Diosleguarde brama en La Glorieta
Actitud, compromiso, entrega y buen toreo del salmantino que firmó una contundente actuación que le valió el doble trofeo en la clase magistral del 40 aniversario de la Escuela de Tauromaquia, en la que Del Álamo y Grande pasearon un trofeo de un encierro de Los Requiles que no acabó de romper
LA FICHA
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Unas 5.000 personas, media entrada. Tarde calurosa, de nubes y claros. Clase magistral del 40 aniversario de la Escuela taurina de Salamanca.
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GANADERÍA: 6 novillos de LOS REQUILES, de armónicas y agradables hechuras, con cuajo y bella lámina. No terminó de romper el conjunto. Noble por el pitón izquierdo el 1º; apagado el 2º, sin entrega el 3º; inválido el 4º que fue devuelto por otro del mismo hierro que embistió a regañadientes; aplomado el 5º; y noble, con calidad y entrega el 6º.
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DIESTROS: JAVIER CASTAÑO - Pinchazo y estocada recibiendo descabello (ovación con saludos).
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MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ - Estocada (ovación con saludos).
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JUAN DEL ÁLAMO - Pinchazo y estocada (oreja).
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ALEJANDRO MARCOS - Pinchazo y media defectuosa, trasera, caída y atravesada (saludos).
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MANUEL DIOSLEGUARDE - Gran estocada (dos orejas).
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ANTONIO GRANDE - Estocada (oreja).
Con la actitud marcó la diferencia. Y con la entrega absoluta pidió que nadie se olvide él. Diosleguarde no tiene más que un contrato en agosto en Guijuelo y se aferró a esta cita de La Glorieta —con la que la Escuela de tauromaquia reunió a una doble terna de antiguos alumnos para celebrar el 40 aniversario de su fundación— para reivindicarse como hacen los toreros: con pasión, ganas, compromiso y buen toreo. Sin dejar una duda. Dándolo todo y gritando estar muy vivo y que no se da por rendido.
No había roto la tarde cuando entró en acción en el quinto capítulo, y se fue a portagayola a recibir a Isidrero, el novillo más basto, alto y más montado del armónico encierro de Los Requiles que se metía por los ojos solo con verlo. Sin embargo, el sexteto no terminó de romper, ni de entregarse ni de tomar las telas convencidas, hasta que salió el sexto. El de Diosleguarde no fue ni más ni menos que los demás. Pero Diosleguarde fue capaz de prender la mecha más que ninguno. No solo por el comprometido recibo capotero sino por todo cuanto hizo. Otra larga más de rodillas le endilgó en el tercio en el que mezcló los delantales a pies juntos con apasionadas chicuelinas y una serpentina de remate poniendo el frenesí en los tendidos. El respetable ya en alerta. Brindó la faena a Castaño, en un detalle de admiración cuando Javier está a punto de plegar las velas de una carrera ejemplar de entrega y compromiso con el toreo. Le puso todo Diosleguarde a un novillo aplomado y agarrado al piso, que se apagó pronto, pese a la nobleza y fijeza que siempre tuvo. Salió desentendido y sin entrega de cada muletazo en el que Diosleguarde buscó la apretura y la pureza tanto en la colocación como en el trazo. Fue recortando terrenos hasta meterse entre pitones navegando siempre con solvencia, firmeza y seguridad. Puso el epílogo con naturales de uno en uno con cite gallista, de hombros caídos, el palillo de la muleta vertical al suelo, sacando el vuelo para enganchar la embestida y tirar de ella ya con su oponente bajo mínimos. Como si le fuera la vida en ello, se tiró a matar con una tremenda rectitud y salió volteado de manera dramática, ileso por fortuna.
Más allá de la soberana paliza, amarró las dos orejas con el sabor de un triunfo legítimo.Javier Castaño abrió la tarde disfrutando al natural con largos muletazos a un Impagado que solo tuvo genio por el pitón derecho. Asentado y seguro, lo disfrutó por ahí y se metió en terrenos de cercanías, antes de echar las dos rodillas en tierra para ligar un circular interminable donde Castaño puso toda la pasión y energía que le faltó a su oponente. Miguel Ángel Sánchez firmó un buen saludo de capa a un Caradura al que se enroscó a la cintura en el remate con sabor. Aunque para gusto el quite por el mismo palo a la verónica: asentado, puro, de manos bajas con otra media soberbia, que fue de los pasajes de más luz de la función. Juan del Álamo fue todo pasión con un Macareno encabritado al que no le vino bien tanto arrebato y ansia del triunfo. El sobrero pareció comerse el mundo, y a todo el que tuviera delante, y no fue nadie.
No tuvo gracia, y Alejandro Marcos solo pudo ponerle elegancia y torería a todo cuanto hizo, que fue más de lo que tuvo el toro;mientras que a Antonio Grande le costó encontrarle el punto y el pulso a otro Carcelero que fue el de mejor fondo y condición. Fue todo entrega para humillar, pero pedía mando, mimo y temple, suavidad para poder, para embarcar y llevar hasta el final. Y a la vez todo pedía poder y mando. A esa exigencia respondía con entrega y profundidad. Fueron creciendo los dos cuando el torero encontró el tesoro. Lo saboreó con intermitencia y con sabor.
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