés Sánchez que fue quien se lo propuso a Regino. Y allí empezaron a ir a entrenar Marco Pérez, con Elías Martín, El Mene y algún torero más. Hoy ya lo hacen varias decenas de ellos, y no solo de Salamanca. También espadas franceses, algún peruano e incluso mexicanos que hacen parada más o menos corta en Salamanca y han descubierto este cuartel general de los sueños.
Así comenzó una preciosa historia que ha convertido a esta pequeña entidad local menor, perteneciente a Villamayor, apenas a 10 km de la capital y con solo 26 vecinos, en el punto de encuentro de gran parte de la torería charra. Regino Ávila desnudó la nave de todo aquello que le había dado la vida, la limpió a conciencia, casi le sacó brillo a un piso pulido de dos capas por el que hoy planean capotes y muletas: «Solo quedan un par de tractores que los tengo en una esquina para que no les molesten», puntualiza sobre su nave de 700 metros cuadrados: «Es resto está a su disposición, les he llevado una veintena de sillas para que puedan dejar los capotes, las muletas, los abrigos cuando llegan... En una de ellas también se sienta a verlos entrenar como invitado de excepción cada tarde. Y, cuando acaban, allí departe con ellos de lo divino y de lo humano. Lecciones de vida, sabiduría y experiencia para los toreros. «Me quieren mucho», repite con la satisfacción del veterano que siente el calor de los toreros, a los que de manera generosa y espléndida les ha cedido esa instalación para entrenar.
Allí es donde los toreros ya fraguan sus sueños en los entrenamientos diarios. Entrenan y torean de salón. Ejercicio físico, lances, muletazos y cientos de entradas al carro para depurar la suerte suprema. Saludos, quites y faenas soñadas… Hay media docena de cabezas de toros que, en los carros, sirven para los entrenamientos de los toreros. Salvador Ruano, Alejandro Marcos, Diosleguarde, Ismael Martín, Mario Navas, Marco Pérez, Fabio Jiménez, novilleros como El Mene, Noel García, junto a subalternos como Elías Martín, Roberto Blanco...
Recuerda Regino que sus padres le llevaron a Mozodiel cuando tenía un año. Y pasados los 70 allí sigue: «A veces te aburres porque en el pueblo casi no hay nadie, pero ahora con los toreros ya es otra cosa... Me hacen mucha compañía y me entretengo mucho con ellos», comenta Regino que rejuvenece a su lado. Sabe los horarios de cada uno y a todos los quiere por igual. Cuando no van, le llaman e incluso quedan y le invitan a comer. Más de uno también le ha brindado algún toro: «Raro es el día que no hablo con uno u otro y me cuentan sus cosas. Tienen la llave y vienen cuando quieren...». «Me han dado más abrazos los toreros que mis hijos. No está al alcance de mucha gente tener contacto y tanto cariño de los toreros», comenta orgullo Regino Ávila, el agricultor jubilado que le da cobijo y calor a los toreros.
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