«Me gustaría representar a mi pueblo desde las instituciones, ser concejal de Salamanca»
Una de las primeras gitanas licenciadas en Derecho y abogada
M. B.
Salamanca
Miércoles, 8 de octubre 2025, 07:00
A los 31 años, Rosario Bermúdez Iglesias se ha convertido en una de las voces más visibles de la comunidad gitana en Salamanca. Licenciada en Derecho por la Universidad de Salamanca, fue una de las primeras mujeres gitanas en lograr un título universitario en la ciudad. Tras ejercer como abogada, hoy trabaja en la Fundación Secretariado Gitano, donde coordina proyectos de inclusión social y laboral. Habla con total sinceridad sobre sus raíces, los desafíos de ser mujer y gitana, y su deseo de que su pueblo tenga voz en las instituciones.
¿Cómo fue su infancia y cómo recuerda su etapa en la escuela?
—Mi infancia fue feliz. Crecí en una familia unida, con valores muy firmes, aunque con menos oportunidades que otras. En Pizarrales éramos una familia gitana más, pero mi madre siempre insistió en que estudiáramos. Ella no tuvo esa posibilidad: la sacaron del colegio con diez años para cuidar de sus hermanos. Los abuelos eran vendedores ambulantes y por eso se tuvo que hacer cargo de los niños y no tenía tiempo para ir al colegio. Aun así, de adulta se apuntó a la escuela de adultos. Su ejemplo ha sido para mí una inspiración, mi motor. Aunque lo curioso es que ahora con el paso del tiempo están todos muy orgullosos de que haya estudiado. Mi trayectoria comenzó en el colegio público de Pizarrales, de ahí pasé al Instituto Fray Luis de León para finalmente ir a la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca.
¿Cuándo decidió estudiar Derecho?
—Desde pequeña me indignaban las injusticias. Veía a mi alrededor cómo a veces se negaban viviendas o empleos solo por ser gitanos. Eso me marcó mucho. Quise estudiar Derecho para poder defender a mi comunidad y luchar por la igualdad real. Siempre quise ser abogada porque veía muchas injusticias hacia los gitanos. No entendía cómo se podía negar una vivienda o un trabajo solo por un apellido o un DNI. Siempre me ha llamado la atención de que somos un pueblo de España, como otros, y curiosamente, no se conoce la historia de nuestra gente, en nuestro propio país, hemos sido invisibilizados.
¿Se sintió apoyada en su entorno al tomar esa decisión?
—Sí, por mi familia siempre, sobre todo mi madre, en cambio mis abuelos me decían, ¿para qué estudias?. En cambio, fuera del entorno familiar no siempre fue fácil. Hay prejuicios muy arraigados. A veces sientes que debes demostrar constantemente que vales, que puedes hacerlo igual o mejor que cualquiera. Pero también encontré personas que me animaron, profesores y compañeros que creyeron en mí.
¿Qué le llevó a dejar aparcada la abogacía y trabajar en la Fundación del Secretariado Gitano?
—En primer lugar la maternidad me llevó a aparcar momentáneamente mi carrera profesional, y en segundo lugar aunque la abogacía me gustaba, quería dedicarme más a la acción social, a trabajar con las personas. Y aquí en la Fundación puedo ayudar a jóvenes y familias a formarse, buscar empleo o recuperar la confianza. Cada historia de superación que veo me recuerda por qué elegí este camino. Aunque no quita que pueda volver en cualquier momento, aunque lo que realmente me mueve es el ayudar a otras personas.
Es madre de dos hijos. ¿Qué papel juega la familia en su vida?
—Es fundamental. La maternidad te cambia la mirada. Ahora entiendo mucho mejor a mi madre y todo lo que luchó por nosotros. Intento educar a mis hijos con los mismos valores: respeto, esfuerzo y orgullo de ser quienes somos. Lo cierto es que ellos lo van a tener más fácil y yo también, ya que no se van a encontrar con las trabas familiares y del entorno, contra las que tuvo que luchar mi madre para que yo pudiera estudiar.
¿Qué le gustaría conseguir en el futuro?
—Me gustaría poder representar a mi pueblo desde las instituciones. No lo digo por ambición personal, sino por responsabilidad. Los gitanos necesitamos tener voz en los espacios donde se toman decisiones que nos afectan. Sería un honor poder hacerlo. Ser concejal o diputada si algún partido confiara en ello. Creo que los gitanos debemos tener voz en las administraciones. En otras legislaturas algún partido siempre ha llevado en sus listas a alguna persona gitana, incluso ha sido congresista.
¿Cuántas personas gitanas llegan a la Universidad?, Usted es una de esas pocas.
—Los datos que manejamos es que tan sólo llegan el 0,8 % a la universidad, aunque yo sea una de las pocas que ha llegado y haya terminado, no lo veo como un mérito personal, sino como una oportunidad que tuve. Me gustaría que más niñas gitanas pudieran llegar tan lejos o más que yo.
¿Desde la Fundación del Secretariado Gitano habéis observado si el abandono escolar se ha reducido en los últimos años?
—Aunque se ha avanzado en este tema, aún queda mucho camino y sobre todo en el caso de las mujeres. Había esa cultura donde los abuelos pensaban que si nunca se había ido a la escuela por qué se tendría que ir ahora, entonces el ir cambiando ese pensar lleva tiempo, no se puede hacer de una día para otro.
Este año se cumplen 600 años de la llegada del pueblo gitano a España. ¿Qué representa para ti esta conmemoración?
—Es una fecha muy importante. Seis siglos de historia, de cultura y también de persecución. Queremos que se conozca nuestra historia real, no los estereotipos. Por eso estamos organizando exposiciones y actividades en la Biblioteca Torrente Ballester, para mostrar todo lo que el pueblo gitano ha aportado a este país.
¿Qué mensaje deja a las jóvenes gitanas que la ven como ejemplo?
—Que no tengan miedo. Que estudien, que sueñen y que no se rindan. Si yo pude hacerlo, ellas también pueden. Ya sabemos que, ser gitana y abogada en Salamanca sigue siendo poco común, pero ojalá pronto no haga falta destacar por eso, sino por el trabajo que hacemos. No somos menos que nadie y cada paso que damos abre camino a los demás.