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Damián Castaño, Diosleguarde, Pérez Pinto, Norte, Grande, Alejandro Marcos y El Capea, con el Balilla de la mano, en el minuto de silencio en recuerdo de las víctimas de la riada de Valencia. J. L.
La pasión marcó la diferencia con la DANA de Valencia en el recuerdo

La pasión marcó la diferencia con la DANA de Valencia en el recuerdo

La distinción de Alejandro Marcos y la arrebatada pasión y entrega de Julio Norte ponen el argumento al festival a beneficio de los damnificados por la DANAde Valencia en el que Sánchez Herrero e Ignacio López Chaves lidiaron los mejores astados

Javier Lorenzo

Alba de Tormes

Sábado, 30 de noviembre 2024, 23:20

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LA FICHA

  • Festival a beneficio de los damnificados de la DANAde Valencia.

  • GANADERÍA Reses, por este orden, de Carmen Lorenzo, costoso e informal; Ramón Rodríguez 'Espioja', flojo y sin entrega; Pío Tabernero, dificultoso; Sánchez Herrero, bravo y muy bueno; María Cascón, temperamental y geniudo; José Cruz, noble y con carácter; e Ignacio López Chaves, de nombre «Industrioso», vibrante y emotivo, que fue premiado con la vuelta al ruedo.

  • DIESTROS

  • PEDRO GUTIÉRREZ 'EL CAPEA' Media estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo).

  • DAMIÁN CASTAÑO Estocada (vuelta al ruedo).

  • ALEJANDRO MARCOS Pinchazo y estocada (oreja).

  • MANUEL DIOSLEGUARDE Dos pinchazos y estocada (oreja tras aviso).

  • ANTONIO GRANDE Dos pinchazos y estocada (ovación con saludos).

  • JUAN ANTONIO PÉREZ PINTO Estocada baja (oreja).

  • JULIO NORTE Estocada (dos orejas).

El triunfo de la tauromaquia no estaba en el número de orejas, en las verónicas ni en los naturales. Estaba en la grandeza y la humanidad de todos los que hicieron posible un festival que volvió a demostrar la solidaridad del toreo para quien más lo necesita: en este caso los damnificados por la terrible DANA que arrasó Valencia el 29 de octubre.

La tarde se vivió en un letargo en sus ciento primeros veinte minutos. Hasta entonces solo llamó la atención la torería, el gusto y el sabor de Alejandro Marcos, que había recibido con un sabroso manojo de verónicas a un fornido astado de Pío Tabernero de Vilvis. Se arrebató en el airoso quite por chicuelinas y, en el remate, dejó una ventana demasiado abierta, entre capote y torero, que sirvió para que torete descubriera al hombre propinándole una paliza monumental. Ni se inmutó. No perdió ni un ápice de torería. Tuvo el detalle de dejar su sombrero tras el brindis sobre uno de los remates del palco presidencial donde lucía una bandera de la Comunidad Valenciana y ahí sobraron todas las palabras. Un distinguido inicio y una primera tanda de derechazos atisbó las buenas intenciones del astado de Vilvis, que confundió. Un buen pitón derecho pero un izquierdo por donde pareció comerse al demonio. Dos tandas de gran dimensión del torero de La Fuente sirvieron para llamar la atención y, cuando iba lanzado, con el torero asentado y encajado en su figura, intentó un cambio de mano por el izquierdo y el astado hizo presa de manera violento. Otra voltereta portentosa. El torete buscó a su presa con saña en el suelo. No volvió la cara Alejandro Marcos que, lejos de amilanarse, siguió sobre las mismas premisas que lo hace distinto al resto. Pero aquello ya no cogió vuelo porque las buenas sensaciones que apuntó el novillo no fueron tal. Un pinchazo precipitándose dio paso a una buena estocada de las que fulminan los fantasmas.

Alejandro Marcos, en la vuelta al ruedo tras su actuación en el tercer novillo. J. L.

Hasta entonces, El Capea solo había podido poner solvencia con un astado de su ganadería que tuvo la virtud de humillar pero que resultó costoso e informal. Por su parte, las pocas fuerzas que tuvo el de Espioja las empleó para defenderse. Damián Castaño no terminó de encontrar acomodo con él salvo en algún natural de bello trazo en una obra irregular.

Salió un novillo excelente de Sánchez Herrero, que enamoró por su hechura. Diosleguarde le firmó un buen saludo de capa y un quite por tafalleras y caleserinas que tuvo su aquel. Convencido de la buena condición de su oponente a Diosleguarde le pudieron más las ganas que la precisión ante un gran novillo que, como bravo que era, no le regaló nada. Pedía precisión, mando, temple y pulso y no siempre llegó. Antonio Grande le puso demasiada violencia al geniudo juego de su rival que agrió cada vez más su arisca condición;y Pérez Pinto lidió a su oponente con solvencia, oficio y nada más.

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Pasadas aquellas dos primeras horas bajo una frialdad extrema en el ambiente salió el séptimo de lidia y con él un arrebatado Julio Norte que arrolló con todo. Desde las largas de rodillas, al efervescente saludo capotero donde ya nada hubo que, ni quien, lo frenara. Todo entrega, arrebato y pasión en lo que hizo. Le faltó bajarle, y bajarse, una velocidad. Arrollador. Y así despertó el entusiasmo de la parroquia que hasta entonces parecía no estar. Y sí, estaba. Lo que hasta entonces faltó fue pasión en el ruedo. Y esta la puso Norte desplegando su repertorio. No le importaron hasta dos fenomenales volteretas. Volvió loco a un novillo que tuvo su picante, su vibración y su importancia. Se lo pasó cerca y de todas las maneras. Por delante y por detrás, de pie y rodillas. Con la muleta entera unas veces y con solo media, otras, cruzó la línea de fuego.Desde que se abrió de capa hasta que enterró la espada en lo alto de certero volapié todo se vivió con frenesí. Suya fue la tarde.

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