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Antes de entrar en el Aula Magna de la Pontificia, Franco fue vestido con el traje académico.
Las seis visitas de Franco a Salamanca en cuatro décadas

Las seis visitas de Franco a Salamanca en cuatro décadas

Agendas frenéticas de inauguraciones y actos multitudinarios marcaron las estancias en la provincia del dictador, quien reconoció siempre su vínculo especial con Salamanca

Domingo, 5 de enero 2025, 12:51

El año en que se cumple el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco invita a analizar desde diferentes ángulos la relación del que fuera jefe del Estado español con la provincia de Salamanca, territorio donde en septiembre de 1936 fue designado, en plena Guerra Civil, para comandar las fuerzas rebeldes y liderar el futuro estado hasta protagonizar 36 años de dictadura. Una de esas miradas retrospectivas puede detenerse en sus visitas oficiales, que fueron seis en total, cuatro de ellas públicas y plagadas de actos multitudinarios y dos encuentros discretos con el colega portugués Salazar en Ciudad Rodrigo. Repasamos las primeras.

1954: Universidad y Águeda

Fue tal vez la visita más aclamada y extensa de todas las que realizó Franco a Salamanca. Fue la única en la que le acompañó su esposa, Carmen Polo, que nada más llegar a la Puerta de San Pablo y bajarse del coche recibió un ramo de flores de manos de la señora del alcalde Carlos Gutiérrez de Ceballos. En coche descubierto, subieron por San Pablo hasta la plaza del Poeta Iglesias para después caminar hasta el Ayuntamiento entre el clamor popular. Una compañía del Regimiento de la Victoria, centurias del Frente de Juventudes, jóvenes ataviadas con el traje charro y otros típicos de la provincia esperaban al jefe del Estado y su comitiva que entró a la Plaza saludado por el disparo al cielo de bombas de palenque y cohetes mientras miles de gargantas clamaban con entusiasmo «¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! Tras los discursos de rigor desde el balcón, el Generalisimo recibió del alcalde la primera medalla de oro de la ciudad antes de ser obsequiado con una comida en la Diputación.

Por la tarde de ese primer día y mientras doña Carmen, junto al resto de «señoras de», asistía a una corrida de toros –Jumillano, Pedrés y un joven Antoñete se enfrentaron a toros de Manuel Sánchez Cobaleda –, Franco se encaminó a La Maya para inaugurar el nuevo pantano de riego de Santa Teresa. Le esperaba más júbilo popular de los vecinos del entorno allí congregados y más centurias en formación antes de que accionara los mandos de la compuerta del aliviadero. Después inauguró una lápida conmemorativa y, tras conocer someramente de parte de los responsables los detalles de la instalación, la comitiva volvió a Salamanca.

Cuando solo había pasado hora y media de su llegada a La Maya, Franco ya estaba de vuelta y aprovechaba el camino por la carretera de Béjar para inaugurar el grupo de viviendas que se conocería como barrio de la Vega. El acto se desarrolló en una tribuna levantada en la plaza: entregó personalmente las llaves a los seis primeros beneficiarios, visitó uno de los inmuebles, conoció los proyectos de las 644 viviendas y saludó a los chicos del Frente de Juventudes. En veinte minutos, la inauguración de la Vega estaba liquidada.

La segunda jornada de Franco en Salamanca se centró en la Universidad, que conmemoraba esos días su VII Centenario. Después de asistir a una misa en la Catedral oficiada por el nuncio Antoniutti, fue recibido en el Estudio por el rector Antonio Tovar. En un Paraninfo a reventar y en presencia de las primeras autoridades académicas de España y varios países de Iberoamérica, el decano de la Facultad de Derecho Francisco Hernández Tejero actuó como padrino en la ceremonia en la que, con el máximo protocolo, Franco fue investido doctor Honoris Causa. Tras el acto, realizó una visita a la Biblioteca Histórica y otras dependencias de la Universidad. Un ritual parecido se repitió por la tarde en la Universidad Pontificia, donde actuó como padrino el canciller de la institución, doctor Barbado Viejo. Antes, inauguró el Colegio Universitario Fray Luis de León, donde cuentan las crónicas que fue aclamado por los estudiantes.

Ya el domingo 9, tercer y último día, y después de oir misa en el Gobierno Civil ante un altar ornamentado con el Cristo de las Batallas, Franco y Carmen Polo se despidieron de las autoridades salmantinas. Ese día inauguró la desviación del ferrocarril en el entonces vecino pueblo de Tejares. visitó el «sanatorio para tuberculosos» (sic) de Los Montalvos, almorzó en el Parador de Ciudad Rodrigo, localidad que le tributó un multitudinario recibimiento, inauguró el tramo internacional de la carretera en la frontera de Fuentes de Oñoro y culminó el día, como acto central, presidiendo una gran concentración falangista que reunió a 20.0000 personas en la inauguración del nuevo pueblo de colonización de Águeda del Caudillo.

1956: De San Fernando a la Gran Vía

El 20 aniversario de su designación en Salamanca como Generalísimo motivó la nueva visita de Franco el 29 de septiembre de 1956. Y también tuvo un agenda repleta. Desde el palacio del Pardo salieron quince automóviles que sin detenerse en el Arrabal del Puente, pese a la multitud congregada, se encaminó a la dehesa de San Fernando. Junto a los generales Saliquet, Dávila y Moreno Calderón, presentes en las históricas reuniones de 1936, homenajearon a los compañeros fallecidos (Cabanellas, Queipo de Llano. Orgaz, Gil Yuste y Mola). Kindelán, el primero que votó por Franco, se ausentó por motivos de salud. La reunión tuvo lugar en un simbólico barracón reconstruido para la ocasión, ya que el original no se conservó.

Cerca de 20.000 integrantes de la guardia de Franco, Frente de Juventudes, hermandades y sindicatos llegados de toda la provincia tiñeron de azul los llamados terrenos del Hospicio en un acto político que resultó masivo. Después tuvo lugar la bendición de la nueva ermita de Santiago el peregrino, que inauguró después, además del monolito conmemorativo.

La agenda del Generalísimo siguió a ritmo frenético tras el almuerzo. Alas 14:35 ya estaba en Saucelle, donde Iberduero le ofreció un almuerzo en el poblado. A las 16:52, según la referencia puntual del cronista, y en una sala en absoluto silencio, el Caudillo accionaba el mando que ponía en marcha la primera turbina del salto de Saucelle. Apenas ocho minutos dedicó a conocer todos los planos de los proyectos de la compañía enla zona (Saucelle, Ricobayo, Aldeadávila..) porque a las cinco en punto la comitiva salió para afrontar más inauguraciones en Salamanca. Llegaron a las 18:30 y tras cambiar a otro coche descubierto, recibió los vítores de los salmantinos en su camino hacia la Gran Vía. En presencia de 7.000 falangistas formados en la plaza del Caudillo (hoy de la Constitución) y la multitud congregada en los alrededores, Franco escuchó el himno nacional, pasó revista a la compañía militar que le rendía honores, saludó a sus jefes, accedió a la Casa de la Falange (sede de la Delegación Territorial de la Junta desde los 80) para inaugurar el nuevo edificio y volvió a saludar a los congregados desde el balcón. Seguidamente se trasladó a pie al vecino Palacio de Justicia, donde fue cumplimentado por la cúpula judicial de la provincia y repitió saludos desde lo alto. Dos inauguraciones express en el asombroso lapso de media hora, porque a las 19:02 se despedía de las autoridades locales para volver a Madrid.

1964: Aldeadávila

Ya funcionaba a pleno rendimiento desde el año anterior, pero la presa de Aldeadávila tuvo que esperar a la celebración de los «XXV Años de Paz», la campaña de imagen que impulsó el régimen en 1964, para ser oficialmente inaugurada. El 17 de octubre de 1964, el alcalde de Salamanca, Julio Gutiérrez Rubio, y el presidente de la Diputación, Antonio Estella, recibieron a Franco en una tribuna con otras autoridades levantada frente a la iglesia del Arrabal. Pero pese al clamor popular que le dispensaron los salmantinos allí reunidos, el jefe del Estado, acompañado del ministro de Obras Püblicas Jorge Vigón y del vicepresidente del Gobierno, capitán Muñoz Grandes, volvió a seguir camino en su coche oficial hacia Ciudad Rodrigo. Entre calles engalanadas, pétalos de flores y los vítores del personal, en el Parador fue recibido por el alcalde Miguel Sánchez-Arjona y el gobernador civil Enrique Otero Aenlle.

Tras descansar entre los muros del castillo de Trastamara, el dictador tuvo una agenda intensa ese sábado, sobre todo de viaje por carreteras incómodas. Junto al jefe de Gobierno portugués Salazar y el presidente de Iberdrola, Pedro Careaga, inauguraron el mismo día las presas de Aldeadávila y de Bemposta, ambas en el tramo del Duero internacional. Una placa tallada en piedra recuerda la visita en la central salmantina. Tras otra rápida escala en Zamora, emprendieron el regreso a Madrid.

1970: Villarino

Siete años después, otra gran instalación hidroeléctrica «mereció» la que sería última visita oficial de Franco a Salamanca. El 24 de noviembre de 1970 llegaba cerca de mediodía a la central hidroeléctrica de Las Arribes junto a los ministros López de Letona, Garicano y Fernández de la Mora ara pulsar el simbólico botón. Tras el acto protocolario en el que se impusieron medallas a las viudas de los fallecidos en la compleja obra y la bendición del obispo Mauro Rubio, la comitiva se desplazó a la presa de Almendra para descubrir la oportuna placa y presenciar el desembalse organizado para la ocasión.

Después de almorzar en las instalaciones de la central, la comitiva se encaminó hacia Salamanca, donde el alcalde, Marcelo Fernández Nieto, le entregó en la puerta de San Pablo el bastón de mando y la llave de oro de la ciudad. Posteriormente subieron por San Pablo hasta la Plaza Mayor, abarrotada de público -25.000 personas, según la crónica de LA GACETA- . Allí escuchó el himno nacional y pasó revista a las tropas. En su alocución desde el balcón del Ayuntamiento, interrumpida en varias ocasiones por la multitud, Franco se confesó embargado por la emoción al recordar «aquel año de estancia en Salamanca como vecino que dejó en mí honda huella». «Aquí -destacó- puse las primeras piedras de nuestra orientación política».

El recién restaurado Colegio Fonseca fue la siguiente escala de su visita. Allí fue recibido por el rector Felipe Lucena, escuchó las canciones de la Tuna del Colegio San Bartolomé, firmó en el libro de honor y visitó una exposición de proyectos antes de emprender el regreso a Madrid.

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