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Miércoles, 14 de agosto 2019, 20:10
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Las botellas de agua que se encuentran en las esquinas, en el suelo, en las puertas de negocios y portales, no significan que la gente las deje ahí para refrescarse o como adorno. Están colocadas en determinadas ubicaciones para que los perros no utilicen las columnas, paredes o puertas para orinar en ellas. Otra cosa es que sean eficaces.
Una solución usada hace tiempo era echar sosa o azufre en las esquinas. El fuerte olor hacía que los perros no se acercasen. Sin embargo, esto suponía un problema de salubridad para los ciudadanos porque el color amarillo del azufre llamaba la atención, sobre todo a los niños, que iban a tocarlo y sufrían quemaduras. Ahora está prohibida esta opción, por el bien de la sociedad.
En Salamanca, los barrios que, de momento, han tomado la medida de utilizar las garrafas han sido Garrido, sobre todo en la calle Amapolas, llenando las puertas de negocios y portales; así como en Comuneros. El primer negocio que ha tomado la decisión de implantar esta solución se encuentra en una plaza donde se cruzan las calles Arenales, San Sebastián y Cuenca.
Los propietarios de los negocios están molestos porque los dueños de las mascotas permiten que hagan sus necesidades como si estuvieran en el campo. “Es algo incívico que orinen en la columna de un local, de un negocio. Tengo que limpiar todos los días, gastándome mis productos de limpieza y mi tiempo”, comentaba Alfredo Guijarro, dueño de un bar en la calle Amapolas, en Garrido.
Estos propietarios de locales coinciden en algo: los culpables no son los perros, todos tienen sus necesidades, sino los dueños que dejan que el animal lo haga donde le apetezca, en vez de acercarle a un parque o zona de campo habilitadas para ello. “La responsabilidad es de los propietarios que llevan al perro atado y ven que va a orinar en un sitio que no debe, tendrían que controlarlos con la correa”, explicaba Marcelino Díez, veterinario en Garrido.
En los locales que aplican esta solución se están viendo resultados. Las paredes no tienen las marcas de las micciones de los perros y el olor, que en verano es más fuerte debido a las altas temperaturas, ha desaparecido y las calles están más limpias.
Aunque hay vecinos que todavía dudan y prefieren optar por otras alternativas que han visto que en distintas ciudades como Madrid están funcionando: “No entiendo la finalidad, creo que sería mejor que los dueños llevasen una botella de agua para limpiarlo, igual que se hace en otras ciudades”, explicaba Pilar Moreno, vecina del barrio Comuneros.
Por el momento, la nueva decisión de colocar garrafas está resultando acertada. Los perros no se acercan a locales que tienen implantada esta solución. “Por lo visto sí son eficaces, los perros no van a lugares donde está puesta una”, comentaba M.P., vecina del barrio Comuneros.
Eso sí, muchos de los propietarios coinciden en tratar de concienciar a los dueños de los canes e incluso afirman que podrían implantarse algún tipo de multa por parte de la Policía. María, dueña de una peluquería de perros, ha visto que no son solo los animales, también personas son las que hacen sus necesidades, por lo que no les extraña que dejen a sus perros hacer lo mismo. Una falta increíble de civismo.
La nueva medida que está llegando a las ciudades comenzó en los pueblos. Los vecinos colocaban a sus puertas varias garrafas o botellas llenas de agua para que los perros y gatos no orinasen. Como el resultado ha sido óptimo, los vecinos de la ciudad de Salamanca están empezando a colocarlas en sus puertas y han dejado de utilizar el azufre y la sosa, ya prohibidas por causar daños a los ciudadanos, sobre todo a niños.
El presidente del colegio de veterinarios de Salamanca, Antonio Rubio, comentaba que en los pueblos sí tenían resultados pero no estaba seguro de si en la ciudad empezaba a funcionar. “No sabemos si es efectivo, pero sí es cierto que los perros se pueden asustar porque se ven reflejados o porque el sol causa reflejo en el agua y, al igual que a las palomas, les molesta y se amedrentan”, explicaba el responsable de los veterinarios en Salamanca. La duda que asalta a muchos vecinos de la capital es si estas garrafas serán objeto de actos vandálicos. Por ello, algunos temen que los dueños de los perros o jóvenes comiencen a golpear las garrafas y derramar el agua, provocando que la gente se resbale. No sería tanto problema en verano como en invierno, ya que si el agua se derrama podría congelarse y hacer que el suelo se convierta en una pista de patinaje. Si esta medida funciona en los pueblos de Salamanca, ¿por qué no en la ciudad?
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