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En la recta final de una gira más íntima por teatros, Raúl Gutiérrez (Reinosa, 1979) traslada a este formato más directo y cercano su pasión por la música. El que fuera líder de La Fuga no es amigo de mirar atrás y, consu banda, se ha citado para esta noche con sus fans salmantinos... en una estación de tren.
Salamanca es una plaza habitual en las giras de su grupo. Aquí tiene un público fiel.
—Si, el verano pasado estuvimos por la provincia y creo que en cada gira hemos esta mínimo una vez por Salamanca. Pero hacía mucho que no hacíamos una gira de teatros.
Cuéntenos qué es «Cercanías y medias distancias».
—En la última etapa de La Fuga actuamos en 8 o 9 teatros y allí descubrí los silencios. Era una maravilla. Tras el primer disco con Rulo y la Contrabanda, lo propuse y mi oficina me apoyó. Nos costó encontrar teatros que aceptaran a una banda de rock. Solo conseguimos 10 y llenamos todos menos uno. Eso fue un respaldo para repetir en las siguientes giras, en las que cada vez se nos iba un poco mas la cabeza en las escenografías. Esta vez tenemos un andén, una estación, y en la tercera canción sale de la nada detrás de mí un tren de 14 metros. Puedo ver la sorpresa en las caras de la gente. Pero que nadie se asuste, las canciones son las protagonistas.
Aparte de la escenografía, ¿se plantean de forma distinta los conciertos en sala respecto de los grandes espacios?
—Las canciones se visten de otra manera, pero la voz no cambia. Lo que pasa es que hay gente a la que no le gusta tanto el rock pero que sí viene a estos espectáculos, como me gusta a mi llamarles. Espectáculos perecederos, porque al acabar la gira me llevo esta estación a una nave que tengo en Reinosa y ya no se vuelve a usar. En la próxima gira habrá algo distinto.
El clima de intimidad que se genera en una sala es también especial.
—Sí, la actitud del público no puede ser la misma del que va a saltar con una cerveza enla mano. El escenario marca el clima de los conciertos. Y la época del año también. No es igual el ambiente de verano que el de invierno. Aquí se ve a tus seguidores de verdad.
¿Por qué un grupo de rock como Rulo y la Contrabanda se embarca en esto? ¿Una necesidad del artista de expresarse de otro modo?
—Con los años los grupos tendemos a encorsetarnos, a no tomar riesgos. Yo soy muy inquieto y me metí en el mundo de la música para expresarme, para salirme de la rutina. Y cuando se me ocurre una «majarada» romántica, como ésta, tengo un equipo alrededor que me apoya. Y el público, que no es tonto, lo valora.
En alguna ocasión dijo que decidió dedicarse a la música después de asistir a un concierto de Los Suaves. ¿Se lo contó alguna vez a Yosi, su líder?
—Un millón de veces, jajaja. En aquel concierto en un frío pabellón de Reinosa me voló a cabeza. Por eso yo me desvivo por los niños que vienen a mis conciertos. Con los años la vida te va quitando brillo por la gente que pierdes, por las responsabilidad. Pero los niños tienen ese poder de fascinación permanente.
¿Y se ha encontrado a algún chico o chica que le haya dicho 'Rulo, quiero ser como tú»?
—Sí, si. Me lo ha dicho gente que ahora tienen 18 o 20 años y tocan en grupos. Yo tengo 46. No es que sea viejuno, pero es que empecé muy joven. Y que te venga alguien coneso es lo más fuerte que te pueden decir.
Hace ya 15 años de la disolución de La Fuga. ¿Está hoy donde imaginó entonces donde quería estar?
—Después de aquello pasé un año en mi casa . Se dijeron entonces muchas cosas:«este se va por dinero», no sé qué... ¿Cómo me iba a ir por eso si estábamos ganando un pastizal? Ese año estuve jodido, y me vio la gente que me quiere. Después, con el nuevo proyecto, hubo gente que se bajó del barco, pero muchos se mantuvieron ahí. Yen estos 15 años hemos hecho muchas cosas. Aveces, pensando en lo siguiente que quieres conseguir, no te paras a pensar lo bien que te van las cosas. Hemos afianzado el proyecto, tenemos una legión de público, no estamos de moda ni somos el grupo del año, pero la gente que nos sigue es fiel. Tenemos una regularidad que es de agradecer.
Los dicen muchos otros músicos, que más que tener un éxito enorme puntualmente, lo que valoran es esa continuidad. ¿Piensa igual?
—En esto lo que tienes que hacer es ir a tu bola. A Raphael, que de esto es el que más sabe, le leí en una entrevista que daba un consejo a los jóvenes: que siempre sean ellos mismos. Parece un consejo fácil, pero no lo es. Hoy día los jóvenes se dejan llevar por las tendencias. Pues a mí eso me cuesta un huevo. Hacer diez canciones que me gusten y sean publicables, me lleva dos años de mi vida. Todos queremos gustar al público, pero la creación no puede estar supeditada a eso.
¿Es usted de los compositores a quienes la actualidad les motiva para escribir? ¿Oprefiere huir de ella, tal y como está el panorama?
—Es imposible que un creador no absorba cosas de lo que está pasando. Yo dejé de ver los telediarios, era casi un adicto. Y soy lector de prensa, pero ahora las noticias en soporte digital es como si me afectaran menos. Al final , ver tanta negatividad te quita energía.Viendo las noticias parece que estamos involucionando... Prefiero mirar a mi barrio, a los míos.
¿Está de acuerdo con que a nivel global la música latina le ha ganado la batalla al rock?
—Es una realidad. Con las músicas maravillosas que hay en América Latina, ha tenido que funcionar la que menos me gusta a mí. Pero no han desplazado al rock, no son nuestra competencia. Como dijo una vez Robe Iniesta, «lo importante es gustarle mucho a unos cuántos». Lo que más me gusta de la juventud de hoy es que no tiene los prejuicios para oír música que tuvimos nosotros.
Antes de fin de año actuaron por América Latina, donde ya tienen una legión de seguidores.
—Sí, hicimos los cinco países que hacemos siempre, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y México. Aquello es otro planeta. Es otro reto maravilloso, como esto actuar en los teatros. Cada vez disfruto más. Yo creo que me queda mucho rock, pero cuando vaya entrando en años, yo le digo a mi gente que me jubilaré actuando en teatritos.
¿Y después? ¿Alguna otra iniciativa romántica de las suyas?
—Pararemos todo 2026. En España al menos. Esto mi madre no lo entiende. «Te pagan muy bien por hacer tu auténtica pasión, y de repente paras», me dice. Yo paro porque quiero componer, necesito desconectar de esto. Me gusta mucho viajar, me parece inspirador. También leer, estar con mis amigos y con la familia. Y dejar de dar la chapa a la gente, que me echen de menos.
Acaba de publicar su primera novela. «Cuestión de suerte», sobre la historia de un hombre a quien le toca la lotería. ¿Qué quería contar?
—La escribí con la misma naturalidad con la que escribo canciones. Es una historia en treinta días y me lo he pasado muy bien escribendo. Siempre con mucho respeto, porque firmo con mi nombre y no quiero que me saquen los colores dentro de cinco o seis años por lo que digo ahí. El feedback está siendo muy bueno. Creo que se lee fácil, y no creo que sea algo despectivo: tiene su mérito.
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