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CIUDAD RODRIGO Lleno en los tablaos, en tarde soleada y templada, con 16º de temperatura.
GANADERÍA Novillos de JOSÉ ENRIQUE FRAILE DE VALDEFRESNO, bien presentados y de gran juego en conjunto. Con fortaleza y fondo el encastado 1º, que tuvo carácter; de excelente condición el 2º; le superó el 3º, que resultó extraordinario en todo y en todos los tercios, fue premiado con la vuelta al ruedo. Con distinguida calidad también el 4º. Soberbia novillada en conjunto.
DIESTROS
VALENTÍN HOYOS (Esperanza y oro) Estocada contraria y una veintena descabellos (silencio tras dos avisos).
MANUEL CABALLERO (Tabaco y oro) Ocho pinchazos y nueve descabellos (silencio tras dos avisos).
ISMAEL MARTÍN (Grana y oro) Gran estocada (dos orejas y rabo).
EL MENE (Grana y oro) Debutó con picadores. Estocada (dos orejas).
Con una novillada para el recuerdo debutó José Enrique Fraile de Valdefresno en el Carnaval de Ciudad Rodrigo. Fantástica. Por hechuras, por juego y por un comportamiento memorable, entre ellos el de un astado de bandera, al que le cortó el rabo Ismael Martín que se hizo el amo de la tarde desde que se abrió de capa y hasta que enterró la espada de una soberbia estocada; en tarde de pinchazos y avisos de Valentín Hoyos y Manuel Caballero, a los que se les escurrió un premio que no supieron amarrar.
Codicioso y humillador en el saludo capotero que tomó con ímpetu el primero, que salió suelto del segundo encuentro del caballo que decidió tomar por su cuenta. Apretó y sacó carácter en banderillas, antes de que Valentín Hoyos le brindara al doctor Enrique Crespo Rubio, que el año pasado le operó de una cornada en este mismo escenario. Trató de bajarle los humos en el inicio de muleta por abajo, pero no le terminó de salir limpio. El astado respondió bien cuando se le exigió y el torero mandaba y podía en cada embestida, pero no lo hizo casi nunca el torero. El novillo tuvo la virtud de humillar y de tener prontitud, el defecto de no rematar los muletazos por el pitón izquierdo. Al conjunto le faltó limpieza y eso jugó en contra para potenciar una cosa y corregir la otra. Sacó carácter y personalidad. Se excedió en la faena con exageración el torero de La Alberca y eso hizo que todo se le complicara aún más a la hora de entrar a matar. Lo pagó caro, y lo pudo pagar mucho más. El palco se lo recriminó después con dos avisos antes de que se atascara con el descabello y, tan exigente para otros juicios, esta vez le perdonó los tres avisos con el tiempo más que cumplido y un pañuelo de la mano que ya no se atrevió a sacar. El torero se llevó el berrinche igual.
Le puso sabor en los lances a pies juntos Manuel Caballero en el saludo, antes de que el pupilo de José Enrique Fraile empujara de lado y con desgana en su encuentro con el caballo. Tras un inteligente inicio por abajo, se centró el novillo y rompió a embestir, largo, humillado, profundo y repetidor. Estuvo inteligente el manchego al saber administrarlo muy bien en la primera parte del trasteo, con tiempos y pausas entre las series antes de meterse en profundidades y exigirle con mando y mano baja pasado el ecuador de la obra. Momento en el que demostró que embestía igual de bien por ambos pitones, incluso mejor aún por el izquierdo. A mayor exigencia por ahí, mayor entrega y recorrido en cada embestida de un utrero fantástico. La faena, larga y con virtudes, no terminó de despegar ni de conectar nunca. Los fallos con la tizona terminaron de tirarlo todo por la borda, no la grandeza de un novillo que mereció un final mejor.
Con tres largas cambiadas de rodillas, un sabroso saludo por delantales y un airoso recorte de remate mostró sus intenciones Ismael Martín. Ni una sola concesión. Todo entrega y actitud. El novillo empujó con codicia y clase en el caballo de Nicolás Martín, fijeza sobresaliente; mantuvo un excelente tranco, prontitud y alegría en banderillas, con las que el torero de Cantalpino protagonizó un tercio espectacular y brillante. Con las dos rodillas en tierra comenzó la faena manteniendo la ebullición de la caldera, un coso entregado sin reservas a la no menos entrega del torero, que no escatimó nada. Lo dio todo. La redondez que le faltó al conjunto fue en los momentos en los que le pudo más la entrega y la ambición que la cabeza. El de José Enrique Fraile de Valdefresno, bravísimo y de excelsa condición, resultó un dechado de virtudes. De codicioso que era, por el pitón izquierdo remontaba un poquito más y le costaba rematar los muletazos. El defecto perdonable derivado de una virtud. Un explosivo final con la muleta a la espalda y sin ayuda de la espada puso el frenesí a la faena, que entró en efervescencia después de una soberbia estocada que, en tarde de pincha uvas, sirvió para marcar aún más las diferencias con el resto.
Con la eficacia y la contundencia de la espada se subió al carro del éxito el debutante Iker Fernández «El Mene», que no fue poco después de la euforia desatada antes. El cuarto novillo se entregó con recelo en su capote y luego se dejó pegar y se durmió bajo el peto del caballo que montaba Ángel Rivas. Brindó a José Ignacio Sánchez, director de la Escuela taurina de Salamanca, donde se ha formado hasta ahora. Y firmó después un trasteo en el que sumó muchos muletazos a los que les faltó ángel, pecó de mecánico y fácil. Y eso no terminó de llegar al público que vivió la faena con demasiada distancia y frialdad. La certera estocada le puso el premio en sus manos. Un premio menor después de la explosión que se había vivido minutos antes y con la que Ismael Martín barrió a sus compañeros.
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