«Miro a mi alrededor y veo todo negro»
Los graves incendios de Cipérez y El Payo han calcinado miles de hectáreas dejando un reguero de destrucción en el paisaje de la zona. Aquellos que vieron las llamas de cerca cuentan cómo vivieron las horas más complicadas
Salamanca
Martes, 19 de agosto 2025, 06:00
“El jueves tuvimos fiesta en la ermita, rodeada de naturaleza, y ahora no queda nada”. Con alivio ante la situación ya controlada, pero con la tristeza de que el paisaje no volverá a ser como antes en un largo período de tiempo, así explica Iván Calvo, alcalde de Villaseco de los Reyes, la dramática situación vivida el pasado viernes, día 15. El día festivo se tornó gris por el humo durante la tarde, naranja con las temidas llamas que arrasaban por la noche y negro al día siguiente, un color que se quedará impregnado en las vidas de los vecinos durante mucho tiempo.
Unas 150 personas fueron desalojadas de sus hogares en este municipio ante la proximidad del fuego y trasladadas hasta albergues preparados para este fin en Ledesma. Pudieron volver a sus casas sobre las 22:00 horas del domingo, cuando el incendio bajó al nivel 1 de peligrosidad. Villaseco de los Reyes fue la última parada de un fuego que parecía incontrolable a pesar de los 67 medios que participaron en su extinción y de la ayuda de los vecinos que intentaban salvar su tierra.
Las cifras arrojan la triste realidad: con más de 10.000 hectáreas calcinadas, se ha convertido en el incendio con mayor superficie afectada en la provincia desde que hay registros. El fuego recorrió 25 kilómetros en línea recta, impulsado por las fuertes rachas de viento que aceleraban el avance del frente hacia el norte, hasta que el embalse de Almendra consiguió frenarlo de madrugada. Unas llamas que comenzaron horas antes en el municipio de Cipérez.
De allí es José Manuel Hernández, quien poco después de la hora de comer se enteró, como el resto de vecinos, de lo que estaba ocurriendo en su municipio y no dudó en ir a ayudar. Más lejos se encontraba Ricardo, uno de sus hijos, quien también acudió al lugar tan rápido como pudo. “Estaba con su pareja disfrutando de unas fiestas a 50 kilómetros de aquí y, en cuanto se enteró de que había fuego, vino a Cipérez”, cuenta José Manuel.
Mientras sofocaban las llamas en uno de los varios focos activos que había en los momentos más complicados de la tarde, cerca del municipio, Ricardo se vio sorprendido por un cambio en la dirección del viento. “El fuego se vino hacia él y, para escapar, tuvo que saltar una pared de piedra que divide las fincas. Con las prisas, cayó mal y se dañó la pierna. Aún no saben si es rotura o una lesión menor cerca de la rodilla”, expone su padre.
José Manuel Hernández confiesa que sigue impresionado ante la magnitud del incendio que se originó en San Cristóbal de los Mochuelos, dentro del término municipal de Cipérez: “Tengo 66 años y nunca había visto un fuego como este. La velocidad que traían las llamas, cómo teníamos que correr para atrás, o la impotencia de no poder apagarlo porque se volvía a encender enseguida… era muy peligroso”.
Por otro lado, asegura que su hijo y él no realizaron ninguna heroicidad, sino que todo el pueblo —cuya población aumenta considerablemente en verano y aún más estos días con la llegada de las fiestas del próximo fin de semana— se unió para luchar contra las llamas: “Había muchísima gente colaborando, un 10 a toda la gente que ha estado. Dicen que los fuegos tienen que apagarlos los bomberos, y tienen razón porque es su trabajo. Pero si no fuera por la gente que viene a ayudar, no se apagarían en condiciones”. Además, relata que en el pueblo sigue oliendo a humo tres días después y que la tristeza es generalizada: “Miro a mi alrededor y veo todo negro. Siento tristeza en todos los sentidos”.
Francisco Alonso, el alcalde de Cipérez, habla de una “calma relativa” tras la odisea que supuso extinguir el fuego durante el fin de semana —que parecía reactivarse en la tarde del domingo, aunque finalmente quedó en un susto—, pero advierte que ahora llega el momento de hacer balance de los daños que han dejado las llamas en el campo y en las explotaciones ganaderas.
En El Payo, la situación también está controlada. El fuego se originó casi de forma simultánea al de Cipérez, alrededor de la una del mediodía del viernes, y solo unas horas después obligó al desalojo de la localidad ante la proximidad de las llamas. Más de 1.500 personas fueron evacuadas hasta Robleda y Fuenteguinaldo y, aunque ninguna vivienda se vio finalmente afectada por las llamas, lo cierto es que ardieron unas 3.500 hectáreas de monte en el que predominan pinos y robles. “Hubo momentos de tensión porque el fuego llegó prácticamente hasta el puesto de mando”, explica Agapito Pascual, alcalde de El Payo.
La bajada de las temperaturas ayuda a apagar los focos calientes, pero aunque las llamas vayan desapareciendo, llega el momento de recapitular. Un momento duro para unos vecinos que ven cómo el paisaje que les acompaña día a día quedó reducido a cenizas en cuestión de minutos.