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M. Á. V. / C. R.
Salamanca
Lunes, 23 de diciembre 2024, 06:30
«En el mundo de la droga entré, como casi todos, con un consumo lúdico de pastillas. Jovencito. Te fumas unos porros, te metes una raya de cocaína, otra de speed, unas pastillas... Así, estuve unos años. Y ya con 32 usaba la anfetamina a diario para trabajar». Fue entonces cuando en la vida de Edu apareció una pareja que le ofreció fumar heroína, una droga con la que ya había «coqueteado» previamente. «Yo nunca me he inyectado. Afortunadamente sí que he sabido poner el límite a la aguja», explica. «Y sí, un día fumamos, y otro, y otro... Y cuando me quise dar cuenta, tenía los dedos pillados», explica este usuario de Proyecto Hombre.
Reconoce que antes de engancharse a la heroína, era feliz. «Carencias de desarrollo personal que uno tiene te empujan a destruirte más», explica este fotógrafo. «Toque fondo cuando se me fue de las manos. A lo mejor con el speed puedes mantener las amistades, el trabajo y una vida más normal. Pero la heroína es destructiva. Mi momento de tocar fondo fue cuando lo perdí todo. Perdí mi empresa, me vi solo y vi como mi familia, por mecanismos de defensa, se alejaba». En ese momento, Edu se encontraba en Barcelona donde trabajó durante años. «Yo nunca he robado para drogarme. Nunca he estado en la calle tirado. En Barcelona en esa época el movimiento okupa era muy fuerte y yo, pues, okupaba», recuerda. «Pero matarte a ti mismo, destruirte de esa manera, me parece algo más fuerte todavía que robar», añade Edu. «¿Cómo es posible que yo siendo una persona más o menos inteligente, que he sido capaz de tener una empresa, que he tenido trabajadores a mi cargo,...? ¿Cómo es posible que yo cada día me levantase y, si no me tomaba esa droga, me enfrentaba a diarreas, temblores, escalofríos, mal humor? Estaba descompuesto físicamente hasta el punto de no poder levantarme de la cama por no tomarla», describe agradeciendo que no le hayan quedado muchas secuelas mentales. Reconoce, eso sí, que físicamente está más deteriorado que una persona de su edad y que tiene «la boca destrozada». «Y, aun así, seguía tomándola cada día. ¿Cómo no podía ponerle freno?», se pregunta.
En sus casi 44 años de vida, Edu ha vivido mucho. Aunque nació en Ávila, pasó su adolescencia en Salamanca y hace meses que regresó a ella para emprender un segundo proceso de rehabilitación de su drogodependencia. Su trabajo como fotógrafo freelance le permitió conocer a pie de calle los conflictos y catástrofes vividos en Siria, Líbano y Turquía,... «Después de haber visto a esa gente con hambre o en situaciones de guerra, yo no tengo valor para quejarme por algo que yo mismo me provocado a mí mismo. Una persona que pierde su vida por una cuestión ajena, que le ha llegado de forma totalmente gratuita, es sí que puede quejarse. Pero yo, que por mi estupidez y por mi falta de coherencia , por mis fallos, he arruinado mi vida. ¿Yo de qué cojones me voy a quejar?».
En esa situación, una de sus hermanas se convirtió en su apoyo y él logró el valor suficiente para luchar contra su adicción. Edu se fue a Oviedo, donde ella reside, e ingresó en Proyecto Hombre. Siete meses duró su proceso de desintoxicación de la heroína. Después volvió a Salamanca, donde vive su padre, en busca de trabajo. Lo consiguió pero cayó de nuevo en la droga, aunque no en la heroína. Hace ya mes y medio que encontró plaza en las instalaciones que Proyecto Hombre tiene en esta provincia.
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