La Virgen de Salamanca que sufrió una restauración aún peor que la de La Macarena
El hermano mayor afirma que su cara no tiene nada que ver con la original, como recoge una sentencia judicial, y el hijo del artista que la talló señala que le cambiaron el rostro «de tapadillo» para darle «un aire más andaluz»
«Se la llevaron a Sevilla en verano, de tapadillo, medio a escondidas, para darle un aire andaluz, como si aquí en Castilla y León no tuviéramos tradición de Semana Santa, con autores como Gregorio Fernández o Juan de Juni. Cuando regresó le habían cambiado las cejas; la nariz era diferente; la boca estaba más abierta; le habían puesto los dientes...», recuerda indignado José Ignacio, el hijo de Damián Villar, escultor ya fallecido que talló Nuestra Señora de la Esperanza, una de las imágenes titulares de la Hermandad Dominicana de Salamanca y que más devoción genera en la ciudad. Su controvertida restauración hace casi 24 años recuerda a la polémica que ahora envuelve a la Esperanza Macarena de Sevilla, que el pasado fin de semana se sometió a tres restauraciones en menos de 24 horas y que ha provocado protestas de los devotos y dimisiones en la junta directiva de la cofradía. «Lo de La Macarena de Sevilla es distinto. En su caso, la imagen recuperará su rostro. Pero a La Esperanza la cambiaron completamente. Bueno, la sentencia dejó claro que se trata de una imagen rehecha. No tiene nada que ver la imagen actual con la de antes de la intervención», reconoce el actual hermano mayor de la Hermandad Dominicana de Salamanca, Delfino Gómez.
«Realmente le han tallado otra vez la cara. Si no les gusta que no la saquen y esculpan una nueva virgen, pero no pueden modificar la obra de mi padre a su antojo», denunciaba el Domingo de Resurrección de 2002 José Ignacio Villar en LA GACETA tras haber visto desfilar la imagen días antes por la calle. «Una vez modificada la obra, la única opción que nos queda es la vía judicial», aseguraba. Y así fue. La familia del artista acudió a los tribunales. El 27 de febrero de 2004 el Juzgado de 1ª Instancia de Salamanca número 6 falló a favor del escultor que había fallecido meses antes. Consideró que la Esperanza había sido «recreada». Pero solo estimó en parte su petición. El magistrado condenó «a la parte demandada a abonar al actor, en las personas de sus sucesores comparecidos, la cantidad de 6.000 euros». La cuantía representaba una octava parte de la que reclamaron los hijos de Villar. El magistrado entendió que el cambio de cara «no afectó a la veneración». Cuatro meses después, la Audiencia Provincial desestimó los recursos presentados contra el fallo y confirmó la sentencia.
«El juez nos dio la razón, dijo que se había retocado, pero que la hermandad tampoco lo había hecho con mala intención», recuerda Ignacio Villar. «Yo lo único que quería era dejar claro que una obra de arte, un paso de imaginería, no se puede tocar ni manipular sin el consentimiento de su autor. Es como si mañana llega un restaurador y decide que en el cuadro de «Las Meninas» sobra gente y quita a dos. Hay que ser más serios y rigurosos. Mi intención entonces era evitar en lo sucesivo casos similares. Y, mira, ya estamos en las mismas. Ahora es más notorio porque se trata de La Macarena de Sevilla», explica.
El actual hermano mayor de la Dominicana asegura que, durante el proceso judicial, la familia ofreció llegar a un acuerdo que pasaba por la dimisión de varios miembros de la ejecutiva de la cofradía, pero ésta no lo aceptó. «Fue un proceso muy doloroso. Pero han pasado muchos años y desde entonces han entrado muchos más hermanos y la devoción continúa. Nada más que una persona se dio de baja por este asunto. No podemos hacer ya nada. Eso quedó sentenciado», añade Delfino Gómez.
Nuestra Señora de la Esperanza fue tallada por Damián Villar en 1951. Tras las sentencias, la Hermandad Dominicana emitió un comunicado en el que alegó que ya en 1987, «ante el deterioro que presentaba la imagen, fue encargada su pintura y restauración debido al deficiente estado en que se encontraba, estando la policromía muy deteriorada con marcas de carmín y otros aditamientos». Ni para esa primera restauración ni para la polémica de 2001, se contó con el autor al que la cofradía encargó la imagen después de descartar otra talla anterior que se llevó a Peñaranda. La cofradía alegó en un comunicado que «el señor Villar González, por su avanzada edad y estado de salud, no gozaba de las facultades mentales suficientes para afrontar no solo la restauración sino la dirección de la misma». Frente a ello, su hijo asegura hoy: «Mi padre estaba ya muy delicado. Y lo pasó muy mal con todo esto. Hubo un momento en el que me arrepentí de haber iniciado el proceso. Pero quería que no volviese a ocurrir algo así».
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