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Corría el año 1626 cuando una tremenda avenida de agua originada en el río Tormes como resultado del deshielo en las nieves de la sierra arrasó cerca de un millar y medio de viviendas en las riberas de la capital, causó 142 muertos (la cifra varía según las crónicas) y destrozó once de los quince arcos del Puente Romano y varios conventos en la ciudad.
Fue la noche del 25 al 26 de enero. La conocida como riada de San Policarpo pasó a la historia como una de las catástrofes más graves registradas entre las inundaciones históricas en España.
Cuentan las crónicas que la avenida se produjo por un aumento repentino del caudal del Tormes en poco más de cinco horas. La crecida afectó a un millar y medio de viviendas construidas en la ribera del río, además de a muchas iglesias y conventos. Uno de ellos fue el Convento de San Esteban, aunque también afectó al Puente Romano, que perdió la mayor parte de sus arcos que tuvieron que ser reconstruidos en 1677. Esto hizo que la ciudad quedará prácticamente incomunicada entre las dos orillas durante años.
Cuentan que el tañido de las campanas alertó a los salmantinos, aunque para muchos ya fue tarde. La zona de la ribera desapareció por completo y también muchos pueblos quedaron afectados. También se perdieron muchos de los molinos y edificios en los que se almacenaba el grano, lo que agravó el problema en la ciudad.
La riada de San Policarpo es una de las más famosas, pero no la única que ha sufrido Salamanca en su historia. Muy graves fueron también la de Santa Bárbara, en diciembre de 1498, o la conocido como Riada de los Difuntos, en noviembre de 1256.
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