El corazón en un puño
Titánico Damián Castaño con un toro muy fiero de Miura con el que reapareció de manera heróica solo cuatro días después de la cornada de Mont de Marsan firmando una faena vibrante, emotiva, sincera con la que encogió el alma al público de Cuatro Caminos que le otorgó una oreja de oro
LA FICHA
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Santander. Martes, 22 de julio Cuarto festejo de la feria de Santiago. Tarde soleada. Casi lleno en los tendidos.
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GANADERÍA 6 toros de Miura, de buena presencia y espectaculares capas, devuelto el 1º por inválido y se corrió turno y en su lugar salió el cuarto, noble pero a menos que tuvo escaso fondo; noble pero sin entrega ni humillación el 2º; fiero y peligroso el exigente 3º; sin soltarse el poderoso y exigente 4º, cinqueño de El Pilar, que tuvo corto recorrido; violento y orientado el duro 5º, se puso pronto a la defensiva y muy complicado; y noble y pastueño el bondodoso 6º.
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DIESTROS
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MANUEL ESCRIBANO Verde y oro Pinchazo y estocada (ovación con saludos); y pinchazo y estocada (ovación tras aviso).
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DAVID GALVÁN Lila y oro Estocada casi entera tendida (ovación con saludos tras leve petición); y estocada enhebrada (silencio tras aviso).
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DAMIÁN CASTAÑO Blanco y plata Pinchazo y estocada (oreja); y pinchazo y estocada (oreja y vuelta al ruedo tras petición).
Los dos pitones de Granujito fueron dos dinamitas y el ruedo de Cuatro Caminos parecía estar sembrado de bombas en un pasaje épico. En ese escenario Damián Castaño mal apoyaba su pierna derecha remendada con una tremenda cicatriz después de que un toro de Escolar le abriera el gemelo hacía solo cuatro días. La herida sin cicatrizar, los dolores en plena efervescencia y una infiltración minutos antes del paseíllo en busca del milagro. Para más cojones el toro más fiero de la miurada fue ese Granujito que salió al ruedo como tercero para que Damián Castaño se reencontrara con el toreo que no le deja otra cosa que pegar tragos de amargura sin saborear un solo pastel.
Ese miura de la nueva bienvenida era el peor que le podía tocar a quien llegaba entre algodones. Si se hubiera rezado para que saliera un toro a modo, ese dibujó el contrapronóstico a la perfección. Porque la movilidad que tuvo Granujito estaba carente de entrega, saltaban chispas en cada embroque, era todo violencia, intensidad, rebañaba en cada envite y hacía de aquello una auténtica batalla campal. Fortaleza sin entrega, poder sin horma; la movilidad más desordenada y el caos total en cada embestida que era lo opuesto a cualquier atisbo de armonía. No había tregua. A todos esos indómitos y descompuestos viajes tampoco ayudaba la muleta sin mando de Damián Castaño que ante tanto movimiento tampoco era dueño de un cuerpo que no hacía suyo por el dolor de una pierna de trapo. Sin embargo, fue todo verdad, sinceridad. Entrega, actitud y honestidad. Lo dio todo sin filtro ni reservas. Se quedó quieto como pudo y como toda la violencia del Miura se tocaba y se hacía sentir en cada en cada uno de los milímetros en los que se desplazaba, hacía que ese peligro casi se tocara. Puso a toda la plaza en un estado de ansiedad que si difícil era dominar sentado en el tendido, figúrense delante de aquella bestia a la que además Damián lució siempre en la larga distancia. Se dejó venir aquel toraco muy de largo para tratar de aprovechar las inercias de un toro que tenía todo menos entrega. Por eso se multiplicaban las emociones que saltaban a borbotones.
En pleno fragor de la batalla en la tercera tanda el toro se lo echó a los lomos. Damián salió ileso de milagro pero con el cuerpo hecho trizas y más magullado si cabe. Volvió a la cara con idéntica intensidad, con la misma verdad y grandeza de quien estaba convencido de que era una tarde para entregar la vida sin trampa ni cartón. Y así lo hizo. El pinchazo previo no importó, al segundo envite tiró al toro sin puntilla y fue como el triunfo de la liberación. De sentirse vivo y también triunfador. Resultó épico todo aquel torrente de emociones.
Escribano estuvo milimétrico, templado y perfecto con el noblón miura que abrió la función; y entregado, poderoso y honesto con el sobrero de El Pilar que tuvo mucho que tratar. David Galván trató muy bien a sus dos toros, noblón sin entrega el segundo y arduo el quinto. La espada diluyó el premio.
El sexto fue el angelito del envío. Un buen tipo. Un toro paciente, ordenado, tranquilo, dulce noble y acompasado. Con él se relajó Damián Castaño, que asentó los pies en el suelo para saborear todas y cada una de aquellas almibaradas embestidas. La calma tras la tormenta... Y la disfrutó más si cabe Damián. Del primer pinchazo salió con el chaleco hecho trizas, de la segunda estocada el toro cayó herido de muerte a sus pies. La petición del tendido no se animó lo suficiente para saborear la puerta grande, pero la vuelta al ruedo resultó de clamor, auténtica. Puso más en valor la tarde titánica de un torero que dio un paso adelante y conquistó una plaza que ha hecho suya y que vivió su presentación con el corazón en un puño.