Damián Castaño, un atragantón sin premio en San Isidro
Damián Castaño se estrelló con un infumable encierro de Dolores Aguirre en Las Ventas donde firmó intensos pasajes ante el quinto, en uno de los pocos momentos de luz de una tarde en la que brilló el valor sincero y entregado de Juan de Castilla que pagó con sangre su titánico esfuerzo
LA FICHA
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16º festejo de la feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada en los tendidos (19.569 espectadores). Tarde veraniega y calurosa.
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GANADERÍA 6 toros de Dolores Aguirre, voluminosos y desiguales. Mansurrón y rajado el boyancón 1º; noble pero sin fortaleza el 2º; artero, peligroso, con poder y malas intenciones el 3º;probón, agarrado al piso y orientado el frenado 4º;manso poderoso el 5º; y deslucido, andarin y sin fijeza el 6º, que se rajó con escándalo.
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DIESTROS
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FERNANDO ROBLEÑO CHAMPÁN Y ORO Dos pinchazos y estocada baja (silencio);y estocada baja y atravesada y dos descabellos (silencio).
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DAMIÁN CASTAÑO SORAYA Y ORO Estocada casi entera delantera, caída y defectuosa (silencio); y pinchazo y estocada (saludos).
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JUAN DE CASTILLA GRANA Y ORO Gran estocada (vuelta al ruedo); y dos pinchazos defectuosas (silencio.
De los tres primeros toros, el que menos dolores dio fue el de Damián Castaño que sin embargo, fue el que más precisión pidió. Burgalés necesitaba pulso y tino para poderle sin que se enterara, para convencerle sin que se sintiera podido, para hacerle creer que no se podía rendir en la batalla. El tacto para imponerse y para mantenerlo en pie en todo momento, porque ese fue el lastre del toro de Dolores Aguirre, la falta de fortaleza. Un toro engañoso y con demasiados registros con el que Damián Castaño no terminó de conectar con el público en una faena basada por el pitón derecho en el tercio, fuera de las rayas. Le faltó acople y ritmo en los primeros muletazos; flojeó en la segunda tanda el toro en la que a Damián le faltó medida para no abusar del metraje en los muletazos de las tandas. La faena entró, a partir de entonces, en una cuesta arriba que no llevó ya a buen puerto porque entonces ya la parroquia había desconectado pese al tesón del torero. En las postrimerías, ni uno ni otro terminaron de entenderse cuando lo intentó con la zurda.
Mucho mejor estuvo con el quinto. Un toro de imponente presencia, por cuajo, hondas hechuras y fenomenal remate envuelto en su capa melocotón. No disimuló su mansa condición desde que apareció y así lo mantuvo en los últimos veinte minutos de su vida. Sacó movilidad y transmisión en la brega de Rubén Sánchez. Y a ella se aferró Damián Castaño para la faena de muleta. Con la mano izquierda de entrada y sin probaturas arrancó en los terrenos del tercio del tendido 7. Meritorio Damián, desigual el toro siempre. Cambiante en cada paso no regaló nada. Todas las embestidas tuvieron densidad, fuerza y drama. Apostó el torero por la media distancia en el cite para aprovechar las inercias y para oxigenar a un toro que pedía guerra sin quererla realmente. Le exigió con muleta firme y templada, esperándole y presentándosela muy baja aprovechando un ligero toque para fijar la embestida con verdadero mérito. Fue uno de sus detalles caros. Pasado el ecuador le costó más al toro y más si cabe cuando Damián lo intentó más en la vertical de las tablas que en la horizontal que pedía su oponente. Los que iban hacia dentro se los tragaba con franqueza, en los otros le hacía tragar quina. En los detalles finales, trincheras y cambios de mano, buscó relajarse el torero. Firme, entregado y ofreciéndole el pecho siempre en los cites, Castaño lo dio todo. El cierre de faena, ya muy cerca de las tablas, disparó la intensidad. Con torería, asiento y entrega le robó media docena de muletazos con gran sabor. Fue una faena meritoria y a más que se vio frenada por un pinchazo previo a la estocada.
Robleño alternó los pitones para tratar de meter en la muleta a un toro mansurrón, huidizo y sin entrega, el primero, al que consintió mucho el veterano diestro madrileño que ganó la batalla a un toro que rápido se rindió. El cuarto fue una prenda que no mereció estar delante de él ni tres segundos. Y Robleño le dedicó más tiempo con una apuesta en vano.
Arrojo, disposición, valor y mérito tuvo la faena de Juan de Castilla ante un marrajo de Dolores Aguirre que se lo hizo pasar muy mal, por su incertidumbre y por sus arteras embestidas. Sufrió una horrible y fuerte voltereta en el primer muletazo de la faena en la que el toro no hizo caso a los engaños y se le fue al cuerpo de manera asesina, en el suelo hizo presa y la paliza resultó monumental. De ahí en adelante el colombiano fue todo firmeza, asiento, entrega y valor para imponerse a las tarascadas recelosas de su oponente. Lo mató de una gran estocada. Con dos cornadas salió de la enfermería para recibir al sexto en la puerta de chiqueros; y ahí terminó todo ante otro mulo sin opciones de una mala corrida de toros que lo tiró todo por la borda.