Sanitarias salmantinas en primera línea contra el coronavirus: "Hemos llorado mucho"
Isabel Martín y Rosalía Frades trabajan en el Clínico donde han vivido el horror de la pandemia en primera persona
Tristeza, impotencia, horror, miedo.... A Isabel Martín, técnico en cuidados auxiliares de enfermería en el Hospital Clínico, se le acumulan los sentimientos cuando recuerda el comienzo de la pandemia en Salamanca. "Nadie se esperaba lo que íbamos a vivir porque todo ocurrió de un día para otro... fue de repente".
Cuenta que junto a sus compañeros de la planta baja derecha han luchado y siguen luchando por combatir a un enemigo invisible que les ha cambiado la vida para siempre. "Hemos estado en primera línea cuidando lo mejor que hemos podido a los enfermos, aunque para mí lo peor de todo ha sido ver que han muerto solos, sin poder despedirse de sus familias", asegura.
Con una gran tristeza por todas las víctimas, Isabel explica que tanto ella como sus compañeros han intentado cada día restar frialdad al ambiente del hospital, especialmente en las primeras semanas de caos. "Siempre hemos intentado animarles, incluso poniéndoles en contacto con sus familiares con el teléfono que tenemos en la planta, pero todo resulta muy frío porque tienes que llevar unos trajes con los que pareces un astronauta y con los que ellos no saben cuando les estás sonriendo".
Más tranquilos ya en el hospital, aunque sin bajar la guardia, Isabel asegura que ha llegado a sentirse protagonista de una película de ciencia ficción. "Era como estar dentro de una película de terror porque, aunque la carga de trabajo ha sido mucha, el golpe ha sido emocional". De hecho, reconoce que los primeros días regresaba llorando a casa por la impotencia que sentía. "Siempre he dormido bien, pero ahora soy incapaz por todo el estrés y los nervios que siento".
Lejos de relajarse, a pesar de que las cifras de contagiados y muertos van bajando lentamente, a esta profesional sanitaria le llena de incertidumbre un posible repunte en los casos. "Me da miedo que después de todo lo que hemos pasado podamos volver otra vez al principio", reconoce.
De todas estas semanas de pesadilla que ha vivido, Isabel se queda con algunas cosas buenas, como la alegría que sienten con cada nueva alta, y la unión con todos sus compañeros de planta. "Es muy duro pero al final ves que hay esperanza y que la gente es muy agradecida. Espero que de todo esto hayamos aprendido a ser mejores personas".
“Ver que un enfermo se salva es el mayor trofeo”
Rosalía Frades, enfermera de una de las UCIS que se montaron en el Hospital Clínico, asegura que en estas últimas semanas ha vivido en una montaña rusa de emociones. "He llorado de rabia y de impotencia, he sentido mucho estrés, incluso al principio nos hemos llegado a sentir abandonados porque todo era un caos, pero también me siento muy orgullosa de todo el trabajo que hemos hecho".
Reconoce que en las últimas semanas ha sido todo muy duro y que ninguna facultad te prepara para lo que tanto ella como el resto de sanitarios están viviendo. "Siempre me ha encantado mi trabajo y nunca me he quejado pero a veces cuando me levantaba por las mañanas pensaba que si me hubieran contado que iba a vivir todo esto me hubiera pensado dos veces ser enfermera. Al final te das cuenta de que es algo vocacional y que mi deber es cuidar de los demás".
Rosalía sabe que su trabajo es difícil, especialmente cuando el que sufre es alguien cercano, pero también tiene claro cual es la mayor recompensa: "Ver que un enfermo sale adelante es el mayor trofeo", reconoce mientras recuerda algunos de los momentos más emocionantes que ha vivido estos días. "Cuando extubamos a la gente que ha estado muy mal y hacen su primera videollamada, cuando te dicen lo agradecidos que están a todo el equipo... todo eso te hace sentir muy orgullosa y tirar para adelante".
Al igual que muchos sanitarios, a esta joven enfermera también le ha tocado hacer sacrificios estos días, como estar alejada de su marido y su hijo pequeño. "Cuando montaron las UCIS en el Clínico y nos trasladaron allí porque hacía falta gente tomé la decisión de que se fueran al pueblo. En más de 50 días solo he podido ver a mi hijo el Día de la Madre y fue mi mejor regalo", explica.
Precisamente todo el trabajo y los sacrificios que tanto ella como sus compañeros están haciendo durante estos días es lo que le lleva a enfadarse por la actitud que muchos están teniendo con las salidas. "Me enfada mucho ver que después de todo lo que hemos pasado a la gente le abres la puerta y salen como los toros", lamenta. "Al final es una cuestión de responsabilidad social", afirma convencida tras otra jornada de trabajo.