Hablan los agentes medioambientales: "Vigilamos que nadie salga al monte y también desinfectamos los pueblos"
"Cuando te dan las gracias te llenas de orgullo", asegura el agente Francisco Comuñas
Con una labor quizá menos conocida que la de otros sectores, los agentes medioambientales están también en la primera línea de batalla contra el covid-19. Francisco Comuñas y el resto de sus compañeros son los encargados de que el estado de alarma, y las obligadas medidas de confinamiento, se cumplen también en el monte. “Muchos de los trabajos forestales y selvícolas de los que antes nos encargábamos ahora han dejado de realizarse por lo que nos estamos centrando en que la gente cumpla el confinamiento y no haya nadie haciendo senderismo, rutas BTT o vecinos de los pueblos paseando”, cuenta. Todo ello sin olvidar su labor como vigilantes y protectores de la fauna y pesca, en su caso, de la Sierra de Francia y El Rebollar.
En estos tiempos difíciles, los agentes medioambientales están cumpliendo también con otra labor fundamental como es la de desinfectar los pueblos. “Hemos adaptado los cuatro camiones que tenemos y que utilizamos en los incendios forestales”, explica y reconoce la satisfacción que siente cuando escucha los gracias de los vecinos. “En su mayoría es gente mayor que cuando ve que estamos limpiando las calles y contenedores nos lo agradece mucho y eso te llena de orgullo”.
La pandemia, como ha ocurrido en todos los sectores, les ha obligado a reorganizarse y aunque trabajen en parejas lo hacen en coches separados. También cuando recorren el monte mantienen la distancia de seguridad. Precisamente estas medidas de protección son las que hacen que Francisco y sus compañeros se pregunten qué pasará cuando llegue la época de incendios. “En el pico más alto llegamos a trabajar hasta 25 personas en la base de El Maíllo y cuando estás apagando un incendio no puedes ni mantener la distancia de seguridad ni dividirte en varios coches. No sabemos cómo tendremos que organizar a las cuadrillas”, asegura.
De lo que es consciente Francisco es de lo afortunado que es por trabajar al aire libre, mientras la mayoría de la gente tiene que vivir el estado de alarma entre cuatro paredes. “Es lo que tiene trabajar en el monte donde no hay aglomeraciones”.
Bomberos, extremando las medidas de higiene
La irrupción del coronavirus ha obligado también a los bomberos de Salamanca a emplearse a fondo, aunque no tanto apagando fuegos y rescatando a personas en accidentes (efectos directos del confinamiento), sino sobre todo abriendo puertas en domicilios. "Está pasando en toda España. Te llaman y cuando entras a veces te encuentras con que la persona está muy enferma y prácticamente no puede moverse o, en algún caso, directamente ha fallecido", cuenta José Luis Carreras, bombero del Parque Municipal.
También la rutina en las instalaciones municipales ha tenido que modificarse extremando aún más las medidas de higiene y evitando en la medida de lo posible el contacto entre turnos. "Antes lo que hacíamos al entrar era revisar los camiones y comprobar que tenían gasoil, que los equipos estuvieran siempre preparados... pero ahora si el turno anterior no ha tenido ninguna salida lo que hacemos es no tocar nada para evitar contaminarlos. Tampoco coincidimos en los vestuarios a la hora de entrar y salir para evitar posibles contagios", explica. También los famosos EPIS están muy presentes en su rutina de trabajo, especialmente si en la llamada que reciben se alerta de la posibilidad de que la persona pudiera estar contagiada.
Con el virus la convivencia entre los propios bomberos es también distinta para respetar lo máximo posible la distancia interpersonal. "Además de limpiarlo todo mucho más a fondo y constantemente lo que hacemos es evitar coincidir en el gimnasio, en la cocina o en zonas donde haya menos espacio", asegura. El objetivo de esa preocupación no es otra que la de evitar que un bombero positivo pudiera contagiar al resto de compañeros de otros turnos.
Aunque reconoce que ahora la gente se lo piensa dos veces antes de llamarles, sus salidas son más celebradas que nunca. "La gente está aburrida, nos oye llegar y sale a ventana a vernos y a aplaudirnos. Hacemos nuestro trabajo, pero también es bonito y emocionante que te lo reconozcan", asegura.