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Manuel Zarza, dueño del Felipe II, atendiendo a sus clientes en la terraza. LAYA
TERRAZAS DE BARRIO

El emblemático bar de Salamanca que presume de sus mollejas: «Somos el número uno»

Manuel Zarza relata a LA GACETA su trayectoria en el bar Felipe II, cuya terraza es una de las más famosas del verano y sus mollejas de cordero lechal sigue triunfando incluso con las altas temperaturas que se viven en esta época

José Fuentes Rajo

Salamanca

Jueves, 24 de julio 2025, 16:38

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Desde el año 89, Manuel Zarza forma parte de este emblemático bar de Salamanca situado en el paseo de Carmelitas, junto a la Puerta de Zamora: el Felipe II.

Aunque el negocio no comenzó en esas fechas, tal y como relata el hostelero y dueño actual, «debe llevar unos 80 años en pie». Y aunque el bar no lo haya heredado de su familia, el legado del local ya lleva su impronta, y las relaciones con los clientes se han tejido con su seña de identidad.

A pesar de que se desconoce el origen del nombre del bar o cómo fueron sus inicios, Zarza relata a LA GACETA cómo fueron los suyos, para entender cómo es el bar actualmente y cómo se fusionan ambas historias. «Yo vengo de un pueblo pequeño que se llama Sando y mis padres tenían un bar allí en el que trabajábamos todos los hermanos. Lo poco que sé lo aprendí allí y lo he ido mejorando», relata el hostelero, mostrando que el oficio lo lleva en la sangre. «Hice la mili y nada más acabarla, a la semana, me llamaron para venir a trabajar», cuenta Zarza. Su jefe en aquel entonces apenas llevaba dos años más que él, y sobre el fundador original solo sabe que «debía ser un tal Santos».

Pese a estar junto al centro, el bar Felipe II no es una de esas cafeterías convencionales que se multiplican en las ciudades con estética minimalista, la carta en inglés y frases motivacionales en la pared. Este local mantiene una fuerte personalidad y una esencia de barrio que solo se consigue a base de años de trato cercano. Una autenticidad que ha logrado afianzar una clientela fiel en el día a día.

Aun así, su ubicación lo convierte también en un lugar de paso, situado entre el barrio del Oeste y el de San Vicente - Las Úrsulas, lo que hace que, especialmente en verano, la clientela varíe. «Tengo clientes muy fieles y buenos todo el año, pero en verano se van de vacaciones o al chalet, algo que me gusta porque conoces a gente nueva que viene de paso y se sienta en la terraza. Gente de otras ciudades que va de viaje. Me gusta eso del verano, cambiar un poquito de cliente. Luego ya en ferias vuelven todos los clientes habituales», relata Zarza. Y para poder gestionar las 13 mesas que conforman la terraza, se necesitan refuerzos. Cada verano, dos camareros se reparten la cocina y el exterior para poder atender como es debido a los clientes, que en estas fechas disfrutan más que nunca de tomar algo al aire libre.

Terraza del bar Felipe II. LAYA

LA ESPECIALIDAD DE LA CASA

Y como en cualquier terraza de barrio que se precie, los comensales habituales saben cuál es el plato estrella, que se sigue cocinando, incluso con el calor del verano, ya que son «el número uno haciéndolas». Se trata de las mollejas de cordero lechal, una delicia que forma parte inseparable de la identidad gastronómica del local y que se preparan cada día con mucha delicadeza.

Aunque el éxito del Felipe II no se mide solo por su cocina ni por la fidelidad de sus clientes. Detrás del bar hay una historia de apoyo mutuo y compromiso compartido. El verdadero impulso de Manuel es su mujer, Lourdes, que trabaja en la cocina y fue quien le animó a tomar la decisión de coger el negocio en el año 2010, cuando su jefe se jubiló y traspasó el bar. Este año celebrarán sus bodas de plata, tras toda una vida juntos remando en la misma dirección para mantener el negocio a flote.

Lourdes junto a su marido Manuel.

En todos estos años, Manuel ha visto cómo la hostelería ha cambiado radicalmente. Mientras que antes era un trabajo sacrificado para los empleados, «ahora se hacen siete horas y se descansa mínimo día y medio, y nosotros además cerramos los domingos, que es un buen día, aunque yo como dueño sigo echando doce horas», señala.

UNA ANÉCDOTA CURIOSA Y UN ROSTRO CONOCIDO

En más de tres décadas tras la barra, también ha habido lugar para anécdotas. Una de ellas, especialmente curiosa. Cuando Manuel empezó, tenía dos jefes que eran hermanos. Sin embargo, uno de ellos se fue. Con el paso de los años volvió, pero como empleado. «Se llamaba Carlos, era muy profesional y aprendí muchas cosas de él. Fue él quién me metió y luego se jubiló conmigo», apostilla.

También se han sentado a la mesa del Felipe II rostros conocidos, como el jugador de baloncesto olímpico Fernando Romay, que no pudo resistirse a probar la especialidad de la casa, las famosas mollejas. Una visita que el hostelero siempre recuerda como una de las «anécdotas más graciosas» en la historia del Felipe II, cuya terraza, durante el verano, es una de las más reconocidas y transitadas de Salamanca.

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