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Cero inversión, cero ilusión

Javier Lorenzo

Salamanca

Miércoles, 6 de marzo 2024, 05:30

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Las novilladas no interesan. Ese es el mantra con el que nos han estado bombardeando los empresarios taurinos en las últimas temporadas. En espectáculo económicamente deficitario. Era otro de los argumentos para cercenar de raíz la proyección del toreo. El lleno de Olivenza del domingo les dejó en evidencia y puso en evidencia la falta de compromiso de quien mueve los hilos de este espectáculo. Con un nivel mediocre en su conjunto. Lo que realmente ha faltado este tiempo ha sido el compromiso por buscar nuevos valores en la guardería del toreo. ¿Qué hicieron las empresas en los últimos 25 años para que surjan nuevos valores? Cuatro letras lo resumen todo: nada. Solo supieron esperar a que un nuevo valor surgiera de la nada como surgen las setas. Eso sí, ahí los tienen a todos apuntándose ahora al milagro de Marco Pérez, al que todos quieren contratar. Y tras él los novísimos. Ese Javier Zulueta que maravilló en Olivenza y que tiene loca a Sevilla; ese Tomás Bastos que ilusiona a Portugal, ese Manuel Román como nueva esperanza cordobesa... Hay más. Estos son los cuatro, con cuatro conceptos diferentes, que llenaron Olivenza en una mañana maravillosa que abrió una ventana a ese futuro que nos pintaron de negro. Y lo hizo con la fórmula con la que siempre se cuidó a la cantera y que es la que da opción a generar nuevas ilusiones. Una novillada seria y bien hecha, con posibilidades que sirve para hacer el toreo y ver las opciones de los valores que quieren y pueden destacar. No hace falta envolver en tragedias las oportunidades para fulminar a los toreros antes de empezar, más si cabe cuando el casi imposible triunfo en esos escenarios tampoco les abrirá más puertas ni les darán más contratos. Ni eso, ni tampoco caer en el victimismo de la ruina ni de la falta de interés de las novilladas. El interés hay que trabajarlo, buscarlo, cuidarlo, promocionarlo y potenciarlo. Hay que apostar. El terrible problema es cuando esos empresarios, lejos de no apostar, ni siquiera creen en el futuro. El verdadero drama del toreo es estar en sus manos.

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