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Más de media entrada. Sol y calor.
GANADERÍA 6 toros de Vellosino, noble el 1º; el mansón 2º rompió a embestir con calidad por el pitón derecho en la muleta; con calidad, nobleza y buen fondo el 3º; de excelente calidad el extraordinario 4º; inválido el 5º; y áspero y corregido el 6º.
TOREROS
M. Á. PERERA Berenjena y azabache Pinchazo y estocada casi entera (saludos tras aviso); y estocada (dos orejas tras aviso).
EMILIO DE JUSTO Blanco y azabache Pinchazo y estocada (saludos tras aviso); y pinchazo y estocada (saludos).
BORJA JIMÉNEZ Gris perla y oro Estocada (oreja tras aviso); y estocada (oreja).
Tiestero, el cuarto, resultó un toro formidable y no se le dio la categoría que tuvo. Igual que no se reconoció como debería la faena de Borja Jiménez al tercero, al que toreó de manera profunda y desgarrada al natural como no se ha hecho en la Feria. Este mansón y deslucido Madrileño nada tuvo que ver con el Madrileño bravo y efervescente del año pasado. Este no optará al Toro de Oro, pero Tiestero ya es un firme candidato. La única pega que tuvo fue que tras empujar con fijeza al caballo de Ángel Rivas y dormirse en el peto, salió tímidamente suelto. Aunque le faltara un punto de intensidad, en la muleta el toro fue tremendo. Por el son que tuvo, por cómo y hasta dónde se desplazó en cada embestida, por cómo colocaba la cara, por la superlativa fijeza, por el temple y el ritmo. Embestía con la dulzura de los elegidos y si sentía la exigencia, el mando y el poder de la muleta más se entregaba. Dejarle el engaño delante, llevarlo de arriba a abajo, embeberlo y no dejarlo pensar parecía la fórmula. Cada embestida mejoraba la anterior. La segunda mejor que la primera, la tercera mejor que la segunda. Apretarle era fundamental para encontrar el tesoro del fondo de unas embestidas de premio gordo. Bajo el son del majestusoso pasodoble 'Manolete', Perera hilvanó una faena que, de técnica y pura que fue, le faltó alma. Y por eso no llegó al tendido en plena su dimensión. La frialdad presidió todo salvo para los que degustaran la exquisitez de Tiestero. Perera dijo poco, aunque siempre tuvo las embestidas en la mano en faena larga en la que el gran protagonismo lo acaparó un toro que con sus ¡685 kilos! a cuestas administró su excelencia con el ritmo más prodigioso que ha caminado por La Glorieta en lo que va de Feria.
Tan lejos se vivió todo que sorprendió la petición del doble trofeo y la benevolencia del palco, porque antes ambos, público y presidente, habían estado enormemente parcos para reconocer la maravillosa faena de Borja Jiménez, al que trataron como a un desconocido. Pero el suyo es hasta ahora el trasteo de más sabor de lo que va de abono. Arrancó la obra apoyando en las tablas, para comenzar a caminar después ligando trincheras inspiradas y sabrosos derechazos. Tuvo mérito en la forma y en el fondo. Administró perfecto al toro, con pausas y tiempos muertos. Y rápido comenzó el toreo de relajo y hombros caídos con la derecha para que, asentado el toro, citar a derechas para cambiarse el engaño por la espalda y cuajar naturales prodigiosos. Por la manera en la que adelantó la muleta y se trajo al toro, asentadas las plantas, hundido en la arena y arrogante la figura. Los condujo hasta el infinito con la mano baja y tiró sin encontrar el final. Enterrado en la arena, surgieron desgarrados, poderosos, templados, con la seda y el mimo. Les faltó ligazón pero fueron tan profundos que aquello tuvo una dimensión mayor. Dos tandas sinceras y rotundas y la última con el desplante a cuerpo limpio ofreciéndole todo a ese Jaleante con el que se vació. La estocada no dejó dudas; la concesión de la oreja pareció un cortocicuito que lo apagó todo. Ni un pañuelo más, lógicamente tampoco el del presidente. Salió a por todas en el sexto. Un Madrileño arduo con el que tiró de recursos, entrega y valor. Le obligó a embestir y le dio forma a una faena que no tuvo poso pero sí forma y mérito. La Concha flamenca de la banda resultó formidable. Y con ella cruzó la línea de fuego con la muleta en la izquierda, buscando el pitón contrario con descaro. Tanto que así sí rindió amarró el triunfo que ya se había ganado tres toros antes.
Vellosino soltó cuatro toros de tremenda nobleza. Los cuatro primeros. El primero rompió con dulzura cuando sintió el poder de Perera;y a muchos sorprendió que Banderillero rompiera a embestir con ritmo y nobleza tras protagonizar una solemne salida de manso hasta que, en una de esas acometidas se encontró con Germán González en chiqueros y le propinó un puyazo que lo atemperó. Emilio lo saboreó con facilidad, arrogancia, se desmayó casi siempre toreando y se gustó en monumentales pases de pecho. Pero aquelló no alcanzó el éxtasis. Eso llegaría después, con los naturales de Borja y la excelencia de Tiestero.
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