Cuando una llamada salva vidas: «Una chica nos llamó con un plan, lo tenía decidido»
«No todo el mundo está capacitado para coger este teléfono, porque puedes no ayudar si no estás preparado emocionalmente», señala Josefa Rodríguez Rivas, psicóloga y voluntaria en el Teléfono de la Esperanza de Salamanca desde el año 2021
Salamanca
Sábado, 19 de julio 2025, 07:00
Soledad, miedo, angustia, ansiedad o depresión. Palabras que se evitan en una conversación porque evocan a momentos difíciles de la vida, pero que en realidad son sentimientos que cualquiera atraviesa. «Igual que todos podemos tener caries, también pasamos por momentos emocionales difíciles», argumenta Josefa Rodríguez Rivas, psicóloga y voluntaria en el Teléfono de la Esperanza de Salamanca desde el año 2021. Es por ello que hay que hablar abiertamente del tema. Pedir ayuda en el caso de la persona afectada. Escuchar atentamente, ser empático y comprender por parte de quienes la rodean.
El número 923221111 es mucho más que una serie de nueve dígitos. Siempre que se marca, se obtiene respuesta y atención. 24 horas al día, 365 días al año. Una llamada puede salvar vidas y en el Teléfono de la Esperanza de Salamanca lo saben muy bien. Es el día a día de los más de treinta voluntarios que colaboran en esta entidad que ofrece un servicio integral y gratuito en Salamanca desde hace más de dos décadas, atendiendo a quienes llaman para ayudar a gestionar sus emociones. También en otros lugares del país, «incluso con llamadas internacionales», recuerda la psicóloga y voluntaria. Esto sucede porque cuando la centralita de una sede está ocupada, pasa a otra para asegurar así que siempre habrá alguien al otro lado de la línea.
Que el Teléfono de la Esperanza 'salva vidas' no es una frase hecha, es real. «Una chica joven que tenía un plan de suicidio nos llamó. Tenía decidido quitarse la vida y una compañera consiguió que no lo hiciera a través de los protocolos y planes de actuación que aplicamos. Luego llamó y nos agradeció haberle salvado la vida», recuerda emocionada Josefa. Para ser voluntario en la entidad se exige un curso de preparación de un año y medio de duración. Señala que «no todo el mundo está capacitado para coger este teléfono, porque puedes no ayudar si no estás preparado emocionalmente».
Su papel es aún más esencial desde la pandemia, momento en el que «las llamadas se multiplicaron». Se achaca a dos factores: el shock que supusieron el confinamiento y las pérdidas; y que, por fortuna, la sociedad está acabando con el tabú y los problemas emocionales se hablan cada vez con mayor naturalidad. Al contar con más demanda, la oferta del Teléfono de la Esperanza también ha crecido con servicios como los cursos trimestrales de psicólogos expertos en aulas reducidas —lo que favorece la comunicación— sobre autoestima, inteligencia emocional, la superación de un duelo o el perdón. Además, existe la asistencia presencial y el chat de atención de crisis 'Conéctate.social'. Josefa se encarga de dar charlas en institutos y realizar dinámicas de grupo tratando abiertamente el suicidio con alumnos que están «en un momento en el que empiezan a conocerse a sí mismos». Además, destaca la relación directa entre «los jóvenes, las tecnologías y la soledad», es decir, los problemas que acarrea la necesidad de validación instantánea en redes sociales, y la frustración que provoca no obtenerla.
Desde el Teléfono de la Esperanza aseguran que el mejor consejo «es no dar consejos, porque cada caso es único, hay que escuchar». A pesar del descenso de llamadas que suele producirse en verano, Josefa y sus compañeros seguirán ahí, ayudando a encontrar la salida: «Hay personas que cuentan aquí lo que no han hablado nunca, y a veces son cosas muy duras, pero es gratificante ver que conseguimos resultados».