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Uno de los monumentos más característicos de Salamanca.

El emblemático lugar de Salamanca que durante siglos se pensó que fue creado por el mismísimo Hércules

El escritor Juan Carlos López Medina en su último libro 'Historias y Leyendas de Salamanca' recoge los orígenes de este monumento

La Gaceta

Salamanca

Lunes, 9 de junio 2025, 12:31

El Puente Romano es uno de los símbolos de la ciudad de Salamanca. De eso no hay ninguna duda, pero de lo que sí que hubo incógnitas abiertas durante siglos fue de su creación. Como suele ocurrir en estos casos, la historia se forja con pedazos de leyenda y trozos de realidad.

El escritor Juan Carlos López Medina en su último libro 'Historias y Leyendas de Salamanca' recuerda los orígenes del Puente Romano, desde los mitológicos hasta los que se ajustan más a la realidad.

A continuación, el pasaje en el que Juan Carlos López Medina narra la historia de este monumento de Salamanca:

La historia del puente romano de Salamanca, uno de sus monumentos más emblemáticos junto a otros como las catedrales, la Clerecía, la Plaza Mayor o la Casa de las Conchas, está íntimamente ligada a la del tejido urbano de la ciudad, A lo largo de los siglos, su construcción ha estado envuelta en un aura de misticismo y mitología al atribuirse su edificación a figuras legendarias como Hércules o el emperador Marco Ulpio Trajano.

La creencia popular sostuvo durante mucho tiempo que fue Hércules quien lo erigió y que posteriormente fue reconstruido por el emperador romano Trajano. Estas ideas arraigadas en el imaginario colectivo fueron respaldadas por hallazgos como la medalla en honor a Hércules descubierta en 1767 en una caja de platina en una de las arcadas del puente. No obstante, investigaciones históricas más recientes han desmentido estas creencias infundadas y han situado su construcción en la segunda mitad del siglo I.

Por otra parte, Gil González Dávila fue un capitán, explorador y conquistador español, natural de Ávila, jefe de la expedición al territorio de las actuales Costa Rica y Nicaragua. En 1606 difundió, respaldándose en una lápida encontrada en la época que hacía referencia a una reparación de la Vía de la Plata, la teoría de que Trajano fue el arquitecto del puente. A pesar de estas especulaciones, la realidad histórica señala que la necesidad de un cruce sobre el río Tormes para los viajeros que recorrían la Vía de la Plata entre Mérida y Astorga fue el verdadero motor detrás de la construcción de esta icónica estructura.

Así, las raíces del puente romano de Salamanca se hunden en el devenir de la historia, entrelazando mitos y verdades en una narrativa que enriquece el patrimonio cultural de la ciudad y la dota de un símbolo indeleble de su pasado romano y medieval.

Durante la Edad Media, el puente de Salamanca se enfrentó a diversos desafíos, especialmente a las crecidas periódicas del río Tormes que ponían a prueba su resistencia. Estas inundaciones, como la devastadora riada de los Difuntos en 1256, provocaron daños significativos en la estructura, dejando partes del puente intransitables. A pesar de estos embates naturales, se mantuvo como un paso crucial en la comunicación con el reino leonés durante la época de la Reconquista.

Uno de los eventos más destacados en la historia del puente fue la riada de San Policarpo, en 1626, que ocasionó graves destrozos en la ciudad y daños importantes en dos de sus arcos. La magnitud de la destrucción llevó a una extensa reparación en 1627 bajo la dirección del corregidor Diego de Pareja Velarde. Esta restauración implicó la eliminación de la torre central y las almenas y marcó una transformación significativa en la apariencia del puente.

Tras la riada de San Policarpo, se llevaron a cabo reparaciones que consolidaron su estructura. En 1767 se realizó otra intervención importante que dejó el puente con once arcos modernos y quince romanos para adaptarlo a las necesidades y desafíos de la época. Estas reparaciones no solo buscaban restaurar la funcionalidad, sino también preservar su valor histórico y cultural para las generaciones futuras.

El puente romano se convirtió en un punto estratégico durante la Guerra de Independencia en 1812, cuando fue escenario de la batalla de los Arapiles contra las tropas francesas. Su importancia militar resaltó su relevancia como símbolo de resistencia y como elemento clave en la defensa del territorio. A lo largo de los siglos, el puente ha sido testigo de eventos históricos trascendentales que han marcado la identidad de Salamanca y su vínculo con el pasado.

La historia del puente durante la Edad Media hasta el siglo XVIII refleja su papel vital en la vida de la ciudad, su resistencia ante los embates de la naturaleza y su capacidad de adaptación a los cambios históricos y sociales que han forjado su legado hasta la actualidad.

En 1891 se planteó la propuesta de ensancharlo para permitir su acoso 1 incipiente medio de transporte que representaba el automóvil. Ante la creciente demanda de movilidad y el surgimiento de nuevas formas de transporte, la ampliación se vislumbraba como una necesidad imperante. Esta propuesta, que buscaba adaptar la estructura centenaria a las exigencias de la modernidad, reflejaba la importancia histórica y funcional que el puente mantenía en la vida cotidiana de la ciudad.

Sin embargo, la verdadera transformación llegaría en 1913 con la construcción de una nueva pasarela paralela aguas arriba, concebida como una alternativa que complementaría al puente romano original. Bajo la dirección del ingeniero Saturnino Zufiarre, este nuevo puente, bautizado en honor al concejal Enrique Estevan, se erigió como un simbolo de la evolución arquitectónica y urbanística de Salamanca.

Su construcción no solo representaba un avance en términos de infraestructura, sino que también marcaba un hito en la preservación del patrimonio histórico de la ciudad. La coexistencia entre la tradición del puente romano y la modernidad del puente Enrique Estevan simbolizaba la capacidad de Salamanca para fusionar su rica herencia cultural con las demandas de la época contemporánea.

Además, la construcción de embalses como el de Santa Teresa en los años cuarenta y el Azud de Villagonzalo, en 1965, contribuyeron significativamente a controlar las crecidas del río Tormes, protegiendo así la integridad del puente y asegurando su preservación para las generaciones futuras. Estas obras de ingeniería hidráulica no solo garantizaron la seguridad del puente, sino que también fortalecieron su papel como elemento fundamental en la historia y el paisaje de Salamanca.

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