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Cristina y su vecina rusa Marya, con las ucranianas Hanna, Natalia y Anastasiia ALMEIDA
Sin trincheras: la ciudadana rusa que acoge a dos mujeres ucranianas en Salamanca

Sin trincheras: la ciudadana rusa que acoge a dos mujeres ucranianas en Salamanca

Marya y su vecina, la abogada Cristina, han abierto las puertas de sus hogares a tres mujeres y una niña ucranianas que lograron escapar de la barbarie

Sábado, 12 de marzo 2022, 11:38

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El amor y la acogida sin trincheras es posible. Cristina Acebedo, mamá de acogida temporal de una niña ucraniana, y Marya Karyaeva, su vecina rusa, son el mejor ejemplo.

Marya es fotógrafa. Su amor al castellano le trajo a Salamanca y su amor a su marido salmantino le hizo cambiar de vida, dejar atrás su Rusia natal y afincarse en la provincia charra. Ella ama a su país y sufre con el dolor que está causando Putin al pueblo ucraniano. Por encima de nacionalidades o contiendas políticas, está la humanidad. Marya acoge desde el pasado sábado en su casa a dos mujeres ucranianas, recién llegadas de la barbarie. Son la abuela de Anastasiia -la niña de acogida de Cristina Acebedo-, y otra amiga de la familia.

En la casa vecina de Marya reside Cristina, abogada, con su marido y sus dos hijas. Ella forma parte de una ONG española que desde hace años gestiona la acogida temporal (los tres meses de verano y en Navidad) de menores ucranianos, principalmente afectados por la crisis de Chernobyl y en condiciones desfavorecidas. Anastasiia, de ocho años, llegó al hogar de Cristina la pasada Navidad, antes de la guerra. “Por entonces, yo le iba preguntando a la madre cómo iba todo y me respondía que siempre había tensión con los soviéticos. Cuando ya había regresado la niña a Ucrania, hace unas semanas me llamó un día su madre y me dijo que tenía que sacar con urgencia del país a Anastasiia. Ya preveía lo que se avecinaba”, relata la abogada.

La niña llegó a tiempo a Salamanca, a salvo de la barbarie. Mientras tanto, en Ucrania, dos horas después de estallar el conflicto, su madre Hanna, su abuela Natalia y una amiga cogieron un coche a las seis de la madrugada rumbo a la frontera. “Fueron de las primeras en lograr salir del país, aunque pasaron más de cuarenta horas en la frontera hasta que lo consiguieron. Fue una situación muy compleja”, explica Cristina, que el pasado sábado presenció uno de los momentos más “mágicos” de su vida: la llegada a Salamanca de Hanna y Natalia y el reencuentro con la pequeña Anastasiia.

“Soy madre de dos hijas y aunque todo el mundo dice que el mejor día para una madre es cuando das a luz, para mí las cesáreas fueron un infierno. En cambio, para mí fue más increíble la noche del pasado sábado. Fui con mi vecina Marya a recoger a Hanna y a Natalia, y en el coche nos abrazamos llorando a moco tendido por lo que estábamos viviendo. Fue tremendamente emocionante”, relata la abogada, que estos días se ha encargado de acompañar a las recién llegadas a Extranjería para regularizar su situación (en tres o cuatro semanas obtendrán el estatus de refugiado).

Cristina no puede ocultar su admiración por Hanna, la madre de Anastasiia. Cuenta que en Ucrania ha dejado a otro hijo mayor luchando en el frente, mientras que otros dos hermanos de 12 años han conseguido llegar a España. “Hanna es puro amor, entrega y serenidad. Una madre que no siente celos, sino amor cuando Anastasiia también me llama ‘mamá’ a mí, es una persona inmensa”, destaca. Han pasado cuatro días y las refugiadas se aclimatan a sus nuevos hogares en Salamanca. “Ahora están bien, felices, aunque tienen la espada de Damocles encima porque nadie sabe lo que va a pasar con sus vidas. Es una incertidumbre total pero tienen un coraje que yo no tengo”, subraya Cristina, que estos días también se encarga de coordinar y recoger donaciones para Ucrania a través de la ONG Infancia de Nad.

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