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Se desató la pasión por los toros en un certamen que fue creciendo en cada jornada y el día del broche reunió en los tendidos a casi cuatro mil espectadores que vibraron con otros dos sucesos de un ciclo floreciente en nuevas ilusiones de futuro. Otros dos novísimos, El Mene, que apenas lleva tres novillos lidiados en su vida, y Diego Mateos, que se enfrentaba al primero. Ambos rompieron el cascarón a lo grande.
El Mene dejó claras sus intenciones desde el minuto cero. Tuvo majestad todo lo que hizo, incluido el saludo de capa, y también desde el sabroso inicio de faena. Muy asentado siempre. Casi de primeras se llevó un seca voltereta de la que se levantó sin mirarse y sin hacer un solo aspaviento. Los remates de pecho siempre los buscó y se los sacó por el hombro contrario, en detalle caro. Como el toreo al natural que extrajo con gusto, aplomo y verdad. Transmitió verdad siempre y desprendió gusto y torería. Fue de lo más caro y verdadero del certamen. Como bravo que fue el novillo de Domingo López Chaves no se lo puso fácil en tablas en el final de la faena; y ahí arriesgó, apostó y venció en las luquecinas. Se tiró muy recto, lo mató sin puntilla y puso la plaza en pie y a sus pies. Torero en danza. El presidente se cerró en banda negando la vuelta al ruedo al único novillo al que se la pidieron en el certamen después de los dos regalos de las jornadas previas.
Con la plaza en efervescencia aún, Diego Mateos se fue a porta gayola como antesala de un gran saludo de capa que remató con larga cambiada de rodillas. Todo le salió perfecto, con el fallo de olvidarse del sombrero para torear de capa. El quite por chicuelinas y los airosos los remates fueron ceñidos y comprometidos. Noble y templado, al de Valrubio había que cogerle el ritmo, el pulso, el tiempo y las alturas perfectas. Y rápido dio con la tecla para demostrar que tiene empaque y gusto. Calma y asiento en todo cuanto hizo. Quiso hacer mucho y le salió casi todo. Fueron caros los naturales y artistas los pases de pecho de pitón a rabo que ligó. Torero a tener en cuenta. En el final de la obra pisó terrenos de compromiso con aplomo y seguridad. Se desenvolvió siempre por la plaza con desparpajo y desprendió siempre aroma de torería. Gratísima sensación de torero en ciernes.
Los hermanos Esteban y Manuel Tabernero firmaron un templado y precioso quite al alimón al primero; con este Esteban firmó un trasteo con altibajos, mientras que Manuel no logró limar la aspera embestida de su oponente, que le enganchó en demasía.
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