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«Empecé a acoger chicos porque conocía a gente que necesitaba casas para los estudiantes que venían y buscaba familias. Me animé y la verdad es que no me disgustó». Aquella decisión la tomó hacer unos 30 años y Manoli Lázaro continúa, aunque ahora ya de forma más puntual, alojando en su casa a jóvenes que vienen a Salamanca a aprender el idioma. Es una de las «madres del español» con más experiencia de la capital. Quienes han vivido en su casa, la llaman cariñosamente Manu.
«No, no, no... Yo no empecé por motivos económicos. Lo hice simplemente por tener contacto con gente. Te explican cosas de sus países, sus costumbres. Es entretenido», comenta. Sus dos hijos, hoy ya mayores e independizados, convivieron en casa con muchos de los alumnos que acogió y eso, apunta, también les vino bien. Con algunos de sus antiguos «inquilinos» continúa manteniendo buena relación. «Sobre todo, con algunos de Inglaterra y Estados Unidos. Después, han vuelto a venir a mi casa. Y la verdad es que me han invitado a que vaya a verles, pero yo no cojo aviones. Yo soy de mi entorno y salgo poco», asegura. Mantiene contacto también con dos antiguas estudiantes chinas que ahora están viviendo en Madrid y Barcelona. «Han venido de vez en cuando a Salamanca, a cocinar en casa», comenta esta salmantina.
En las tres décadas que lleva colaborando con colegios y academias, asegura no haber «tenido ni una mala experiencia». «Siempre son muy educados, muy majetes. Creo que vienen mentalizados de que van a estar en familias y que tienen que ser educados», apunta Manoli, que en estos años se ha convertido en «madre por unos días» de muchos adolescentes, algunos que ni siquiera habían cumplido los 12 años. «En esos casos, tenemos que controlarles un poco el horario, que estén en casa a la hora y que no estén por ahí solos».
«Estoy por encontrar al primero que no le guste España. A todos les encanta, y muchos se van con lágrimas porque les gustaría quedarse», señala esta mujer de 73 años, que, aunque ya acoge a menos estudiantes, no ha dejado de hacerlo por completo. «No sé cómo viven en sus países, pero aquí en Salamanca se encuentran con una vida muy tranquila. Salen, entran y, aunque a los más pequeños hay que acompañarnos, tienen una cierta autonomía», añade.
Ahora que Manoli Lázaro empieza a retirarse, anima a otras familias a lanzarse a esta aventura de alojar estudiantes en sus casas. «Pero que lo hagan porque les gusta, porque tampoco es que esté muy bien remunerado. Si lo que quieren que no pisen aquí, no molesten y no les van a dejar moverse en casa, es mejor que no lo hagan», añade dejando claro que una buena «madre del español» tiene que disfrutar con la presencia de estos jóvenes en casa y no entenderlo como una molestia.
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