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El zamorano, en el Comedor de los Pobres. ALMEIDA

«Llevo un mes durmiendo en la calle y no es la primera vez»

Bajo el sol abrasador de junio, Marcos (nombre ficticio) busca sombra en un parque para dormir. No tiene trabajo, por lo que no puede costearse el alimento o una habitación

María Regadera

Salamanca

Sábado, 21 de junio 2025, 17:45

Por la mañana, Marcos Sánchez (nombre ficticio), se despierta tumbado en un parque salmantino, sin nada que llevarse a la boca, sin trabajo y, por lo tanto, sin ahorros. A la hora del mediodía, se desplaza al Comedor de los Pobres para conseguir un plato de comida, pero también para refugiarse bajo un techo durante las horas de temperaturas más elevadas en la ciudad. «Aquí por lo menos puedo comer. No tengo dinero ahora mismo para nada», lamenta y... baja la mirada.

Nació en Zamora, pero lleva ocho años en Salamanca. Al principio dormía en habitaciones de alquiler, después se quedó sin trabajo y dejó de poder costearse un alojamiento. «Ahora llevo un mes seguido durmiendo en la calle, pero esta no es la primera vez. Cuando me va bien, consigo una habitación. Cuando pierdo el trabajo, vuelvo a la calle». A lo largo de su vida ha trabajado en diferentes empleos dentro del sector de la construcción, la carpintería o la electricidad. Tiene experiencia y cursos, pero no bastan para conseguir un empleo. «Conseguir un trabajo cuesta mucho y no es fácil. Te piden muchos requisitos y son ofertas temporales, prácticamente de días. Te dicen que dejes el currículum, pero después nunca te llaman. Es demasiado frustrante», asegura el zamorano.

A medida que aumentan las temperaturas y llegan las habituales olas de calor del verano, su situación empeora. «Me paso el día buscando sombra e intento estar cerca de una fuente, en algún parque. Me cuido como puedo y me aparto del sol, pero se pasa realmente mal». Para la gente que pasea a su alrededor, él es prácticamente invisible: «No los juzgo, ya que no conocen mi historia o mi situación. Yo tampoco voy contando nada y solo me ayudan las propias organizaciones a las que acudo», explica.

No tiene pareja, ni hijos. Tampoco está en contacto con su entorno. «Mis padres murieron y con la familia que me queda no tengo relación. No saben en qué situación estoy y prefiero que no lo sepan». Vive en silencio, entre la discreción y el agotamiento. «La gente no sabe lo que es esto hasta que lo viven. Yo tampoco pensé que me pasaría, no se te pasa ni por la cabeza». A pesar de todo, no pierde del todo la esperanza. Si alguien le ofreciera una oportunidad, la aprovecharía. «Sé hacer muchas cosas: construcción, electricidad, carpintería... Soy peón, tengo cursos. Pero necesito trabajar. Si trabajo, salgo de la calle».

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