Estampas de los caballitos, la noria y el tren de la bruja: la feria de Salamanca siempre ha arrancado sonrisas
Desde la Gran Vía y Carmelitas a Garrido y La Aldehuela, las atracciones de las Ferias han sido en sus distintos emplazamientos foco de diversión y ambiente festivo para los pequeños
Colores llamativos, ruido ensordecedor, aroma a caramelo y fritanga, vértigo y diversión. Todo un maremágnum de emociones que sólo pueden darse en las ferias, ese micromundo en el que los niños se ven expuestos a la mayor variedad e intensidad de estímulos en el menor espacio. Mucho antes de la existencia de Eurodisney y del Parque Warner, los niños salmantinos disfrutaban de las atracciones durante las Fiestas de la Virgen de la Vega. Y nadie duda que pocos recuerdos de los que atesoremos en nuestras vidas pueden competir con los giros sobre el cerdito del carrusel buscando en cada vuelta la cara de mamá o el olor a las manzanas de caramelo.
Desde 1982 el recinto de la Aldehuela acoge el recinto ferial, pero antes de esa zona urbanizada, iluminada y acondicionada, las ferias de Salamanca dieron muchas vueltas, y nunca mejor dicho. Hay constancia de la presencia del circo y el cinematógrafo durante las fiestas en los años 20 cerca de las Carmelitas, pero las primeras fotos más conocidas de atracciones festivas las sitúan en la Gran Vía, en tiempos de la Guerra Civil, con los modestos carruseles y la primitiva noria de apenas seis barquillas. La imagen de Almaraz muestra una numerosa presencia de soldados y chiquillos más pendientes del fotógrafo que de divertirse.
Tras el conflicto bélico, las atracciones ocuparon distintos emplazamientos incluso en el mismo año, adaptándose al desarrollo urbanístico. La lenta apertura de la Gran Vía desde Mirat en los 40 y 50 permitió la instalación de puestos cerca de la actual plaza de la Constitución. LA GACETA anunciaba en septiembre de 1945 la apertura de la «avenida de la Feria» en la calle España, el nombre que tenía en la época, y en la plaza de San Julián se instaló en 1946 el Circo Feijóo, un habitual de por entonces, con grandes atracciones «capitaneadas por el rey de los humoristas españoles», el gran Ramper». Pero también en los años 40 y 50 hubo puestos y atracciones en el parque de la Alamedilla y en el primer tramo del camino de la Estación, hasta el puente de la vía del tren. Allí se recuerda los primeros coches chocones de los Loranca, la Ola, la noria, la tómbola, las casetas de tiro de pichón y los aparatos de «puching ball» que median la fuerza de los hombres antes de la existencia de los «gym».
A principios de los 50, las fotos de la época muestras de nuevo las atracciones de las ferias en el paseo de Carmelitas, entonces avenida de Alemania, a la altura del cruce con Álvaro Gil. Poco después, desde 1954, la supresión de la vía del tren abrió una nueva y larguísima vía que sería el origen de la actual avenida de Portugal. Hasta 1968, los tramos a un lado y a otro de María Auxiliadora alimentaron los recuerdos infantiles de los salmantinos hoy más veteranos. En esa década se edificaron las actuales construcciones, incluida la torre más alta de Salamanca, aunque la urbanización de la vía no se completó hasta finales de los 60. Sin embargo, los salmantinos recuerdan también la instalación de espectáculos y circos en solares de Torres Villarroel o la futura calle Iscar Peyra, donde estuvieron el Teatro Chino Manolita Chen y el Teatro Argentino.
Finalizaba la «década prodigiosa» y el recinto ferial encontró una nueva ubicación, junto a los Salesianos de Pizarrales, al inicio de la carretera de Ledesma en una gran explanada, junto a las casas de Nícar y el barrio del Carmen. Fue la época de los espectáculos de delfines que explotaban el éxito del televisivo «Flipper», el circo de Ángel Cristo y Pinito del Oro, los Hermanos Tonetti y su Circo Atlas y las Hermanas Colombinas, de cuya obesidad se hacía espectáculo que hoy veríamos denigrante.
Iniciados los 70, el recinto Ferial fue trasladado al norte de la ciudad, más allá del depósito de la Chinchibarra, a la izquierda de Federico Anaya. Hasta allí acudieron los niños salmantinos de la generación del «baby boom», hasta que en 1982 y con el primer Ayuntamiento de la Democracia que presidió Jesús Málaga, se le encontró una nueva ubicación que alejaba los ruidos: La Aldehuela.