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Cuarto y último festejo del Carnaval del Toro. Festival con picadores. Tarde de lluvia intensa en segundo y tercer novillo. Lleno.
GANADERÍA Tres novillos de Alejandro Talavante, geniudo, arisco y muy complicado el 1º; noble el terciado y gacho 2º; y bueno el 3º. Y un eral de José Manuel Sánchez, noble y manejable.
DIESTROS
MIGUEL ÁNGEL PERERA Pinchazo hondo y estocada casi entera (ovación).
DANIEL LUQUE Nuevo en esta plaza. Estocada (dos orejas).
MANUEL DIOSLEGUARDE Estocada atravesada que asoma, cuatro pinchazos (ovación).
DAVID GUTIÉRREZ Triunfador del Bolsín Taurino. Estocada (dos orejas).
Las dos faenas de más mérito y entidad llegaron bajo el diluvio. No fue la granizada que descargó en Miróbriga veinte minutos antes del paseíllo, que se hizo bajo un sol de agua, pero si en el momento en el que otra nueva nube descargara sin piedad. Daniel Luque estaba entonces en acción ante un utrero con aspecto de eral, por lo terciado, por los pitones gachos y cubetos, y por la poca entidad que tuvo. Sin embargo, tuvo posibilidades y acabó rendido a la muleta impecable de Luque. Antes lo había pasaportado con un airoso quite por chicuelinas y después el trasteo de muleta estuvo plagado de matices técnicos, de una precisión superlativa, de un manejo de los tiempos, las distancias y las alturas bárbaro. Le dio categoría a todo lo que hizo y todo tuvo son, arrogancia, torería y distinción. Todo pudo quedar en segundo plano porque la lluvia entonces lo inundaba todo o calaba hasta los huesos a los otros valientes que no se movieron de los tablaos en plena descarga. Para ellos fue una faena deliciosa que fue premiada con justicia.
Al aguacero se impuso también la de Diosleguarde, de un mérito especial. De principio a casi fin, porque lo hizo todo perfecto menos la suerte suprema, donde lo tiró todo por la borda. Recibió a su oponente de rodillas con varias largas cambiadas, quitó por caleserinas y la faena de muleta tuvo, por encima de todo, firmeza. Y también arrogancia. Valor y mérito. Una entrega absoluta y un dominio aplastante. Un torero nuevo, renovado, más puro y más poderoso. Tiró muy largo de las embestidas por uno y otro pitón. Fue acortando las distancias a medida que avanzaba la faena y terminó metido entre los pitones sin una sola duda. Sin rectificar un milímetro cuando, una vez que daba salida al novillo, en la vuelta los pitones del toro, se encontraban con los muslos del torero que parecían de acero. La autoridad del torero fue sobresaliente, como la firmeza y el mando. Tanto derroche no mereció un broche tan negado con la espada. La primera estocada entró atravesada, sin muerte e hizo guardia. Luego llegó un rosario de pinchazos que lo fulminó todo. Quedó el poso de la faena y la rabia de la espada que le dio el disgusto de la tarde. Hubiera habido premio gordo.
Esas dos fantásticas obras tuvieron el atragantón de Perera con el primero, que fue una prenda. Tras un dificultoso saludo, en el que el utrero de Talavante no se entregó, terminó desarmando a Perera. Recibió el castigo en el caballo en el que empujó con la cara arriba y con genio. Y genio fue lo que tuvo de ahí en adelante, porque lo llevaba innato y porque nadie logró bajarle los humos. Se hizo el dueño de la situación el novillo ante una mala brega, con excesivos capotazos y ninguno bueno. Así llegó más incómodo y molesto aún a una faena que Perera inició consintiéndole demasiado y sin lograr de atemperar esa incómoda aspereza que lo puso todo a la contra, aún más cuando se sumó todo aquello a sus gazaponas embestidas. Incómodo, sin recorrido y reponedor no corrigió los defectos evidentes y la faena quedó en nada.
El encierro de Talavante solo se completó con tres utreros. A última hora se tuvo que tirar de un eral de José Manuel Sánchez, misma casa ganadera que la de Castillejo de Huebra que cautivó el domingo en este escenario. Sacó son, nobleza y facilidad en unas embestidas a las que le faltó humillación pero le permitió a David Gutiérrez, el triunfador del Bolsín Taurino, una faena inmensamente larga. La presidió un gran arrebato y entrega. Con gran disposición, en la que primaron las ganas a la limpieza. Cuando le tropezó lo solventó todo con coraje. Tuvo intensidad y eso fue lo que hizo que el público pidiera el doble trofeo que paseó con el orgullo de una tarde feliz.
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