De Lolito a don Manuel

Lolito puso a todos de acuerdo en el quinto capítulo de la función de la que salió coronado como don Manuel. Volvió a los campos de Espioja con los gloriosos honores de un toro bravo, que fue lo que fue y lo que demostró ; más allá de que no acabara de entregarse en el caballo en una suerte en la que hizo la noria en torno al caballo cabeceando y haciendo sonar el estribo. Una mera anécdota, que no restó méritos a su condición porque antes y después resultó un toro de bandera. Lo hizo de salida con una aparición seria, alegre y despampanante. De inmediato se empleó con entrega en el capote de Raquel Martín que firmó un espléndido saludo a la verónica, ganándole pasos hasta los medios. Hasta la boca re riego llegó entregándose con categoría Lolito con una clase mayúscula en cada embestida. Le quitaron el diminutivo en el poderoso inicio de la faena que la joven de Santa Marta le impuso con autoridad y exigencia en los mandones doblones justo después de brindar la faena a Domingo López Chaves. De ahí en adelante esa intensidad y vibración no bajó porque don Manuel ya lo puso siempre todo en valor. Todo y cuanto hizo Raquel Martín, todos y cada uno de los movimientos del utrero de Espioja fueron de nota. Jamás se cansó de embestir. Cada embestida superó a la anterior. Tuvo duración, entrega, poder y clase en cada una de los infinitos viajes. Fue lo que hizo y fue también lo que incluso se llevó de nuevo al campo porque cuando apareció el pañuelo naranja al palco tras la aclamación popular aún tenía otra faena. Casi se indultó solo. Lo pasaportó con limpieza y buen gusto Raquel Martín, a quien le costó cruzar la barrera para buscar el pitón contrario y no citar siempre a la pala del pitón. Tras el cierre de la faena empezaron a pedir el indulto que cobró cada vez más autoridad. La faena, que empezó con altas dosis de intensidad, cogió velocidad de vértigo pasado el ecuador cuando la joven ya se desató y cuajó a placer por ambas manos.

Más obtusa estuvo Raquel Martín con el mansurrón segundo de La Campana; así la primera parte el protagonista era Julio Norte que estuvo espléndido para medir, cuidar, casi acariciar al inválido tercero de Ramón Espioja, que quiso más que pudo. Con él deletreó el toreo en una obra de poso y ciencia de joven valor. Ese temple y mente despejada le faltó en el sexto, cuando la tarde se había desatado y buscó más con el corazón que la cabeza unirse al triunfo con un buen novillo de Casasola que con los inoportunos enganchones terminó sacando carácter.

Sergio Pérez estuvo animoso con el primero y más serio, templado y reunido en el cuarto. El preámbulo de que Lolito saliera y se convirtiera en don Manuel, que se llevó todos los halagos y los parabienes de una tarde feliz.

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