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Uno de los instantes de la película.
Icíar Bollaín hace justicia (por fin) a la valentía de Nevenka

Icíar Bollaín hace justicia (por fin) a la valentía de Nevenka

La directora de 'Te doy mis ojos' reconstruye el caso de la concejala de Ponferrada, pionera de la lucha contra el acoso cuando denunció al mismísimo alcalde

La Gaceta

Viernes, 27 de septiembre 2024, 17:39

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Una figura esencial para la lucha contra el machismo en España es Nevenka Fernández, la joven concejala de Hacienda del PP en Ponferrada que en el año 2000 se atrevió a denunciar al todopoderoso alcalde, Ismael Álvarez. Era amigo de su familia, y la presentó a las elecciones como número 3 del partido, pese a su inexperiencia. Obsesionado con la joven economista, a la que doblaba en edad (25 frente a 50), al principio la presionó y agasajó, hasta que mantuvieron una breve relación. Pero cuando ella decidió dejarlo, empezó a hacerle la vida imposible.

Puso al Ayuntamiento en su contra, la amenazó de forma constante, la desacreditó profesionalmente y humilló en público, y llegó a acosarla en diversos viajes de trabajo (por ejemplo, obligándola a compartir habitación y cama con él). Ella cayó en la depresión y en la extrema delgadez, hasta que dijo basta. Y denunció. Álvarez fue el primer político condenado por acoso sexual en nuestro país, y aun así toda la ciudad estuvo de su lado. En cambio, la concejala pagó su valentía con el ostracismo: después de que ninguna empresa la contratase, tuvo que emigrar a Irlanda. Ahora una de las cineastas más comprometidas con el feminismo, Icíar Bollain (Te doy mis ojos), recupera su historia. Soy Nevenka se estrena este viernes en Cines Van Dyck y Van Dyck Tormes.

La directora y guionista madrileña (1967) escribe el libreto a cuatro manos junto a la prestigiosa Isa Campo, siempre ligada a Isaki Lacuesta (La próxima piel, Un año, una noche). Se basan en el libro de Juan José Millás, una crónica que reconstruye el caso minuciosamente y profundiza en los mecanismos del acoso, el desgaste psicológico, hasta desembocar en ese juicio en el que ninguno de los compañeros de Nevenka -testigos de todo- declaró a su favor, y en el que el propio fiscal puso en entredicho a la víctima, como si fuese ella la acusada. Porque Fernández tuvo a toda una sociedad en contra, incluso a su propia familia.

Hace solo 25 años, el consentimiento se percibía de otra manera en España, y los medios de comunicación restaron gravedad a los hechos («a mí no me acosan si no me dejo», dijo una vecina durante una manifestación masiva a favor del alcalde). De hecho, aunque Ismael Álvarez fue declarado culpable, apenas tuvo que pagar unos pocos miles de euros. Y, tras dimitir del cargo, volvió a presentarse a las elecciones unos años más tarde, por otro partido independiente, con el que logró cinco concejales. Por eso, aunque Soy Nevenka no llegue a la altura de lo mejor de Bollain (Flores de otro mundo, También la lluvia), es una película necesaria sobre una injusticia que no debería quedar en el olvido. Cuenta, por si fuera poco, con dos protagonistas soberbios: la barcelonesa Mireia Oriol (1996), hasta ahora apenas conocida por series de la TV3 y por El pacto, y el bilbaíno Urko Olazabal (1978), que podría repetir en los Goya después de su premio por Maixabel, en la que encarnaba a un etarra arrepentido.

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