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Una de las calaveras de la fachada de la casa. OBES
El misterio del hogar maldito de Salamanca: asesinatos, secuestros y un atroz crimen pasional
CASAS CON HISTORIA

El misterio del hogar maldito de Salamanca: asesinatos, secuestros y un atroz crimen pasional

La famosa Casa de las Muertes no solo cuenta con una gran fachada que asombra a quienes la ven, sino que también varias leyendas giran entorno a ella

Clara Delgado

Salamanca

Lunes, 19 de agosto 2024, 12:00

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Quienes pasen por la calle Bordadores de Salamanca, puede que se queden asombrados por la gran fachada plateresca que acoge esta rúa. Se trata de una portada que no pertenece a un lugar cualquiera, sino que corresponde a la famosa Casa de las Muertes salmantina, una de las más brillantes manifestaciones del arte plateresco en Salamanca.

Se desconoce el año exacto en que se edificó la casa, aunque se atribuye su autoría al arquitecto Juan de Ibarra.

Desde 1504, comenzó a dejar su huella en Salamanca, pero, a partir de 1510, se empezó a vincular a los Fonseca, a los Álvarez de Toledo y a los jerónimos, que fueron algunos de los principales patronos de su actividad constructiva. Al arzobispo Alonso de Fonseca II, con quien había trazado la obra del claustro de la catedral de Santiago, dedicaría la ornamentación de la casa que se construyó en Salamanca, presidida por el rostro esculpido del «patriarca de Alejandría».

A muchos les sorprenderá el curioso nombre que recibe este espacio y es que las extrañas muertes y leyendas que giran en torno a este lugar han sido las que le han otorgado esta denominación tan singular.

Ya en el año 1666, la iglesia asumió la propiedad de la Casa de las Muertes, con la intención de que la capellanía se sostuviera económicamente con las rentas generadas por su alquiler.

Fachada de la Casa de las Muertes frente a la estatua de Unamuno. OBES

Más tarde, en el año 1805, con la desamortización de Godoy la casa pasó a manos privadas. El nuevo propietario fue el presbítero Alejo Guillén.

En 1839, y tras la muerte de Guillén, siendo ya prior de la Catedral, María Lozano heredó la propiedad y, para su desgracia, protagonizó el episodio más macabro de la historia de la Casa de las Muertes cuando fue asesinada en 1851.

Tras este crimen, la casa, que ya daba nombre a la calle de las Muertes (hoy, la calle Bordadores) pareció quedar maldita para los salmantinos. Nadie decidió pujar por ella en la subasta pública y el abandono aceleró su deterioro hasta que en 1877 la adquirió Ramón García de Solis. Ya para entonces las calaveras de la fachada -«las muertes»- habían sido sustituidas por bolas de piedra para eliminar la superstición popular.

El edificio se salvó de sucesivas declaraciones de ruina y soportó varias reformas interiores. A pesar de ello, su excepcional fachada se mantenía en pie. Durante una de sus visitas a Salamanca en 1912, el pintor valenciano.

El estado de abandono del inmueble llamó la atención de Federico García Lorca cuando visitó la ciudad siendo estudiante hacia el año 1916. «Recordemos la Salamanca ultrajada, con el Palacio de Monterrey lleno de postes eléctricos, la casa de las Muertes con los balcones rotos, la casa de la Salina convertida en Diputación...», escribió en 'Impresiones y paisajes' (1918), la única obra en prosa del poeta granadino.

Tras la última venta en el año 1962, comenzó el proceso de recuperación del inmueble. Volvieron las calaveras a su lugar de origen y los primitivos antepechos fueron restaurados bajo las ventanas al estilo original.

Las leyendas

Don Diego y Doña Mencía

Don Diego se casó con Doña Mencía, que asumió la misión de vengar a tantas mujeres seducidas y abandonadas por don Diego. Y, en cuanto su esposo acudía al combate, ella se entregaba al disfrute con sus amantes. Cuando don Diego lo supo, mató a los tres amantes cuando se acercaron por la noche a yacer con su esposa. Diego subió a la estancia donde Mencía esperaba a su amante y la estranguló sin piedad.

El secuestro de Elvira

En 1478, Don Diego recaba el apoyo de dos bandidos para secuestrar a Elvira. La leyenda se sitúa en la guerra de los Bandos. Diego confía en que, con la paz, su delito quedara impune. Para sus propósitos, ha sobornado al criado de Elvira, que alerta a su ama. Cuando Diego entra en la estancia para raptarla, Mencía le espera simulando estar muerta. El criado conduce a los dos bandidos a una cueva, donde se topan con los dos cadáveres decapitados por María la Brava, y que su madre encerró allí en secreto. Los bandidos oyen cómo Altamirano les cierra la puerta tras de sí para siempre.

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