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Ni siquiera las dos dantescas volteretas que sufrió en el quinto, cuando la tarde estaba ya casi condenada, sirvieron para sensibilizar los ánimos de una exigencia propia de esta plaza pero incomprensible con quien lo dio todo sin reservas y sin dejarse nada dentro. A Marco Pérez no le valió nada, le valoraron menos y frenaron con estrépito el broche de una carrera novilleril que le ha dado frescura al futuro del toreo. Eso a Madrid le debe de parecer mal. No es nuevo: quisieron quitarle lo que aún no tiene. Aquellas dos volteretas que ponían en evidencia el derroche de entrega que había caído en saco roto no sirvieron para cambiar el sino de una tarde que no fue lo que esperaban quienes venían a saborear un camino de rosas del torero salmantino. La dureza de Madrid es así de cruel y así de ingrata. La viven todas las primeras figuras. Y a Marco le exigieron como tal. La sufren también quienes incluso nada más empezar vienen a dar la cara sin trampa ni cartón. Toda esa acidez y amargura del tribunal venteño no justifica una mala tarde del torero salmantino con la espada, que hubiera callado bocas y apaciguado ánimos; que hubiera caldeado el helador ambiente que cortocircuitó en cuanto amagaba con lanzarse la tarde. Tampoco justifica los errores del torero cuando acortó terrenos e invadió dominios del toro con poco acierto cuando les pedían distancias. Ni son motivo para salvar la justa presentación de los tres primeros novillos que fueron protestados, serios por delante pero escurridos por detrás. De entrada no había que enfadar al aficionado más exigente cuando Marco Pérez ha demostrado que es capaz de imponerse a estos y a los padres de estos. Por tanto, no había razones para no tirar por arriba la novillada y no encrespar los ánimos a quien venía con la escopeta cargada. La raza, la entrega sin valorar ni reconocer y el derroche de todo no debe ser lastre si no estímulo para el futuro. Para aprender y para crecer también de las tardes sin brillo. Lo que pasó fue lo normal en esta plaza cuando llega un torero con mando, posibilidades y futuro. El camino sigue, Nimes espera y el toreo también.
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