Borrar
Julio López, ante la imagen de Jesús Despojado, en el Teatro Liceo.

Ver 44 fotos

Julio López, ante la imagen de Jesús Despojado, en el Teatro Liceo. LAYA

Épica defensa de la unidad cofrade en un pregón valiente de Julio López

«¿Realmente es tan importante si nuestra fe se lleva al hombro o a costal?», interrogó a un Teatro Liceo lleno. El pregonero realizó un emotivo homenaje a los cofrades fallecidos

Ángel Benito

Salamanca

Martes, 8 de abril 2025, 23:44

Con la verdad como bandera y consciente de haber llegado empapado de dudas, el pregonero se presentó ante el Teatro Liceo con la humildad de un banco y una farola como atrezzo: la calle en la que fue testigo de las primeras procesiones. «Perdona que haya abierto las puertas de mi alma sin avisarte», lanzó antes de que Jesús Despojado —la talla que, confesó, al principio solo vio como un nombre escrito en una hoja de papel— pasara a ser un boceto dibujado por la mano de Romero Zafra, quien empuñó la gubia para dar forma a una imagen que recoge la devoción de la tarde del Domingo de Ramos.

El pregonero se dejó guiar por el corazón, definiéndose como un «creyente imperfecto, apasionado de su ciudad y sus tradiciones». Y clavó la primera daga en el órgano vital de los cofrades, aquellos a los que iba dirigido su pregón. «De un ferviente defensor de la Semana Santa y de los suyos que hoy, son también los míos».

Julio López se sirvió del humor, la ironía y la reflexión para hacer llegar unos mensajes dirigidos a evitar la indiferencia. «No pertenezco a ninguna cofradía. Mis padres tampoco. No tengo ocho apellidos cofrades», dijo, mientras se confesaba como un «cofrade de acera» que, en sus primeras reuniones con las hermandades como concejal, «no se enteraba de nada». Sin embargo, justificó su experiencia a base de escuchar, sentir y emocionarse junto a las hermandades, de las que aprendió.

La segunda daga fue la más dura, al tiempo que llevaba a los presentes al cementerio San Carlos Borromeo para ver al Yacente de Vicente Cid. Repasó los nombres, las pérdidas de «los que hoy no están y un día estuvieron». «Aquellos que me enseñaron a querer lo que ellos amaban. A respetar lo que veneraban». «Vuestra esencia estará presente en cada Semana Santa». Una rosa roja depositada a los pies de Jesús Despojado despertó dos ovaciones: la interior, la que más dolió; y una exterior, irreprimible.

El pregón también recordó el protagonismo social de las cofradías y llevó —a través del indulto del reo que realiza la Hermandad del Perdón o del rezo a los enfermos del Vía Crucis— a un recordatorio no casual: «Bajo el capirote o el hábito, todos los cofrades son iguales. No importa si la salida se hace desde la grandiosidad de nuestra Catedral o desde la parroquia de Jesús Obrero», justificó con firmeza, para defender la pasión de barrio y la de piedra y oro.

Con la austeridad del Lunes Santo y la modernidad del Rosario, López hizo la defensa más valiente de la noche al reivindicar la cabida en Salamanca de diferentes estilos: «¿Realmente es tan importante si nuestra fe se lleva al hombro o al costal? A Cristo Nuestro Señor no le importa el acento del que le reza, ni cómo ornamentamos nuestra devoción. En un mundo cada vez más dividido, quedémonos con lo que nos une, aceptemos lo diferente y no hagamos de una tradición tan valiosa algo excluyente».

Para el final, López recuperó el tono de los pregones más andaluces, con la música procesional de fondo y uno de los momentos para el recuerdo. Para ello, se sirvió de Francisco de Vitoria, Miguel de Unamuno o la alzada de Churriguera para cimentar la idea trazada desde el inicio: la de una Semana Santa de contrastes. «La de un nazareno anónimo y la de un prestigioso imaginero; la de una Virgen que reina en la Catedral y la de una iglesia del Arrabal». «Que sean los cofrades protagonistas». Y cerró el círculo perfecto.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Épica defensa de la unidad cofrade en un pregón valiente de Julio López