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Con una pequeña sonrisa que enmascara su preocupación y su estado de falsa felicidad, Carla Muro acude por primera vez al Comedor de los Pobres en busca de un plato caliente para ella y sus dos pequeños, de 12 y 7 años. «Acabamos de llegar de Perú porque tengo un hijo con TDAH y hemos venido en busca de más oportunidades para él y su hermano, para que pueda valerse por sí solo ya que en Perú no hay especialistas. Allí las escuelas tradicionales no le prestan atención y acá sí, por eso he venido, para encontrar una mejoría», explica emocionada a LA GACETA junto a sus dos hijos agarrados de la mano.
Juntos están viviendo con una amiga, pero pronto tienen que dejar el piso y Carla no encuentra una habitación, ni tampoco trabajo… «Me ha dado unos días para retirarme y con niños es sumamente complicado que nos alquilen algo. Lo que más pido es el trabajo para poder sufragar los gastos. Llega una época muy dura, llega Navidad y veo que mis pequeños no tienen apenas comida, ni juguetes… Aun así, tengo que estar bien para que no me lo noten y confiar en Dios», detalla Carla a la puerta del comedor.
Melisa Muñoz, una joven de 19 años embarazada espera junto a su pareja, David Santiago, en las colas del comedor para recibir un plato de comida caliente: «Vine hace poco de Colombia, David ya lleva casi medio año en España. Estamos muy preocupados porque mi esposo se ha quedado sin trabajo y no nos queda más remedio que venir al comedor. La situación está muy dura. Además el casero del piso en el que vivimos ya nos ha pedido que nos vayamos... Estamos esperando cualquier tipo de ayuda...», cuenta desesperada mientras se toca su barriga.
Cada día sobre las 13:00 horas más de 200 personas forman largas colas para recibir táperes de comida: «A las 9:15 horas damos de desayunar a unas 30 personas para que realicen su jornada laboral con el estómago lleno. Después, más de 200 personas vienen cada día en busca de comida-los táperes suelen incluir un primero, un segundo y el postre-. Asimismo, unas 45 personas comen directamente con nosotros», según el joven Carlos Ledesma, uno de los responsables del Comedor de los Pobres, que añade que más de 300 personas perciben a su vez un lote de alimentos: «Una vez al mes facilitamos un lote a personas que a lo mejor no tienen una necesidad tan alta y prefieren organizar los alimentos y cocinar ellos en su casa, otros lo hacen porque así evitan ser vistos en la cola... Entre ellos hay muchos españoles, nunca queremos hacer énfasis en esta cuestión, pero sorprende. Todos podemos tener un vecino que por malas decisiones u otras cuestiones esté totalmente endeudado y a simple vista no se note...».
A Carlos le preocupa el aumento de entregas diarias con respecto al año anterior, así como el incremento de usuarios originarios de Perú, Venezuela y Marruecos: «Puede parecer muy repetitivo y nos gustaría decir que están disminuyendo, que hay menos personas. Pero la verdad es que cada vez aumentan las familias. Cada vez nos llegan más personas de 'urgencia' porque les han echado de su casa al no poder pagar el alquiler, porque acaban de llegar al país con niños..., por lo que cada día guardamos alguna ración por si se dan estos casos».
Gracias a las campanas de recogida de alimentos en los colegios e institutos, gracias al Banco de Alimentos, a donativos de voluntarios y familias, etc. pueden saciar el hambre y alegrar a las personas: «Muchas necesitan hablar, contarnos sus problemas...», especifica Carlos.
Alrededor de 20 personas aportan cada día su granito de arena para que todo esto sea posible. Según Carlos, los voluntarios no solo son las personas que ponen la cara, sino todos los que dedican su tiempo cargando, cocinando, barriendo... Hay gente de todas las edades, desde mayores a jóvenes universitarios. Toda ayuda es bien recibida. Siempre digo que lo más difícil es pedir ayuda, pero ayudar no es complicado», según Carlos, que recomienda a los jóvenes acercarse al voluntariado.
Financiar un menú para que una persona sin recursos pueda tener una cena especial el día de Nochebuena, es la iniciativa navideña que lanza el Comedor de los Pobres con la esperanza de que no falte nadie a la mesa en una noche tan especial y cargada de simbolismo. Cada año, cerca de un centenar de personas en situación de vulnerabilidad acuden al comedor en la tarde del 24 de diciembre para disfrutar de una cena de fraternidad. Asimismo, la organización intenta ofrecer algún dulce especial o pequeños detalles entre los asistentes para intentar hacerles «un poquito más felices». El comedor invita a los salmantinos a colaborar con esta iniciativa e informa de que encargará los menús a una empresa salmantina especializada. Cada uno de ellos costará 23,50 euros. Familias, empresas y particulares colaboran con la entidad para contribuir en esta cena tan especial, no solo económicamente, sino también ofreciendo su trabajo como voluntarios
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