Borrar
Pase cambiado por la espalda de Ismael Martín a Soviético, el tercer toro de Garcigrande. ALMEIDA
Una brillante rivalidad

Una brillante rivalidad

Ismael Martín sale bendecido de La Glorieta con tres orejas después de una reveladora actuación en la corrida concurso de ganaderías en la que El Capea y Puerto de San Lorenzo rivalizan con autoridad,y en la que Borja Jiménez cierra una Feria rotunda y sincera con otra puerta grande

Domingo, 22 de septiembre 2024, 23:04

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Opciones para compartir

LA FICHA

  • Más de media entrada.

  • GANADERÍA Toros de El Capea, con calidad; Puerto de San Lorenzo, muy completo, noble y de excelente calidad; Garcigrande, con nobleza y movilidad; García Jiménez, manso; Olga Jiménez, manso encastado; y Lorenzo 'Espioja', deslucido.

  • TOREROS

  • MANZANARES Nazareno y oro Atravesada que asoma y estocada (saludos); y pinchazo, atravesada que asoma y estocada (silencio).

  • BORJA JIMÉNEZ Azul añil y oro Estocada baja (oreja);y media y descabello (oreja tras aviso).

  • ISMAEL MARTÍN Blanco y oro Estocada (dos orejas);y estocada (oreja).

Botijero y Cuba, de El Capea y Puerto de San Lorenzo dividieron las opiniones con dos excelsas versiones del toro bravo. El segundo tuvo más fortaleza que el primero; el primero fue mejor, tuvo más entrega y alegría en el caballo que el segundo; y el segundo tuvo más fondo, duración e intensidad que el primero. El de El Capea se acabó antes, el de El Puerto duró más. Botijero se llevó el premio, aunque el público protestó la deliberación del jurado. La corrida concurso mantuvo el interés de principio a fin. Porque cuando no embistieron los toros lo hicieron los toreros. Los tres se comprometieron con la tarde, el primero Manzanares, que dio el paso al frente de lucir los toros en el caballo y lidiar con precisión. Le siguieron Borja Jiménez e Ismael Martín. El primero cerró un Feria redonda y el de Cantalpino sale como nuevo ídolo de la afición charra.

La tarde se descorchó pronto con Botijero, que resultó un súper clase, arrancándose pronto y alegre en el caballo y desbordando calidad en la muleta. Manzanares se lo hizo todo a placer, no solo para mantener las virtudes sino para potenciarlas. Y, sobre todo, administrarlas, en las pausas, tiempos y el metraje de las series. Llevándolo en línea en las primeras y exigiéndole ya en curva de la embestida en torno a su figura en la quinta que fue la más redonda, la más lograda, intensa y cuajada. El toro ahí se entregó con una calidad y nobleza superlativa. Pero no tuvo más.

Cuba, el segundo, de Puerto de San Lorenzo resultó un toro imponente. Una despampanante hechura, largo como un tren, cuajado, hondo. Con una cornamenta engatillada, estrecha de sienes y de gran seriedad. Un señor con toda la barba. En un recorte en el saludo de capa el toro dobló el cuello, se empleó de forma bárbara y descolgó de manera reveladora. Fue el presagio de lo que vendría... Tito Sandoval lo cuidó en el doble castigo con milimétrica precisión. Y de ahí en adelante Borja Jiménez se lanzó sin red. Primero por abajo con la pierna flexionada, después con las dos rodillas en tierra. Cuba no regalaba nada si no lo llevabas, pero ante la exigencia lo daba todo. Por el derecho, por el izquierdo no fue igual. Pareció pedirle mucho Borja al toro de inicio, pero el toro ni se rindió ni acabó. Derrochó entrega por ese pitón derecho, Jiménez asentó los pies, se cayó de hombros y exigió con la mano baja en series en torno a su figura muy exigentes. El toro las aceptó y se entregó en todas. Borja brillante, Cuba intenso en su nobleza. Oreja rotunda.

Esos dos fueron los toros de la corrida, en los otros cuatro hubo que buscar en sus registros y sacar el manual de instrucciones. A Soviético, de Garcigrande, que tuvo nobleza y movilidad, pedía imponerse, someterle, taparle mucho y bien siempre la cara y tirar de él en su movimiento. No siempre lo hizo Ismael Martín que cambió esa fórmula por una sinceridad apabullante asentada en un valor estremecedor. Tanto que la faena se vivió en un ¡ay! por la firmeza, por la disposición y la entrega absoluta. Ni una duda. Por eso el toro se sintió podido. Desde los tres cambiados por la espalda iniciales en los medios a la rectitud con la que se tiró a matar. A puro huevo, todo verdad. El toro era agradecido cuando sentía el dominio, Ismael aguantó unas miradas que no le asustaron nunca, tampoco que los pitones le rozaran el bordado de terno de estreno. Navegó con solvencia. No parecía llevar solo cuatro corridas de toros, en La Glorieta se hizo mayor de verdad y dio un paso de gigante. Con ese toro y con el sexto, el Torerito de Espioja, el de la polémica que causó la ausencia en los carteles de Juan Ortega y que abrió la puerta a Ismael Martín para consolidar una nueva ilusión en el toreo de Salamanca. La solvencia, la capacidad y soltura con la que enceló y sujetó las abantas embestidas del pupilo de Espioja fueron reveladoras; el temple con el que se gustó, fantástico; el explosivo tercio de banderillas, colosal; y el asentamiento después con la muleta para buscarle las vueltas e imponerse a un toro agotado, afligido y agarrado al suelo, distinguido para buscarle las vueltas, cruzar la línea de fuego y redondear una tarde feliz.

El manso cuarto nada quiso saber del caballo y esa reticencia sirvió para degustar el sabor campero y la maestría de Paco Cenizo de cómo mover y torear con un caballo de picar. La gloriosa collera de picadores de Manzanares había permitido al aficionado deleitarse antes con dos soberbio puyazos de Óscar Bernal, aunque no se tuvo que emplear a fondo para tirar el palo y clavar con precisión en todo lo alto. A ese toro le costó tomar la muleta siempre aunque cuando arrancaba lo hacía con intensidad y nobleza. En faena sin eco ni continuidad, Manzanares firmó media docena de naturales bellísimos en los primeros compases pero aquello no explotó y todo quedó en nada.

Sosito, de Olga Jiménez, el quinto, quedó rápido fuera del concurso al mostrarse remiso en varas: un solo puyazo. No quiso. Borja Jiménez le bajó los humos con un poderoso inicio con muletazos por abajo con la pierna flexionada ganándole pasos y saliéndose al tercio. Codicioso y humillador, el toro tuvo transmisión y emoción. Bajo los sones de Ópera flamenca, el pasaje fue vibrante porque al dejarle la muleta en la cara no dejaba de embestir. Esa era el secreto, aguantar la primera tarascada y dejarle el engaño adelante para que no viera otra cosa y tirar de él. Los ayudados finales tuvieron encaje, sabor y torería.

Borja e Ismael, Botijero y Cuba le dieron el argumento feliz a una tarde con polémica, diversión y triunfo. Un final de Feria con todos contentos y la explosión de otra puerta grande que, en los aledaños del coso, se convirtió esta Feria en un acontecimiento de pasión y admiración por los toreros.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios