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'Día Cero' es la serie del momento. Desde su estreno, ha permanecido en los primeros puestos del top 10 de series de Netflix a nivel global y en España. De hecho, en nuestro país solo compite con 'Metamorfosis', la serie documental sobre Aitana, la estrella del pop español 'nacida' en 'Operación Triunfo'.
Ha sido una de las apuestas fuertes de la plataforma este año, prueba de ello es que está protagonizada por la superestrella de Hollywood Robert De Niro, la primera serie en la que debuta el actor, quien da vida al expresidente ficticio de los Estados Unidos George Mullen.
A este hombre se le encomienda investigar urgentemente el origen de un ciberataque que ha afectado a las redes de transporte del país, lo que provoca miles de muertes y tras el cual un preocupante mensaje llega a los teléfonos móviles de toda la población anunciando que se va a volver a repetir próximamente. Esta comisión especial se llama 'Día Cero' y busca encontrar a los culpables. George Mullen es una figura que aporta estabilidad en este panorama extremo: el pueblo americano confía en él y puede frenar la histeria colectiva.
Esta situación pone de manifiesto rápidamente los problemas actuales: la desinformación, el fanatismo mediático, la polarización y el incesante descrédito de las instituciones y los gobiernos, un caldo de cultivo para que extremistas y radicales se hagan con el poder.
En un primer momento, entran en juego personajes cruciales: la mano derecha de George Mullen, Roger, que es además su yerno; Carl, del Departamento de Justicia y clave en los servicios de inteligencia ligados a descubrir la verdad; Evan Green, un presentador de televisión con un grupo de espectadores fanáticos que lo siguen por sus bulos y sensacionalismo; y la familia de Mullen: su mujer, su hija Alexandra, también congresista, y su difunto hijo, quien se suicidó cuando él era presidente de Estados Unidos.
Mullen confía ciegamente en Roger, pero en realidad, este es un político muy ligado a la corrupción y a empresarios e inversores que le piden que desvíe la atención hacia Rusia, para que se considere que el ataque proviene de ese país, ya que están interesados en el petróleo ruso. Las pistas falsas de este personaje entorpecerán las pesquisas del equipo de Mullen.
Sin embargo, la investigación avanza y se descubren nuevas pistas que descartan la hipótesis de que Moscú está detrás del ataque. Además, entra en juego otro personaje muy importante: Valerie, la exasesora con la que Mullen fue infiel a su mujer. Ella vuelve a la política para apoyar de nuevo al expresidente en la comisión, lo que resta poder a Roger. Sin hacer spoilers, la serie desvela que el ciberataque provendría de importantes figuras nacionales, lo que empuja a Mullen a un dilema extremo: si revela la verdad, la polarización y la agitación social aumentarán, y su familia se verá en riesgo; si miente, los responsables del genocidio quedarán impunes.
La ficción deja entrever cómo la política se convierte en un mundo donde muchas veces las personas buscan satisfacer sus intereses personales a través de la corrupción y mantenerse en el poder, intentando generar un discurso con el que convencer a sus votantes y aplastar a la oposición, más que centrarse en mejorar el país. No obstante, si se adopta el papel de abogado del diablo, se podría argumentar que la población general es una masa heterogénea difícil de manejar, a la que, en ciertos casos, se le debe ocultar información para facilitar las operaciones gubernamentales y mantener la estabilidad del país.
Sin embargo, esta táctica no siempre se usa con fines altruistas, sino por beneficio propio, lo que implica que deben existir límites a la mentira y la ocultación. Unos límites difusos de los que muchos se aprovechan para sembrar la incertidumbre sobre qué es moralmente correcto o no, o si es legítima la tortura o el asesinato en casos extremos. La presidenta de los Estados Unidos resume muy bien este conflicto con una frase que le dice a Mullen: «Tú me dijiste una cosa que me marcó: nuestro trabajo es gobernar el país tal como es, no como desearíamos que fuese», concluyendo: «La verdad no siempre es lo más importante».
La serie logra mantener vivo este conflicto gracias a los remordimientos de Mullen por su pasado (la infidelidad con Valerie, el suicidio de su hijo…), los pactos entre el espectador y los guionistas, a quienes se les revela más información que a los personajes sobre las conspiraciones y mentiras; el clima de tensión extrema que se vive en la población, incrementado por el sensacionalismo de los medios de comunicación y las redes sociales, que entorpecen los comunicados del gobierno; y las alucinaciones y pérdidas de memoria del protagonista, que podrían ser provocadas por la demencia o por un arma gubernamental.
Un sinfín de situaciones, personajes, conspiraciones, mentiras y recuerdos que hacen más compleja la trama y transmiten el mensaje de que, en política, nada es sencillo, y menos en el clima de tensión y polarización que se vive actualmente.
La impecable actuación de Robert de Niro y el resto de personajes eleva la calidad de esta ficción, afianzando el realismo y tensión que la engloba la serie, perfecta para devorar en un fin de semana.
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