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Lunes, 27 de septiembre 2021, 14:11
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Isidro Borrego, cazador y naturalista, presenta este lunes 27 de septiembre en el Casino de Salamanca (20:00 horas) su libro “A solas con el lobo” coincidiendo con la prohibición de cazar a este depredador. Le acompañará María Eugenia Bueno Pastor, doctora por la Universidad de Salamanca.
Se acaba de prohibir la caza del lobo.
No es una prohibición total: el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico dictaminará qué lobos hay que detraer del medio. Y las comunidades autónomas van a tener una serie de facultades, aunque ya no dentro del marco de la caza y con los cupos que teníamos en los cotos, para su control poblacional. Pero se está cometiendo un atropello brutal: desde 2014 no se ha hecho ningún censo del lobo en España y no sabemos cuál es su masa crítica. Evidentemente, no somos tontos porque hay predaciones desde los años 80, que es cuando se inicia la recuperación del lobo en España, y han ido colonizando áreas.
¿Cuántos lobos hay en Salamanca?
Al menos cuatro o cinco manadas estables (con tres o hasta cinco individuos). Fluctúan porque van y vienen, aunque siempre haciendo predaciones. En Salamanca hay lobos estables en la comarca del Abadengo, en la zona Norte en la raya con Zamora y en la raya de Portugal. Y ahora han entrado lobos desde la Sierra de la Paramera de Ávila a la zona de Horcajo Medianero. Han matado también en la zona aledaña a Alba y en la Sierra de Béjar.
Y están cuantificados sus ataques.
La Consejería ha dicho que desde 2005 ha habido 705 ataques. Solo en 2020 en Salamanca se produjeron 140 ataques con 322 animales (ovejas, cabras o ganado vacuno) muertos, lo que supone una media de casi un animal muerto al día. Y en 2020 en las comunidades de la cornisa cantábrica (Castilla y León, Cantabria, Asturias y Galicia) se cifraron las muertes en 10.000 animales en ganadería extensiva, lo que supuso 3 millones de indemnizaciones al resto de ganaderos. La Administración paga el animal muerto, pero no paga el animal herido o mordido, la vaca que aborta ni el estrés que supone que las vacas no desarrollen la carne y el rendimiento adecuados.
Su libro es una reacción a esta prohibición que venía.
Soy un amante de la literatura cinegética contemporánea y no había ningún libro que tratara de la caza del lobo en España. Una vez que nos encierran por la pandemia en marzo de 2020, intento generar en mi cabeza una situación paralela para huir de la situación tan brutal que teníamos en nuestras vidas, y escribí un primer libro “Jabalí en la alta montaña”, que lo voy a publicar en 2021. Luego me puse a pintar, algo que nunca había hecho, y este libro está ilustrado con mis láminas. Y el 1 de diciembre de 2020 me desperté a las cinco de la mañana y en mis pensamientos y en mis sueños volvía a aparecer el espíritu del lobo de las Chanas de manera recurrente. Cuando veo un lobo en el campo, como he vivido con pastores y gente de campo, invoco sortilegios y canciones de la Vieja Castilla para que el espíritu del lobo me suelte y no me acompañe, para que me deje conciliar el sueño y dormir. La gente del campo, cuando ve el lobo se cree alobada, invadido por el lobo. Yo me sentía alobado, me puse a escribir y parecía que los lobos estaban allí conmigo, que encendían el interruptor de mi propia vida, de mi pasado, y venía mi padre, que falleció hace tres años, con los últimos loberos del siglo XX y todos me contaban sus historias. Yo escribía lo que ellos relataban y parecía que estaban allí: era una cosa alucinante.
Es un alegato a la caza.
Y a la caza del lobo con mayúsculas, a la defensa del mundo rural y a la literatura cinegética clásica. El libro intenta ser un guiño a grandes autores como Miguel Delibes, con quien se cometió el error de no darle el Premio Nobel de Literatura. Hay autores a los que hago un homenaje, como a Nicolás Dorado, director de LA GACETA en los años 70, que escribió el maravilloso “Crónicas del guarda mayor”.
Relata 40 años de historias loberas.
He conocido a los últimos loberos del siglo XX, que formaban parte de las juntas alimañeras. Fue cuando hubo una política errónea de la Administración, cuando se consideraba alimañas a los lobos y los querían eliminar a todos. En el libro he introducido 200 palabras de jerga lobera y en la tercera edición voy a introducir otras 200 más. En enero, con Filomena, encontré un lobo aullando, con hojas de parra, tallado por un cantero, en una de las fachadas de la Catedral. Y con ese guiño a Salamanca termina mi libro.
¿Qué va a pasar ahora con el lobo en nuestro territorio?
La ministra ya tiene una denuncia de la Federación Española de Caza y por el Fundación Artemisan para que justifique por qué prohíbe la caza del lobo cuando es dañino para las explotaciones agrícolas. Van a volver las lacras que llevaron al lobo a su extinción: ahora se van a matar lobos indiscriminadamente y volverá el veneno y una situación insostenible para el lobo. El que pierde es el lobo. Rodríguez de la Fuente lo decía: al lobo hay que cazarlo, minimizando el riesgo para las explotaciones agrícolas. No decimos que hay que cazar a todos los lobos. Hay que saber la masa crítica de lobos que hay y cazar un cupo, que sabemos cuál es, entre el 15% y el 20% de los lobos que hay en el país, porque si no, el lobo se va a seguir expandiendo y va a ser fruto de problemas. Y quien lo tiene que controlar son los cazadores. Hemos cazado el lobo en Castilla y León, pero no hemos impedido que se expanda a Extremadura, Castilla La Mancha, Aragón, Navarra, País Vasco.... Y han venido lobos desde los Apeninos, a través de Francia, que han entrado por los Pirineos.
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