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Un largo año de espera que ha merecido la pena. Los vecinos del barrio de San José, como cada 1 de mayo, demostraron el fervor por la imagen del santo que les protege desde la parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, las ganas de diversión y el buen paladar.
Poco después de las 12:20 horas, desde la iglesia de los Padres Reparadores, en la que previamente se había celebrado la misa, y bajo los acordes del himno nacional partía la procesión que recorrería las calles del barrio estrenando nuevo recorrido. La Agrupación Musical La Esperanza se encargó de escoltar los tres pasos que los vecinos del barrio portaron a hombros con devoción ante la atenta mitrada de las personas que se situaban en las aceras. Todo con un respeto mayúsculo, el mismo que se le profesa durante todo el año a San José. Frente a los Padres Reparadores tuvo lugar una oración en uno de los momentos más emotivos de la jornada primaveral.
Precisamente este buen tiempo fue una de las notas más destacadas de la fiesta para los vecinos, que recordaban que el año pasado la lluvia obligó a suspender y aplazar algunas de las esperadas actividades. Las buenas temperaturas llenaron las terrazas de los bares del barrio como aperitivo a la multitudinaria paella.
Desde las 8 de la mañana, los directivos de la Asociación Vecinal de San José se afanaban en los preparativos de la preparación de la comida popular. El campo de fútbol de los reparadores se iba a convertir en comedor improvisado para la degustación de más 800 raciones de paella. Mercedes Marcos Mena, presidenta de la asociación, derrochaba ilusión por la jornada que tenían por delante en San José: «Esta es la mejor paella de las que se hacen por los barrios y el sitio es espectacular. Tenemos preparados 80 kilos de arroz 8 cajas de marisco, verduritas y unos cuantos pollos. Además nosotros la hacemos con leña, y eso le da un sabor especial al plato», manifestaba. Como complemento al plato principal, sangría casera y refrescos. Todo gratis. «No podemos cobrar a la gente ni siquiera algo simbólico porque perdería la esencia de lo que queremos, que es que sea lugar de reunión de todos los vecinos y si cobramos habría gente que no podría pagar», explicaba Mercedes, quien agradecía la colaboración de tiendas que donaban los alimentos.
Como sobremesa, Cáritas aportó una serie de juegos para niños y mayores y la asociación consiguió contratar a un pinchadiscos que se encargó de animar una jornada inolvidable para el barrio.
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