El emotivo testimonio de un piloto salmantino que ha participado en la extinción de los incendios en León: «Te desgarra el corazón»
Llegó a Matacán el día 15 de agosto y acumula más de cinco días de alarma. «Cuando terminé de volar y puse el telediario, vi testimonios de gente de los pueblos por los que yo había pasado. Decían que lo habían perdido todo y yo me sentí impotente...»
El militar Javier Gimeno, de origen salmantino y miembro del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas desde hace prácticamente una década, cuenta a este medio la experiencia vivida estos días en la extinción de varios incendios en la zona de León, Zamora y Galicia. Se percibe la determinación en sus palabras, pero también ápices de tristeza por las imágenes que ha visto desde el aire. La rabia se apodera de sus palabras cuando recuerda aquellos momentos en los que, desde su cabina, observaba cómo las llamas del fuego engullían pueblos en cuestión de minutos.
Actualmente, usted se encuentra destinado en Matacán... ¿verdad?
—Yo pertenezco al 43 Grupo de Fuerzas Aéreas, una unidad del Ejército del Aire especializada en la extinción de incendios forestales. Aunque nuestra base está en Torrejón de Ardoz (Madrid), cada verano nos dispersamos por la Península Ibérica, en siete destacamentos diferentes, para estar más cerca de los posibles puntos en los que se desarrollan los incendios. Este verano he sido destinado en Matacán, una de nuestras bases militares.
¿Cómo ha sido su intervención en los diferentes incendios?
—Llegué a Salamanca el día 15 de agosto y, desde ese momento, he vivido cinco días de alarma. He intervenido principalmente a la zona de León, un poco de Zamora y la frontera con Galicia. En cada jornada, los mecánicos aseguran la operatividad del avión y hacen las revisiones pertinentes antes de comenzar el día. El destacamento se abre a las ocho de la mañana y, a partir de ese momento, estamos completamente disponibles para que el Ministerio de Transición Ecológica, a petición de las Comunidades Autónomas, nos soliciten para salir a una misión. Estos días, prácticamente desde primera hora se están poniendo en contacto con nosotros para activarnos para los diferentes incendios. Coincide, además, que en Matacán están ahora mismo prestando apoyo varias aeronaves internacionales que han sido activadas por la Unión Europea para apoyarnos en los incendios, entre ellos dos apagafuegos iguales que los nuestros que vienen desde Italia. Esto es algo bastante inédito dentro de nuestras campañas de verano.
¿Considera que esta es la campaña más dura que ha vivido?
—Después de casi una década en esto, tengo que decir que este verano está siendo realmente duro respecto a otros, ya que los incendios están siendo muy virulentos, de mucha energía, muy concentrados geográficamente, lo cual también a nosotros nos dificulta mucho por las condiciones de visibilidad que se están dando a causa del humo y por las dificultades para coordinar todos los medios aéreos en los diferentes incendios. Es verdad que nosotros estamos todo el invierno preparándonos para este tipo de situaciones, pero hay que reconocer que la carga de trabajo y la carga emocional es fuerte. Te das cuenta de todo lo que está sufriendo la gente que lo está perdiendo todo y del aluvión de pueblos que se están viendo afectados. Eso también te afecta bastante psicológicamente y es una carga que quizás no estás acostumbrado a soportar.
Por su origen salmantino... ¿algún incendio de la provincia le ha afectado especialmente?
—Siempre que he tenido la oportunidad de trabajar en alguno de los incendios de Salamanca he contribuido, porque me toca más de cerca. Estos días hubo un incendio cerca de Vitigudino, muy cerca de mi pueblo. La gente de los pueblos circundantes, incluidos mis padres y mi familia, acudieron a los pueblos más cercanos al incendio para ayudar. Es muy difícil ver como pueblos cercanos al tuyo, donde te has criado, has pasado los veranos y conoces a los vecinos, pierden todo en un abrir y cerrar de ojos. Muchos de ellos se dedican a la ganadería y a los cultivos, han perdido muchísimo y entendemos que será complicado que esa gente pueda poner de nuevo en marcha sus vidas.
¿Cuántas horas de vuelo acumulan cada día?
—Nosotros tenemos una limitación por normativa militar que nos exige que, para la extinción de incendios, podemos volar nueve horas al día. Lo distribuimos en dos periodos, ya que el avión no tiene autonomía de combustible como para volar todo ese tiempo seguido. Físicamente también es muy cansado.
¿Cuál ha sido el momento más duro para usted a lo largo de estos días?
El más duro lo he vivido en Guardo, al norte de León. El otro día estábamos trabajando en un incendio y teníamos el objetivo de combatirlo. En el desplazamiento para cargar agua, observé varios pueblos que estaban en medio del fuego y, a mi vuelta, me sorprendió como esos pueblos eran engullidos por las llamas. Es muy duro ver eso desde el aire, ya que a todos nos gustaría poder ayudar más y poder hacer más. Y luego, cuando bajé a tierra después de volar, tras nueve horas en las que lo di absolutamente todo, puse el telediario y vi testimonios de gente de los pueblos por los que había estado pasando. Escuché que lo habían perdido todo, los ví destrozados y decían que sentían que no habían recibido la ayuda que a lo mejor se merecían. Me dolió, me sentí impotente… porque yo había sido parte de todo este mecanismo. La verdad es que te desgarra el corazón, porque te pones en su posición e intentas empatizar con lo que sería para ti perder esas reliquias familiares como son los pueblos y eso está siendo mentalmente muy duro.
¿Hasta qué punto los medios aéreos consiguen frenar el avance de estos incendios tan intensos?
—El tamaño de las llamas es lo más llamativo visualmente, pero luego hay otras condiciones como la humedad relativa o el viento que afectan mucho a lo que es el incendio. En estos grandes fuegos que estamos viendo, la labor de atacar la zona de la cabeza o la zona más activa del incendio es muy complicada. Muchas veces las condiciones de humo en la zona o incluso la propia energía que genera la cabeza de un incendio está siendo imposible de atacar incluso con nosotros, que somos el medio más grande de incendios de España. Entonces, realmente los esfuerzos se están enfocando en salvar los pueblos. En las zonas de mayor vegetación, lo que se hace es que se va conduciendo el incendio, atacándolo por los blancos y llevándolo hacia zonas donde la cabeza tenga mucho menos vegetación, mucho menos combustible para alimentarse. Entonces, es ahí cuando baja la intensidad y ya se empieza a atacar la cabeza.
¿Qué criterio siguen para elegir las zonas de la Península en las que coger el agua?
Desde el avión se lanzan seis toneladas, pero no en todas las ocasiones es suficiente para parar el avance. En la Península, tenemos actualmente casi 800 puntos de carga que hemos comprobado y que son adaptables a nuestro avión. Lo más habitual es que dependiendo de las condiciones de viento, de humo y de la superficie del agua con las que nos encontramos cada día, vayamos decidiendo el punto de carga que nos queda más cerca del incendio para poder realizar el mayor número de rotaciones posibles.
¿Hasta qué punto han llegado a arriesgar su vida los pilotos que, como usted, han estado estos días trabajando duro para conseguir extinguir esos incendios?
Hombre, pues el riesgo es continuo. Al final este es un tipo de aviación muy peculiar. Nos estamos enfrentando a las situaciones de mayor riesgo a las que puede enfrentarse un avión comercial normal, que sería el aterrizaje y el despegue. Nosotros nos enfrentamos a ello de manera continua durante las 9 horas de vuelo. Estamos a bajas altitudes, en una zona en la que hay muchas aves, hay cables de alta tensión, hay humo, hay muchísimos otros medios aéreos que están trabajando en los incendios y con los que la coordinación se vuelve una tarea difícil por la magnitud del incendio y por el estrés que se produce en la zona. Y, ciertamente, sería muy arrogante decir que no estamos continuamente arriesgando nuestra vida. Es verdad que la preparación que llevamos nos permite que sean unos riesgos que podemos mitigar. Pero el riesgo está ahí siempre y los buitres, las aves o los cables de alta tensión nunca te van a avisar.
¿Ha percibido falta de coordinación durante estos días?
En este tipo de emergencias, todo el mundo está haciéndolo lo mejor que puede. Además, como en tantas otras emergencias, se trata de situaciones en las que no estamos acostumbrados a desenvolvernos. Yo creo que, después de esto, se sacarán muchas lecciones. Estas favorecerán que, en futuros años, en caso de que se den situaciones parecidas, sepamos atacarlas mejor. El ejemplo más claro es observar que, gracias a Dios, no se están dando accidentes por coordinación o problemas serios de seguridad por coordinación, a pesar de situaciones de visibilidad y de estrés bastante complicadas.