

Secciones
Destacamos
Fue una figura clave en su vida, el «sol y la sombra» de Miguel de Unamuno. Aunque su papel se desarrolló principalmente en el ámbito doméstico, su influencia fue decisiva en la obra y la vida personal del célebre escritor y filósofo español. «Fue la madre de todos sus hijos, su apoyo y su alma», manifiesta Ángel Lozano, el profesor jubilado que ha ideado el proyecto 'Unamuno digital', llevado a cabo por la Universidad de Salamanca, gracias al cual ha generado un avatar del exrector de la Universidad de Salamanca en dos y tres dimensiones realizado a partir de la Inteligencia Artificial (IA).
Hija de Josefa de Ezenarro y Fernando Lizárraga, Concha Lizárraga nació en Guernica (Vizcaya) el 25 de julio de 1864, pero vivió parte de su infancia en Bilbao. Tras quedar huérfana, regresó a Guernica para cuidar de sus hermanos, abuelos y otros familiares, lo que limitó su formación académica. De religión católica, conoció a Miguel de Unamuno cuando ambos eran niños en la catequesis de la iglesia de San Juan del pueblo donde vivían. Desde entonces, surgió una conexión especial entre ellos que culminó en un noviazgo a los 15 años y, finalmente, en matrimonio, el 31 de enero de 1891 en Guernica.
El matrimonio entre Concha y Miguel se trasladó a Salamanca, donde él había conseguido la cátedra de Griego en la Universidad. Allí, construyeron su hogar en la calle Bordadores y tuvieron nueve hijos, aunque dos fallecieron prematuramente: Raimundo, a los 6 años, debido a meningitis tuberculosa e hidrocefalia; y Salomé, a los 37 años, tras una larga enfermedad. La relación entre ambos—55 años juntos— fue descrita por Unamuno como un refugio emocional. En sus cartas y escritos, el filósofo se refería a Concha como su «tienda de campaña», un lugar simbólico donde encontraba consuelo y fuerza para enfrentar sus crisis vitales y existenciales. Aunque su convivencia no estuvo exenta de dificultades, especialmente debido al carácter atormentado del escritor, Concha logró equilibrar las tensiones con su humor espontáneo y su optimismo vital.
Concha fue un pilar fundamental durante los momentos más difíciles en la vida del escritor, como su crisis religiosa en 1897 o los años de destierro político. Su apoyo permitió a Unamuno superar episodios depresivos e incluso ideas suicidas. El propio autor reconoció que ella era el contrapeso necesario para sus tendencias hipocondríacas y melancólicas, pues tenía mucho miedo a la muerte. «También aportaba dinero en casa en épocas de crisis y administraba las cuentas cuando Unamuno estuvo desterrado, sin cobrar nada de catedrático», explica Ángel Lozano. Además, la figura de Concha inspiró varias obras literarias del escritor. Desde sus primeros poemas amorosos hasta personajes femeninos en sus novelas y obras teatrales, ella se convirtió en un modelo recurrente: una mujer fuerte con un espíritu maternal que reflejaba las virtudes que él admiraba.
Concha falleció el 15 de mayo de 1934 en Salamanca. Su muerte dejó una profunda huella en Unamuno, quien nunca logró recuperarse del todo. A pesar de ser conocida principalmente como la esposa del escritor, su influencia trascendió lo personal para convertirse en una parte esencial del universo creativo y emocional del autor. «Cuando murió Concha, fue para él la espada de Damocles», detalla Ángel Lozano.
Concha Lizárraga no solo fue una compañera fiel para Miguel de Unamuno durante más de cuatro décadas, sino también una figura clave que aportó estabilidad emocional y creatividad al escritor. Su vida es un testimonio del impacto que las relaciones personales pueden tener en las grandes figuras literarias.
«En mi vida de lucha y de pelea, en mi vida de beduino del espíritu, tengo plantada en medio del desierto mi tienda de campaña. Y allí me recojo y allí me retemplo. Y allí me restaura la mirada de mi mujer, que me trae brisas de mi infancia». La referencia de Unamuno a su esposa como «su tienda de campaña» proviene de una carta que el escritor envió al poeta catalán Joan Maragall. En la misma, Unamuno describe cómo, en medio de su vida de lucha y angustia espiritual, encontraba refugio y restauración en la mirada de Concha.
Unamuno mantuvo una rica correspondencia con numerosas mujeres, tanto intelectuales como anónimas, en el primer tercio del siglo XX. Estas cartas reflejaban preocupaciones ideológicas, políticas, culturales y personales, además de solicitudes de orientación y apoyo. Algunas de las mujeres que le escribieron fueron: Emilia Pardo Bazán, Gabriela Mistral, María de Maeztu, Concha Espina y Carmen de Burgos.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.