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Un deshollinador desprende el hollín del interior de una chimenea en una vivienda de la Urbanización Valdelagua, en Santa Marta. FOTOS: ALMEIDA

El regreso de los deshollinadores

Son los profesionales que aseguran el buen funcionamiento de las chimeneas. En un otoño en el que se buscan fuentes de energías alternativas a los combustibles fósiles, los deshollinadores de Salamanca reivindican su labor especializada no exenta de riesgo

Miércoles, 9 de noviembre 2022, 19:33

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El otoño se resiste a quedarse. Hace mes y medio que se instaló en el calendario, pero hasta estas últimas dos semanas no había querido desplegar los primeros vientos fríos y las lluvias propias de la época. Con el cambio de armario y la ropa de abrigo, viviendas unifamiliares y comunidades de vecinos reactivan sus instalaciones de calefacción. Hay que revisar todo a tiempo antes de que sea demasiado tarde. Y este es el momento adecuado.

Pero este otoño de 2022 no es exactamente como los anteriores. El encarecimiento de los combustibles y la crisis derivada de la guerra en Ucrania ha removido algunos hábitos y, a nivel nacional, se constata que no pocos propietarios de viviendas han reactivado su tradicional calefacción de leña para recortar gastos. Por este motivo, es obligado inspeccionar el estado de la chimenea, cometido que no se puede acometer mediante tutoriales de YouTube o la visita del cuñado manitas en un rato libre. Se requiere el trabajo de un profesional. Hay más en juego de lo que parece.

En lo que va de año se han producido en España más de un centenar de incendios en viviendas originados en las chimeneas, según los datos registrados por la Asociación de Deshollinadores de España. Esta misma semana saltaba la alarma en una vivienda de San Pedro de Valle por un fuego originado en la chimenea, y en lo que va de año se han producido sustos de consideración en otros tantos siniestros por la misma causa en Ciudad Rodrigo, Robleda y La Fuente de San Esteban. Por fortuna, en ninguno de ellos hubo que lamentar víctimas. Incluso en la capital se registraron este mismo año varios incendios originados en chimeneas y calderas comunitarias. En todos los casos, se apuntó como causa más o menos del incendio el deficiente estado de limpieza de la chimenea.

No conviene jugar con fuego. Por ello la Asociación de Deshollinadores recomienda que se limpien las chimeneas al menos una vez al año, aunque en todo caso el mantenimiento adecuado estará en función de la intensidad de uso que se dé a la instalación. Además del aval que supone la experiencia en la limpieza de los conductos internos de forma eficaz y la revisión del estado de los elementos y estructuras, solo los profesionales garantizan que la instalación sigue siendo segura y eficiente.

Mas allá del mantenimiento profesional, la Asociación aconseja a los propietarios que posean una chimenea que vacíen las cenizas de su interior después de cada encendido. Es importante asegurarse de que no quedan restos incandescentes. Sí que conviene, sin embargo dejar algo de ceniza en el cajón, ya que cuenta con propiedades de aislante térmico y ayuda a consumir menos leña. Y cuando la llama no es clara o sale demasiado humo, alerta: tal vez sea el momento de llamar al deshollinador.

Esto no es Mary Poppins

Son las nueve y media de la mañana cuando Pedro y Rubén estacionan su furgoneta ante una vivienda de la Urbanización Valdelagua, en Santa Marta. Son los deshollinadores. Un propietario ha requerido los servicios de una empresa salmantina especializada para poner a punto las chimeneas de su inmueble, que dan salida a los humos de la caldera de gasoil de la calefacción y al hogar de leña del salón de la casa. Dentro del vehículo, un variado arsenal de herramientas más propio de los Cazafantasmas ofrecen todas la soluciones para acceder a los lugares más recónditos de la instalación.

El primer cometido al llegar a una vivienda es inspeccionar el interior en busca de suciedad acumulada; la que dejan los pájaros, por lo general. Una vez comprobadas las dimensiones de la chimenea, los profesionales se echan al hombro la escalera y cargan con las herramientas que utilizarán para limpiar el interior del conducto. Subir a lo más alto, revisar el interior, limpiar bien y reparar los posibles desperfectos que se encuentren: por ahí se empieza el trabajo. Más tarde será el momento de recoger el hollín y limpiar el suelo.

El trabajo de los deshollinadores de hoy poco tiene que ver con la idílica y sonriente imagen de Dick Van Dyke en Mary Poppins. La ropa profesional y las protecciones mantienen en guardia al peligroso contaminante, que varía en función del tipo de combustible. “Las chimeneas de leña son las que más hollín echan; es, digamos, más duro. Las de gasoil y las de pellet también generan suciedad, pero este hollín es más fino”, afirma Pedro Martín, de profesión deshollinador, quien habla con el periodista ya encaramado al tejado. Allí las medidas de seguridad son fundamentales: para moverse por las alturas son imprescindibles el cinturón de seguridad, un arnés y la cuerda para atarse a la linea de vida, el cable que en las viviendas nuevas recorre la arista superior del tejado. Y si lo la hay, se amarran a la propia chimenea. “Nosotros tomamos precauciones y nunca hemos tenido ningún susto”, dice Pedro.

Una vez ante el objetivo, se introduce el cepillo más adecuado, que cuenta con cerdas dispuestas en modo radial de acero o PVC y de distintas dimensiones, para adaptarse a la anchura de la chimenea. Los hay desde los 400 mm de diámetro, que se usan en las chimeneas más grandes y antiguas, hasta los 80 mm adecuadas para las de pellet. El cepillo se coloca en el extremo de unas varillas de propileno, un material flexible e irrompible. Estas son de un metro, y ensambladas varias entre si, permiten hacer llegar el cepillo varios metros chimenea abajo. Con la ayuda de una potente linterna de 2.000 lúmenes, el cepillo baja y sube rascando las paredes y hace caer el hollín, que se recogerá después. Para los conductos de humo con recovecos, los profesionales cuentan con una pequeña cámara de vídeo que descuelgan con el fin de detectar acumulaciones de hollín.

Solo en contadas ocasiones el trabajo se complica. “Algunas casas antiguas tienen chimeneas grandes que hay que limpiar por dentro. Así que te tapas bien, te cubres lo mejor que puedas con una especie de chubasquero, mascarilla, y a raspar con el cepillo”, cuenta Pedro Martín. “Es lo más desagradable de nuestro trabajo. Nos cae encima todo el hollín, que es muy tóxico. Cuando en tiempos mi padre tenia que meterse, apenas se ponían un pañuelo y la verdad es que tragaban mucha mierda”.

Los tiempos han cambiado mucho, y el trabajo profesional de deshollinador se caracteriza por su pulcritud y eficiencia. “Aunque hay gente que tiene aún una idea equivocada. No hace mucho, al llegar a la vivienda, el dueño había sacado todos los muebles del salón porque creía que lo íbamos a poner todo negro”, comenta Pedro Martín. Pero las precauciones estaban fuera de lugar. Para recoger el hollín de las chimeneas de salón, , durante la limpieza del conducto se precinta el hogar de la chimenea con un plástico y cinta aislante. Y tras recoger los residuos, una aspiradora industrial retira cualquier suciedad. “No se mancha absolutamente nada”.

Hay que tener en cuenta que, obviamente, no todas las chimeneas manchan por igual. La cantidad de combustible que se queme es clave. Y una combustión correcta reduce el volumen de residuos. “Entre las de leña, la mejor es la leña de encina, aunque resulta algo más cara, pero produce más calorías. Mejor si tiene un año o dos. La húmeda y resinosa produce más hollín. Hay quien emplea, para ahorrar, madera de chopo o similares, de baja calidad, que también genera mucho residuo. Igual que la madera de palé, que es muy mala para quemar en una chimenea”.

La generalización de las compras por internet ha puesto de moda las ofertas de productos químicos para el mantenimiento de las chimeneas, que se plantean como alternativas más sencillas y prácticas para retirar el hollín. Los profesionales desconfían de su efectividad. “Lo único que hacen es dejar el hollín más blando, más volátil. Pero tienen su doble cara. Si se aplica cuando la chimenea está muy tupida, se corre el riesgo de incendio y pueden reavivar un posible fuego”. La otra limitación, apunta, es su escaso alcance. “Llegan solo hasta uno o dos metros cuando las chimeneas tienen por término medio 9 o 10 metros de tirada”.

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