«Ni en mis mejores sueños pensé en cantar en la Plaza Mayor, soy un tío feliz»
El jerezano cerrará los conciertos este lunes con un homenaje al compositor Manuel Alejandro
EÑE / Paula Zorita
Lunes, 15 de septiembre 2025, 06:00
José Mercé es una de las voces más auténticas y admiradas del flamenco contemporáneo, un cantaor que bebe directamente de las raíces jerezanas y ha sabido mantener vivo el duende de su tierra a lo largo de toda su carrera. Su arte, que demuestra y derrocha también en el 'tú a tú' y una sencilla conversación, combina respeto a la tradición con apertura a nuevas sonoridades, convirtiéndolo en un referente del flamenco que emociona tanto en nuestro país como en el extranjero.
A las 22:00 horas José Mercé pondrá el broche de oro a las Ferias y Fiestas de Salamanca en la Plaza Mayor, un escenario a la altura del espectáculo que el jerezano trae a nuestra ciudad, un homenaje al maestro Manuel Alejandro con el que está rodando por toda España, que transforma las canciones del reconocido compositor en un viaje flamenco lleno de pasión y autenticidad.
José, el flamenco lo acompaña desde niño. ¿Recuerda la primera vez que cantó en público y qué sintió en ese momento?
–La primera vez que canté flamenco en un escenario profesionalmente fue en los 'Jueves flamencos' que se organizaban en la plaza de toros de Jerez. Allí iban artistas consagrados y nos metían también a los chiquillos de allí que hacíamos nuestros primeros pinitos, como Moraito o Diego Carrasco. Me subí y no me bajé más (ríe), porque en mi familia es lo que siempre hemos mamado; el cante y el baile forman parte de nuestro ADN y no tengo ningún recuerdo que esté desligado al flamenco desde pequeño... toda mi trayectoria se ha desarrollado de manera natural.
Proviene de una de las sagas flamencas más reconocidas de Jerez. ¿Qué significa para usted llevar ese legado sobre los hombros y cómo lo ha hecho suyo?
–Aparte de la responsabilidad que conlleva, que viene de atrás con mucha fuerza y personalidad, he intentado hacer todo lo posible por aprender. Pero también hay que nacer con el don de tener este eco y desarrollarlo. No todos mis familiares cantan; a mí me ha tocado, y es algo que hay que sentir y respetar, no se puede alardear.
El flamenco ha pasado por muchas etapas, algunas de esplendor y otras de dificultad. ¿Cómo diría que se encuentra hoy la salud del flamenco?
–El flamenco es música de raíz, no tiene modas. Es eterna. A veces está más arriba, más abajo, como yo digo (ríe). Tenemos gente joven que lo está haciendo muy bien. Siempre que me piden un consejo, digo: aprende la base y la raíz antes de inventar. El flamenco tiene su proceso, hay que tener mucha voluntad y pasión; es una música viva y fresca que nunca deja de enseñarte.
Ha colaborado con guitarristas y músicos de estilos muy distintos. ¿Sigue disfrutando de mezclar el flamenco con otras músicas?
–Por supuesto... He tenido la suerte de arriesgar mucho en mi carrera pero considero que me ha salido bien. Después de ser considerado purista, empecé a abrir el flamenco a nuevos instrumentos: violín, piano, bajo, contrabajo… Al principio los flamencólogos me criticaron, pero sé que mi apuesta enriqueció al flamenco como yo lo sentía. Como digo yo, camarón que se duerme, se lo lleva la corriente (ríe). No se trata de inventar, sino de refrescar desde el respeto a la raíz, y solo así conseguimos poner el flamenco en el siglo XXI.
¿Qué escucha en casa cuando no está con su música habitual?
–Suelo escuchar mucha música y, de la que no entiendo, pregunto a mis hijas (ríe). Ellas me guían y me mantienen en contacto con lo actual y saben que si pregunto es porque ha habido algo que me ha llamado la atención o que me ha gustado, pero soy muy antiguo, nada de Spotify ni cosas de esas; me gusta el cara a cara y el bolígrafo. Con los móviles estoy en guerra. Por ejemplo, al grabar un disco, necesito a todos los músicos juntos; es otra manera de sentir la música. Si uno está en Nueva York y otro en Badajoz, se pierde esa conexión.
Si tuviese que tomar una copa con un músico de su generación que ya no nos acompaña, ¿a quién elegiría?
–¡Uy! Con muchos músicos… no me gustaría dejarme a ninguno, pero si tuviera que volver a tomar una copa o compartir flamenco con alguno, sería con Camarón y Morente. Ellos eran algo mayores que yo, pero fuimos contemporáneos y compartir esta pasión con ellos fue un lujo.
Su actuación en Salamanca, estará dedicada a Manuel Alejandro. ¿Qué le une a su obra y cómo ha sido el proceso de llevar esas canciones a su terreno flamenco?
–Le canto a Manuel Alejandro, que nació en el barrio de La Mercé, en Jerez, igual que yo, y me conoce desde chiquitito. Es un honor hacer su cancionero y llevarlo al flamenco. Ha sido un reto, pero afortunadamente está gustando mucho. Les digo a todos mis charros que no falten, ¡van a disfrutar! (ríe).
¿Qué siente al cantar en la Plaza Mayor de Salamanca, un escenario cargado de historia y tan simbólico para la ciudad?
–Eso es algo que en tus mejores sueños no lo ves; es un sueño para mí… una de las maravillas de España y del mundo. Me siento el hombre más feliz.
¿Tiene algún recuerdo o anécdota de anteriores visitas a Salamanca?
–Tengo muchos recuerdos con buenos aficionados al flamenco y también de profesionales. Especialmente recuerdo al 'tío' Rafael Farina, haber cantado con él y, sobre todo, el privilegio de conocerlo como persona es uno de los mejores recuerdos que tengo de allí. La gente de Salamanca me trata como uno más, y eso es precioso.
Usted ha dicho en varias ocasiones que el flamenco es eterno. ¿Qué lo hace inmortal pese a los cambios de la música y las modas?
– una música tan viva y tan fresca que no hay quien pueda con ella. El flamenco es nuestra marca España. Cuando grandes músicos del mundo escuchan flamenco, siempre se llevan algo: un ritmo, un acorde… algo que les llega y les revuelve la sangre.
Después de tantos años de carrera, ¿qué le sigue emocionando al subirse a un escenario?
–Los quince minutos antes de salir al escenario son un tormento que no le deseo ni a mi peor enemigo… ¡lo paso fatal! (ríe). Pero una vez en el escenario, se me pasa todo. El flamenco es mi vida, mis vacaciones son carretera y escenarios; eso es con lo que soy feliz.
El flamenco ha sido declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ¿Qué responsabilidad siente al representar esta música en escenarios internacionales?
–Hemos luchado muchísimo por ello. Ahora, aunque esté reconocido, todavía no se le da el valor que merece. La gente cree que el flamenco son solo rumbitas, pero cuando escuchan tarantos, soleás o seguirillas, alucinan. Hay que transmitirlo bien y llevarlo a lo más selecto.
¿Hay algo que todavía le quede por hacer en la música, algún sueño por cumplir?
–Afortunadamente, me queda mucho por hacer y muchos sueños por cumplir. Por ahora me quedo con ver al público llenando los teatros y los sitios donde voy a cantar; eso me da más ganas e ilusión cada día. Ya tengo cosas pensadas hasta 2028… mi mente no para (ríe).
Para quienes quizá se acercan por primera vez a un concierto suyo en Salamanca, ¿qué pueden esperar en la Plaza Mayor?
–Van a ver a José Mercé cantando Manuel Alejandro, va a ser muy bonito y también cantaré mis grandes éxitos. ¡Que no falten! Eso les quiero decir (ríe).