Un paseo por los llamados ‘puentes romanos’ pero que en realidad no lo son
Erigidos por nuestros antepasados por pura necesidad, resisten al tiempo a menudo olvidados en vías poco transitadas. La provincia de Salamanca cuenta con unos 200 puentes anteriores a 1808. A muchos se les dice ‘romanos’, aunque en rigor no lo son
Ellos están ahí, resistiendo al paso del tiempo, expuestos a las lluvias y al calor. Piedra sobre piedra, el ingenio de nuestros antepasados sirvió para salvar los cauces de los ríos y extender la red de los viejos caminos y calzadas. Con el paso de los años, la mayoría fue quedando al margen de las rutas de comunicaciones y de transportes. Los vehículos a motor les dejaron de lado: eran demasiado incómodos de cruzar. Y con la pérdida de utilidad llegó el abandono y el progresivo deterioro. Ya no servían como antes.
Los nuevos hábitos de ocio entregados a la naturaleza, en bicicleta o a pie, llevan hoy a los salmantinos a reencontrarse con muchos antiguos puentes y pontoneras. Puntos de encuentro entre la piedra, la tierra y el agua, estas antiguas construcciones son hoy testigos de otros tiempos más o menos remotos. El olvido de las instituciones, que los relegan en sus prioridades de inversión, han hecho desaparecer en las últimas décadas a a muchos de estos puentes históricos.
Un exhaustivo estudio realizado por la Asociación de Amigos de los Puentes en 2008 y 2009 determinó la existencia en la provincia de Salamanca de en tono a 200 puentes de construcción anterior a 1808. La referencia de esta fecha se toma por los devastadores efectos que tuvieron las guerras napoleónicas en el patrimonio arquitectónico salmantino. Los cinco años de invasión francesa y, sobre todo, las demoliciones estratégicas realizadas en la retirada de las tropas para dificultar el avance del enemigo aliado no solo arrasaron históricos edificios de la capital, sino muchos de los antiguos pasos sobre los ríos en las zonas rurales. La historia sucumbió a las bombas militares.
La falta de datos rigurosos sobre la época en que se construyeron muchos a de estos puentes de piedra ha permitido que se consoliden las referencias, asentadas durante generaciones, que aluden a la existencia en uno y otro lugar de un ‘puente romano’. Pero los expertos lo desmienten. En Salamanca sólo se conserva, aunque sea en parte, un puente construido en la época romana, el Puente Mayor que conectaba la ciudad vieja con el Arrabal en la margen izquierda. Del resto de presuntos ‘puentes romanos’ mencionados en guías oficiales e informaciones turísticas, no hay evidencias de que se erigieron durante la dominación del Imperio Romano en la península Ibérica.
¿Romano? No hay criterios oficiales
“Hablar de puentes romanos es un asunto complejo. Para que un puente sea de origen romano, tiene que existir en las inmediaciones una calzada romana, algo que es más fácil de demostrar”, afirma el ingeniero José María Fraile. Como primeros constructores de grandes puentes y acueductos, los romanos concibieron el concepto como una calzada elevada que servía para salvar obstáculos naturales de los ríos, torrentes y barrancos .
En este sentido, varios estudiosos de la ingeniería en la época romana han establecido diversas condiciones que ha de cumplir un puente para que se le pueda atribuir un origen romano; entre ellas, un ancho que se corresponda con los 5 o 6 metros habituales de las calzadas que se construían por entonces. Los puentes romanos, según refieren estos expertos, suelen presentar entre otras características una escasa elevación, pilares robustos y los tajamares son redondeados. Están construidos también con sillares almohadillados y los ‘ojos’ o arcos de estos puentes suelen ser invariablemente de medio punto.
La falta de unos criterios oficiales que establezcan el origen romano de un puente también dificulta esta descripción. “Se habla con ligereza de tal y cual puente romano, y datar la fecha en que se construyó un puente es muy complicado. La mayoría de ellos han sufrido transformaciones muy profundas”, asegura Fraile.
La geografía española conserva con al menos 33 puentes erigidos en la época de la antigua Hispania, una cifra que puede elevarse más o menos según las diversas fuentes consultadas. Como queda dicho, el patrimonio más valioso y por tanto más estudiado que se conserva en Salamanca es el Puente Romano sobre el Tormes, de cuya factura original se conservan los quince arcos más cercanos a la margen derecha, y el último solo parcialmente. El resto de la obra fue arrastrado por la crecida del día de San Policarpo de 1626, el 26 de enero. Los once arcos restantes que pueden verse actualmente fueron reconstruidos con posterioridad.
Junto al emblema destacado de este tipo de construcciones en la provincia, que ocupa un papel destacado en el escudo de la capital, sobresale otra importante construcción en el termino municipal de Ledesma, el Puente Mocho. Declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento, conserva cinco ojos de desigual tamaño y salva la rivera de Cañedo en un apartado paraje al que se accede por un camino de seis kilómetros entre encinas desde la salida de Ledesma.
Esta joya histórica tiene 71 metros de longitud y 5,70 metros del altura máxima. Estudios realizados han apuntado que el Puente Mocho se construyó para salvar el cauce en el trayecto de la calzada romana que unía Ledesma (Bletisama) con Zamora (Ocelo Dori). Sin embargo, el puente actual apenas conserva elementos de la construcción original.
Junto a estos puentes a la espera de catalogación, la provincia de Salamanca conserva una serie de obras de antigua construcción a los que popularmente se les ha adjudicado, y se sigue haciendo hoy día, el calificativo de ‘romano’, por superar su antigüedad el tiempo del recuerdo. En este sentido, según ha apuntado el coronel retirado Francisco Morales, profundo conocedor de la geografía y la historia salmantinas, que esta costumbre de referirse a los puentes como romanos tampoco sería del todo desacertada ya que, según afirmaba en un artículo para la revista turística de la Diputación, “entre lo romano y lo medieval se pueden encontrar una serie de hermosos puentes cuyas estructuras - elegantes unas, robustas otras- reúnen las condiciones de solidez, utilidad y belleza fijadas por el tratadista romano Vitrubio (s.I a.C.) para toda edificación, pese al abandono de siglos de alguna de ellas a casa de la pérdida de su utilidad.
Abundan los ejemplos de estos puentes vetustos que resisten al paso del tiempo, gracias también a la despoblación de las zonas rurales que les libra del vandalismo. Es el caso de puentes como el del Retortillo sobre el río Yeltes, de un único arco, el de San Esteban de la Sierra sobre el río Alagón y el puente del Diablo en La Mata de Ledesma. Además del Puente Mocho, la villa ledesmina atesora otros viejos puentes , en este caso sobre el arroyo Merdero, en las inmediaciones de la zona urbana. Uno de ellos, junto a la plaza de Toros, es de sillería regular y cuenta con un solo arco. El deterioro sufrido ha hecho que se perdieran los grandes bloques graníticos de sus pretiles. El otro se encuentra bajando por la antigua calzada de Salamanca; tiene mayor altura, pero su fábrica es similar. Las investigaciones históricas han determinado que conducía a un gran puente romano ya desaparecido, pero sí conserva las calzadas a ambos lados del río.
El curso del río Tormes conduce hasta las Arribes, y el noroeste provincial cuenta con puentes con solera. En el término municipal de Hinojosa de Duero se encuentra el puente Caída, situado muy cerca de la antigua estación de ferrocarril y sobre la rivera de Froya. No lejos de allí, Sobradillo también tuvo un puente de los llamados ‘romanos’ y hoy ya casi está completamente desaparecido, junto a una antigua fuente con arco de medio punto que podría tener un origen similar.
Bajando por las inmediaciones de la Raya portuguesa, en Villar de Ciervo, se encuentra otro viejo puente sobre la ribera de Dos Casas, conocido popularmente como “Puente Quebrá”. Presenta tres arcos, uno muy amplio en el centro y dos más pequeños a los lados, con trazados ojivales. Todo apunta a que su construcción pudo producirse entre los siglos XIII y XIV en un lugar donde hubo otro puente anterior edificado durante la dominación romana.
Mas al sur, en Martiago se puede visitar el puente Gatos, cerca de la entidad menor de Villarejo y no lejos del antiguo castro de Lerilla, que después sería romanizado. A pesar de su considerable tamaño, tiene un arco único. Por su parte, El Payo conserva el puente del Gaz, otro de los llamados en vano ‘romanos’ por su antigüedad y también con un solo arco.
El último de los ejemplos que más habitualmente se menciona como ‘puente romano’ es el puente de la Media Legua, en estado considerablemente ruinoso. Se encuentra muy cerca de la carretera que une la ciudad textil sobre la Calzada de Béjar, salvando el río Hontoria. Conserva únicamente un arco de medio punto hecho de cantería.
La asociación
Mucho se ha elogiado la pericia de los constructores romanos para levantar obras públicas que hoy resisten 20 siglos después. Pero también tenían sus limitaciones. “Los romanos eran maestros en muchas cosas, como en ingeniería y en legislación”, explica José María Fraile. “pero no tenían tantos conocimientos en aspectos como cimentación. Por eso con los siglos sus puentes no han resistido las grandes avenidas de los ríos”.
Tanto Francisco Morales como José María Fraile han compatibilizado sus labores profesionales con su pasión por este apartado del patrimonio desde la directiva de la Asociación de Amigos de los Puentes, en la que ostentan los cargos de presidente y tesorero, respectivamente. Fundada en 2003, la entidad reúne a cerca de 40 ingenieros, arquitectos, arqueólogos y apasionados del tema que profundizan en el conocimiento de las construcciones existentes y trabajan por su protección. Para el ingeniero Fraile, la explicación del imparable deterioro de nuestros antiguos puentes de piedra está clara: “suelen estar en carreteras secundarias y caminos. Y su mantenimiento corresponde a las administraciones locales, que suelen tener menos recursos. Por eso, y salvo contadas excepciones, en general los puentes antiguos en Salamanca se encuentran muy abandonados. Y ya se sabe”, sentencia José María Fraile, “que solo se acuerdan de un puente cuando se cae”.