«Estaré donde se necesite salvar una vida. Si pierdo la tranquilidad, el descontrol podría ser catastrófico»
El cirujano taurino Enrique Crespo Rubio ha conseguido salvar la vida de seis personas en los más de 40 años que lleva acudiendo al Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo. La última, una cornada que le atravesó el muslo a Nicolás Calvo Vicente tras embestirle en las tablas próximas a la salida del chiquero
Pablo Torres
Salamanca
Sábado, 9 de agosto 2025, 07:50
Por desgracia, en los festejos taurinos, los médicos que acuden a estos no están incluidos en el cartel. Al igual que los toreros, los cirujanos no faltan a la cita, y es que Enrique Crespo Rubio es uno de ellos. No firma autógrafos, no se pone delante del toro ni sale por la puerta grande, pero entre batas, gasas y sangre cumple un papel importante dentro del coso.
Ya han pasado más de 45 años desde que el doctor Crespo acompañó por primera vez a su padre a una plaza de toros, en una novillada sin picadores en la provincia de Juncos, Toledo. «Allí fue la primera vez que tuve que intervenir. Ayudé a mi padre con un joven novillero al que le habían cogido en el muslo», contaba. Sin embargo, su pasión por los toros no viene de familia, aunque uno de sus bisabuelos fue Santiago Neches, famoso ganadero de principios del siglo XX. «De joven no me gustaban mucho los toros, pero cuando comencé a acudir a las plazas con mi padre, siendo estudiante de medicina, empecé a aficionarme.»
Varios años después, y tras recorrer gran parte del país gracias a los festejos taurinos, en 1982 llegó a tierras mirobrigenses y, tras ello, quedó anclado. «Mi tierra es Zamora, pero me considero mirobrigense, me han hecho hijo adoptivo», comentaba entre risas. Tal fue su unión con la ciudad farinata que desde 2006 es el jefe de servicios médicos y quirúrgicos, justo cuando su padre dejó de serlo por cuestión de edad.
Son casi 20 años como responsable médico del festejo taurino más importante de Ciudad Rodrigo, y por desgracia, ha tenido que vivir experiencias no tan agradables. «Afortunadamente, el equipo médico en Ciudad Rodrigo ha salvado la vida a cinco o seis personas como mínimo», decía. Sin duda, la que mejor recuerda, también por ser la más cercana, es la aparatosa cornada que sufrió Nicolás Calvo Vicente. «Nicolás tenía la costumbre de esperar al toro a la puerta del chiquero. Y nada más salir, se fue a por él; le cogió y le atravesó el muslo», contaba. Sin embargo, a pesar de la situación en la que se encontraba, nunca perdió los nervios. «Porque si en este caso yo, como responsable, pierdo la serenidad, el orden, la tranquilidad y el sosiego, aunque sea una herida sumamente grave, el descontrol que puede aparecer podría ser catastrófico, tanto para tu equipo como para el propio paciente», afirmaba. Aunque, como bien dice, nada de eso hubiera sido posible sin la ayuda de su equipo, que gracias a tantos años de experiencia sabe exactamente qué hacer en cada momento.
Tras ello, como en muchas otras ocasiones, Nicolás no puede hacer otra cosa que agradecer lo que el doctor Crespo y su equipo hicieron por él. «Todos los carnavales de Ciudad Rodrigo nos vienen a saludar; nos vamos a tomar el martes de carnaval un café y un farinato», contaba Enrique. Y es que, a pesar de su sosiego y templanza dentro de la enfermería, Crespo no es de hierro y situaciones así le dejan tocado. «Me dejan huella los casos que se complican, las heridas que evolucionan mal… y también, por supuesto, los que no conseguimos salvar. En 45 años han muerto cuatro personas en mis manos por heridas irreversibles, y eso no se olvida.»
En los últimos años, además de operar, al doctor Crespo le ha surgido un segundo motivo para seguir acudiendo a las plazas de toros. «Una obsesión que tengo en los últimos años es atraer a la gente joven para que aprendan lo que es la cirugía taurina, porque el día de mañana me van a sustituir», decía.