La Escuela brilla en La Glorieta

Los mejores muletazos de la tarde los firmó Salvador Herrero, la serie más rotunda y compacta fue obra de Jesús Yglesias y la faena de más mérito la trenzó Julio Norte. Al primer novillo le dieron la vuelta al ruedo pero el mejor, por bravo y noble, porque se entregó como ninguno y porque tuvo la excelencia en sus embestidas, fue el segundo. Aquellos brillantes pasajes con la mano izquierda que firmó Salvador Herrero al primero les faltó más ligazón; que fue lo que tuvo la soberbia serie de naturales en las postrimerías de la faena al segundo de Jesús Yglesias al que le costó tomarle el pulso y cogerle el tempo en la primera parte del trasteo, cuando la bravura de Relojero era efervescente. Encontró el tesoro al final, con el torete ya más aplomado.

El astado menos claro de los tres fue el tercero, llamado Mocho. Porque con el fondo de nobleza que tuvo todo el envío, a este le faltó mayor entrega y un poco de todo lo demás. Sin embargo, se encontró con la muleta poderosa de Julio Norte que, tras recibirlo a porta gayola y recetarle dos faroles de rodillas en el tercio, le hilvanó un gran saludo a la verónica. Se aturulló por el exceso de celo en las dos primeras series y, a partir de ahí, firmó una faena de mérito por la estructura, por ir creciendo y ir solventando dificultades a cada paso. En imponerse a la dificultad radicó el éxito y también en conseguir que el trasteo fuera a más. La rectitud y la lentitud con la que atacó con la espada también fue contundente.

Los tres alumnos de la Escuela recetaron tres grandes estocadas. Los dos lances de Salvador Herrero al que abrió función fueron de categoría;como el saludo a la verónica y los pases de pecho de Jesús Yglesias al Relojero con el que paró el tiempo al natural. Además sus ayudados por alto resultaron deliciosos, por cómo se enroscó el animal. A los tres se los llevaron a hombros con méritos sobrados más allá de derroche de trofeos que brotó del palco presidencial.

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