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Javier Galán recogió en 2018 la medalla en reconocimiento a la difusión de la Fiesta Nacional realizada por el Casino.
De estar al frente del servicio de Medio Ambiente, a Subdelegado del Gobierno: «La muerte no me pillará en la cama»

De estar al frente del servicio de Medio Ambiente, a Subdelegado del Gobierno: «La muerte no me pillará en la cama»

Casi 40 años como jefe de servicio de Medio Ambiente y una última etapa como subdelegado del Gobierno en Salamanca. Javier Galán es ahora un jubilado híperactivo que ha hecho de la Plaza Mayor su nueva oficina

Domingo, 25 de agosto 2024, 23:08

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«Si alguien quiere encontrarse ahora con Javier Galán, que lo busque por la Plaza Mayor», afirma el que fuera subdelegado del Gobierno en Salamanca y que, incluso durante su jubilación, mantiene el lema de «no parar hasta conquistar». «A mí la muerte no me va a pillar en la cama porque estoy enredando desde que me levanto. Estarme quieto seria mi muerte personal», apunta.

Durante casi cuatro décadas fue jefe de servicio de Medio Ambiente. «Soy ingeniero de montes de profesión. Hice las oposiciones del ICONA y con el traspaso de las competencias a las comunidades pasé a la dirección general de Montes, que era una estructura parecida», recuerda.

De todas las etapas profesionales que vivió, Galán dice que se quedaría «con aquella en la que más joven fuera». Analiza todos sus cargos, comenta las peculiaridades de sus responsabilidades y al final llega a la conclusión de que lo más importante de su carrera es que siempre disfrutó: «He tenido la inmensa suerte en esta vida de que me ha gustado lo que he hecho. No todo el mundo lo puede decir, pero yo me he divertido trabajando, dentro de la responsabilidad, seriedad y momentos muy delicados que me ha tocado vivir. Esta misma tarde he estado viendo unas choperas y me preocupaba por un posible fuego. Lo tengo muy presente porque los he vivido y son momentos dramáticos. Por otra parte, he tenido compañeros maravillosos que también me ayudaron a divertirme ejerciendo mi profesión».

Aquellos cargos quedaron atrás y su nueva oficina es la Plaza Mayor: «Me doy todos los días una vueltita para pulsar cómo está la ciudad y a veces regreso con el disgusto de ver que la ciudad se hace vieja y no tira tan hacia delante como desearíamos. Aún así, me encantan sus olores, colores y sabores».

¿A qué dedica el tiempo libre?, cantaba Perales. El estribillo de respuesta de Javier Galán es: «Mi ocupación ahora son tres hijos y seis nietos maravillosos, y luego todo lo demás». Que no es poco.

Forma parte del patronato de Proyecto Hombre, de la Fundación Vargas Zúñiga, de la junta directiva del Casino de Salamanca… La cuestión es no parar.

En el debate sobre si es mejor tener más de 65 y estar jubilado, o ser un joven currante, Javier Galán se decanta claramente por la juventud. «A la gente que está en la raya de los 65 y me pregunta, siempre les digo que si no estás angustiado y no tienes unas circunstancias negativas en tu trabajo, es mejor que no te jubiles porque vas a perder la capacidad de trabajar, que es parte de uno mismo. Ya no es tanto por ganar dinero, sino para seguir siendo tú mismo. Si te jubilas y no haces nada entras en los que llamo el 'batallón de los cadáveres civiles': muertos vivientes que van por ahí midiendo zanjas de lo que hacen los obreros», reflexiona.

El guerrero también descansa. Bien sea en una terraza o en el sofá de casa, Galán asegura que tiene una buena batería de libros con los que alimentar la mente durante este verano: «Ahora mismo estoy leyendo 'Dios. La ciencia. Las pruebas', de unos ingenieros franceses que tratan la existencia de Dios. Es una digestión fuete para leer un capitulo al día. También he rescatado un libro pendiente como 'El italiano', de Arturo Pérez Reverte, que te podrá caer mejor o peor, pero es un hombre que escribe realmente bien y se documenta para lo que escribe. Y acabo de comprar ahora mismo el premio Goncourt 2023, que se titula 'Cuidar de ella', de Jean Baptiste Andrea».

Reconoce Galán que tiene mejor vista que oído. «Oído musical» -matiza- «que es el peor del mundo». «Soy un negado para la música, pero me gusta la clásica del siglo XIX, pero sobre todo la Zarzuela. Además, mis hijos me han regalado esos aparatos modernísimos que les hablas y te ponen música».

En lo que no mata el tiempo -confiesa- es en cocinar. «En la cocina entro solo para abrir la lata», bromea. «Si entro en la cocina es porque me obliga mi soledad, pero soy de esa generación que no cocinaba y ahora veo que sé poquísimo. Hago lo basiquísimo, pero directamente te digo que no sé hacerlo».

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