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Primer festejo de abono de la feria de Santiago. Casi tres cuartos de entrada en tarde lluviosa desde el segundo novillo.
GANADERÍA 6 novillos de Casasola, de preciosas y armónicas hechuras. Con fondo de nobleza y calidad.
DIESTROS
SAMUEL NAVALÓN. GRANA Y ORO Oreja tras aviso, silencio en el que mató por Marco Pérez, y dos orejas
MARCO PÉREZ. BLANCO Y PLATA Cogido en su primero y oreja tras aviso con petición de la segunda.
JAVIER ZULUETA. PALO ROSA Y ORO Silencio y silencio tras aviso.
La tarde no dio tregua. Ni en el ruedo ni el cielo. A la hora del paseíllo unas nubes cárdenas cubrieron Santander y cuando salió el primer novillo de Marco Pérez comenzó a descargar la lluvia. No fue lo peor... vendría segundos después. Había saludado el joven torero salmantino a Mordedor con las dos rodillas en tierra, sin llegar a sujetar las abantas embestidas, hasta que se centró en el mismo platillo por chicuelinas. Trató de atemperar la mansedumbre Alberto Sandoval en el encuentro con el caballo del que también salió de naja. Marco decidió dejarlo crudo, aunque llevaba ya el puyazo encima y bien sangrado. Se quedó solo el torero en los medios y se echó el capote a la espalda para quitar por gaoneras y, en la tercera, el torete, ligeramente gacho, abrochado de cuerna, largo como un tren y de formidables hechuras, salió escupido al terreno de chiqueros. Allí esperó a Marco Pérez que aguardaba un poco más afuera del tercio esperando la nueva acometida. Cuando se arrancó el de Casasola a la contraquerencia no hizo caso del toque del vuelo del capote, se le vino al cuerpo a discreción y se lo llevó por delante sin ningún miramiento. El impacto fue tremendo, cayó al suelo de mala manera y, perdida la noción de donde estaban cada uno de ellos, Marco Pérez cometió el error de levantarse en la misma cara del animal, que hizo presa de nuevo. Con más saña, con más violencia y con más poder si cabe. Lo lanzó de nuevo por los aires y en el suelo aterrizó de cabeza. Y de ahí de nuevo hizo presa, sin soltarlo. El torero quedó como un guiñapo en el suelo, inerte. Como si lo hubieran desconectado. La imagen fue terrible. Lo recogieron las cuadrillas del ceniciento ruedo de Cuatro Caminos y se lo llevaron a la enfermería 'off'.
La consternación y el impacto del público en los tendidos resultó escalofriante. Se palpaba la tragedia. A los pocos minutos salieron buenas noticias de la enfermería, donde había recobrado ya el conocimiento. Y, al poco tiempo, mejores noticias aún. El torero quería salir a matar su segundo novillo. Y salió. Para dar una imagen bárbara: de capacidad, de arrojo, de valentía, de compromiso, de valor, de entrega sin límites. Y eso fue lo que hizo, pasar todos los límites. Con la boca inflamada, con la nariz posiblemente partida, con un dedo roto, con otro del que le arrancó una uña, y con una paliza soberana en todo el cuerpo, de nuevo salió al ruedo.
Tenía todo que decir y lo dijo. Con autoridad, con mando y con verdad. Cuando salió el novillo quinto, Chicanillo, más atacado de kilos, más redondo, aunque menos fuerte que el primero, rompió una ovación del público, que a esas alturas ya se resguardaba bajo las gradas y andanadas. Templado de capote en el breve saludo, en el que apenas podía sostener el engaño con ese dedo lastimado, le soltó tela con autoridad. Y se olvidó de todos los dolores para pasar de nuevo las fronteras delbien y del mal, enfangado en pleno barrizal y bajo un diluvio casi torrencial.
La autoridad con la que abrió la faena en ayudados por bajo con la pierna flexionada resultó determinante. Y rápido se echó la muleta a la izquierda. Tres tandas y en la tercera un nuevo volteretón. Y otra vez a la cara como un Ecce Homo, con el impoluto terno blanco y plata hecho trizas, embarrado, ensangrentado. Recuperó de nuevo la verticalidad para asentarse sobre los riñones y cuajar tres tandas más de derechazos que resultaron primorosas. Por el encaje, por el temple, por el gusto, por el trazo, por la lentitud con la que lo trató y por la verdad con la que se lo pasó. Comprometido, ceñido y pasando la línea de fuego que solo cruzan los elegidos. Un primor. Y toreo caro. Gesto de figura máxima. Todo. Tres pases de pecho eternos, en cadena y ligados, sirvieron de epílogo. Y ahí llegó la estocada, pero se amorcilló el novillo. No cayó. Y tuvo que usar el descabello. Varios golpes le cerraron la puerta grande. Paseó una oreja. Ese verduguillo no le robó ni la grandeza que derrochó en Cuatro Caminos ni la autenticidad de todo lo que hizo. Marco se agigantó para demostrar que va muy en serio.
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