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Restos de lo que en su día fue la alquería de Cabaloria, abandonada desde el año 1965. S.DORADO
El misterioso y encantado lugar de Salamanca que protagonizó Cuarto Milenio

El misterioso y encantado lugar de Salamanca que protagonizó Cuarto Milenio

Cabaloria, en Sotoserrano, quedó abandonado desde la creación del embalse Gabriel y Galán, que anegaría gran parte de las fincas de una villa cada vez más despoblada

Lunes, 12 de agosto 2024, 06:30

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Entre los vestigios de épocas doradas —y nunca mejor dicho en este caso— de la que hoy es la EspañaVaciada, reposan los restos de lo que en su día fue la alquería de Cabaloria, ubicada en el término municipal de Sotoserrano. La alquería tuvo otros nombres como Cadalloria, y fue agregada a Sotoserrano en 1819.

El nombre de Cabaloria proviene de la unión entre los términos de «caven» y «valoria», y alude a la existencia de antiguas explotaciones de oro romanas. A mediados del siglo XVIII la población de Cabaloria se redujo a 10 vecinos. Tenía doce casas habitadas, cuatro cerradas y seis «casillas». En el primer tercio del siglo XIX el municipio llegó a tener 69 habitantes.

El fin de la alquería de Sotoserrano se consumó con la inauguración, en el año 1965, del embalse de Gabriel y Galán, que represa las aguas del río Alagón. No estaba prevista la inundación del pequeño enclave, pero si gran parte de las fincas propiedad de los vecinos de Cabaloria. Hoy en día se puede ver cómo el río aún respeta a gran distancia el término y las edificaciones abandonadas.

Octavio Pérez, quien fuera alcalde de Sotoserrano en los tiempos de las alquerías, recuerda la vida en estos núcleos poblacionales. «En cada una había entre 20 y 40 habitantes como mucho; el cura se desplazaba cada quince días allí para dar misa. Estaban a unos tres o cuatro kilómetros la una de la otra, por un camino en el que había que ir en burro o caballo, o a pie», cuenta. Vivían de la agricultura principalmente.

Sotoserrano disponía de otra alquería de mayor tamaño y más conocida: Martinebrón, que se encuentra en el mismo límite con la provincia de Cáceres en el inicio de Las Hurdes, ahora también abandonada.

Sin embargo, más allá de la historia y el interés patrimonial que puede despertar Cabaloria, las piedras están empapadas de leyendas y misterios a los que incluso ha sucumbido Iker Jiménez, quien compartía en Cuarto Milenio hace tan solo un año la historia de un profesor de Bellas Artes de Salamanca, a quien le pareció ver unas piernas que, sin estar unidas a un cuerpo, se desplazaban y agazapaban en la oscuridad de esta alquería.

Pero la historia que ha trascendido, y por lo tanto invitó a este amante del ocultismo a adentrarse en Cabaloria, es la de Pelayo Crisótomo, un humilde habitante de Las Hurdes sin ninguna relación con Cabaloria.

La leyenda cuenta que, mientras trabajaba en su olivar, algo semejante a un tornado con una luz cegadora lo engulló, y cuando la nube de polvo se disipó, estaba en Cabaloria. Este hecho obsesionó hasta tal punto a Pelayo Crisótomo que terminó por suicidarse colgándose de un árbol.

Frente a la alquería de Martinebrón, Cabaloria ha sobrevivido en la memoria colectiva debido a las historias de misterio y el delirio que se plasman también en los paneles informativos de estas ruinas que un día fueron un apéndice importante de Sotoserrano, junto a la historia de este núcleo poblacional, que no corrió gran suerte pese a haber tenido un gran valor en el pasado. La Sierra de Francia atesora otros vestigios de explotaciones auríferas como la de Las Cavenes, en El Cabaco.

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