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Jóvenes que estudian en escuelas de segunda oportunidad, con Isabel Blanco. LAYA

«Nos sentíamos invisibles; sufrimos bullying, racismo, inseguridad, desmotivación... Nos dejaron atrás»

Los jóvenes de las escuelas de segunda oportunidad alzan la voz en el Palacio de Congresos de Salamanca

Carlos Rincón

Salamanca

Jueves, 5 de junio 2025, 07:00

«En el instituto solo se valoraba un tipo de inteligencia, una sola forma de aprender. Si no encajabas, si no rendías en los exámenes, si estabas pasando un mal momento personal, te las tenías que apañar solo. No nos preguntaron por qué fallábamos o que necesitábamos: simplemente nos dejaron atrás. La sensación de que no confiaban en nosotros acabó haciendo que nosotros mismos perdiéramos la confianza». Es la voz de los jóvenes alumnos de las escuelas de segunda oportunidad de España, durante el IX encuentro nacional de estos centros, celebrado este miércoles, después de su suspensión el 29 de abril por el apagón que afectó a toda España. Ha sido uno de estos estudiantes el que hizo estas afirmaciones ayer en el escenario del Palacio de Congresos de Salamanca. Acompañado de otros nueve jóvenes, entre ellos la salmantina Zaira Vázquez, leyeron un reivindicativo manifiesto para reclamar a la sociedad, las administraciones públicas y las empresas apoyo para salir adelante.

«Antes de llegar a una escuela de segunda oportunidad, nos habíamos sentido invisibles. Algunos sufrimos bullying, racismo, inseguridad, desmotivación... Otros tuvimos que dejar los estudios porque había que trabajar, porque fuimos padres jóvenes, o porque teníamos problemas en casa. A veces nos sentíamos raros, como si el problema fuésemos nosotros. Y al final, acabas por creértelo», aseguraron. Reconocen que centros como Santiago Uno les ha cambiado la vida porque se respeta su ritmo, circunstancias y decisiones y «si algo no lo entiendes, puedes decirlo sin miedo».

Hoy, esos 8.700 jóvenes que están en el medio centenar de escuelas de este tipo que hay en España, están terminando la ESO, cursando certificados profesionales, grados básicos, y otras formaciones... Otros hacen prácticas para desenvolverse en entornos reales de trabajo. Muchos compagina formación y empleo para poder salir adelante. «Y aunque cada historia es distinta, todos compartimos algo: ahora sí creemos que tenemos futuro. Ahora sí sentimos que merecemos estar aquí. Y lo más importante: ahora sabemos que valemos»: es el mensaje optimista que trasladaron en el encuentro.

Pero también quisieron ser reivindicativos. Pidieron a las administraciones públicas que no les «ponga más barreras» ni les obligue a abandonar sus proyectos «por culpa de trámites interminables». A las empresas, les reclaman que entiendan que «no se puede pedir experiencia si no se está dispuesto a darla». «Confiad en nuestras capacidades y dadnos la oportunidad de aprender», solicitaron. «No somos vagos ni tontos. Servimos para algo, somos más que un título, somos personas con experiencias, sueño... Si nos decís que no valemos, terminamos por creérnoslo», aseguraron en su manifiesto pidiendo a la sociedad que vea «más allá de los perjuicios».

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